Histeria
Que la sociedad se mueve por arreones de histeria es algo que deber¨ªa preocuparnos.
Que la sociedad se mueve por arreones de histeria es algo que deber¨ªa preocuparnos. Lo hemos visto con la desgraciada broma de una radio australiana que suplant¨® la voces de la reina de Inglaterra y su hijo para sonsacar informaci¨®n sobre el estado de salud de Catalina Middleton a unas enfermeras del hospital donde estaba ingresada. El asunto no mereci¨® m¨¢s que el divertimento general, por lo tosco y eficaz de la estratagema, pero al d¨ªa siguiente, el suicidio de la enfermera propici¨® titulares candentes y la indignaci¨®n popular, expresada con la retirada del programa y mensajes fieros de los oyentes contra los locutores. El error en establecer la gradaci¨®n cr¨ªtica sobre el acto nos muestra una cara rid¨ªcula de nosotros mismos. Si la broma nos result¨® indiferente, la consecuencia dram¨¢tica nos llev¨® a equiparar a sus autores con homicidas.
Por esa regla de tres valoramos los actos en funci¨®n de su resultado final. No consideramos el acoso como un delito grave salvo cuando ocasiona una tragedia. Y la puesta en circulaci¨®n de im¨¢genes ¨ªntimas sin el consentimiento de sus protagonistas alimenta nuestra curiosidad morbosa, salvo si las consecuencias son dram¨¢ticas. Estuvimos dos a?os sin una m¨ªsera correcci¨®n institucional de las leyes que amparan el desahucio y bast¨® un suicidio para que los pol¨ªticos corrieran a apagar el fuego. Pero la indignaci¨®n ya no duraba cuando la ley resultante aprobada de urgencia ni tan siquiera hubiera podido aplicarse en el caso concreto de la mujer que se suicid¨®. Pero hasta los medios ya hab¨ªan dejado de pisar el acelerador.
Relacionar la llamada falsa de la Reina con el debate de control de la prensa brit¨¢nica es tan disparatado como esas legislaciones redactadas bajo el choque emocional de un caso reciente. De la prensa nos tienen que proteger las leyes generales y el ¨²ltimo suceso en la BBC, con la equivocada acusaci¨®n de pederastia a un pol¨ªtico retirado, nos proporciona dos claves interesantes. El medio actu¨® con presteza, acord¨® una compensaci¨®n econ¨®mica para la v¨ªctima y forz¨® la dimisi¨®n de su jefe de corporaci¨®n. Al otro lado, los miles de tuiteros que revelaron el nombre y causaron un da?o evidente, pretenden evadir su responsabilidad. Todo arreones, entre s¨ªstole y di¨¢stole, de la histeria a la indiferencia.
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