Una fantas¨ªa liberal
Ya est¨¢ aqu¨ª la tercera temporada de Treme. Ayer comenz¨® a emitirla el canal TNT, en horario para b¨²hos: domingos, a las 23.50. Esto es un aviso para los que prefieren seguirla con las voces dobladas, a¨²n sospechando que se pierden giros ling¨¹¨ªsticos y gui?os culturales.
No importa, sabemos que Treme es fiable en los detalles: en Nueva Orleans, The Times-Picayune analiza cada cap¨ªtulo de cerca y solo ha detectado m¨ªnimos errores.
No es peque?a haza?a que una ciudad tan insular admita la visi¨®n de un for¨¢neo como David Simon, aunque el autor de The wire haya contado con c¨®mplices locales. La serie transmite el amor total de un visitante que, efectivamente, se ha aplatanado o, como diagnosticaban en los d¨ªas del Imperio Brit¨¢nico, se ¡°volvi¨® nativo¡±.
Treme ofrece un fest¨ªn para mel¨®manos. Desfilan los clubes que ofrecen m¨²sica en vivo; suelen ser antros pero tienen sabor y lo que suena all¨ª compensa cualquier incomodidad. De hecho, en la tercera temporada se menciona un pelotazo inmobiliario que incluye un respetable Centro Nacional del Jazz, al estilo del Lincoln Center neoyorquino, feudo del m¨¢s poderoso exiliado de la ciudad, Wynton Marsalis.
Treme se deleita en el C¨®mo se hace. A Simon le interesan los mecanismos que permiten que funcione, de aquella manera, una ciudad tan diferente del resto de EE UU. En anteriores temporadas, supimos del trabajo que hay detr¨¢s de una de las comparsas de indios del Carnaval o del modus vivendi de los m¨²sicos locales.
Ahora seguimos contemplando c¨®mo se manejan los buitres que acudieron al reclamo de la lluvia de millones para la reconstrucci¨®n tras el Katrina. Y el laborioso proceso de un aut¨¦ntico reportaje de investigaci¨®n, con un periodista de fuera que olfatea el rastro de las haza?as de la Polic¨ªa local. Unos agentes capaces de una extraordinaria violencia, tan seguros de su impunidad que ni sienten la necesidad de invocar la excusa de la justicia extraoficial.
Adviertan que los malos est¨¢n pintados con brocha gorda. Tienen infinitamente m¨¢s espacio los buenos, que llegan a adquirir aires de santidad y representan la conciencia liberal de Simon. Podemos aceptar a Toni Bernette, la abnegada abogada que defiende los derechos civiles, pero se nos atraganta su pretendiente, el teniente Terry Colson, un madero (en todos los sentidos), aunque en esta temporada demuestra que ¡ªdespu¨¦s de todo¡ª tambi¨¦n tiene sangre caliente. Y Davis, el fan entusiasta de buena familia, es pura caricatura.
Imposible confundirse con The wire, que humanizaba incluso a los peores villanos. En Treme, sencillamente dejan caer argumentos p¨¦treos ¡ªdinero, futuro, seguridad¡ª mientras sus contrincantes despliegan un arco iris de sentimientos.
Ese buenismo tiene su equivalencia en la selecci¨®n musical: mucho jazz, rhythm and blues, rock maduro, cajun, folk, country. Inicialmente, ni rastro de la m¨²sica m¨¢s comercial que fabrica hoy Nueva Orleans: el bounce, un tipo de hip-hop r¨ªtmicamente simple, descarado en lenguaje, vulgar en bailes. En la segunda tanda se introdujo cierta presencia del rap, aunque visto como el sonido del otro lado del r¨ªo, de las tribus enemigas.
En 2005, Nik Cohn public¨® Triksta, cr¨®nica de sus (infelices) aventuras como productor de rap en Nueva Orleans. Cohn, el primer historiador de la m¨²sica pop, termina exigiendo pasar p¨¢gina, que se olviden los discos y los artistas cl¨¢sicos de Nueva Orleans. Su intenci¨®n puede resultar honorable: evitar que la ciudad se convierta en un parque tem¨¢tico.
?Un destino inevitable? Luisiana es un Estado pobre, con una econom¨ªa tercermundista: agricultura, pesca, recursos energ¨¦ticos¡y turismo. Treme supone una bendici¨®n para la imagen de Nueva Orleans. S¨ª, hay corrupci¨®n, desprecio por la vida, burocracia cerril y miseria pero tambi¨¦n gente seductora, espl¨¦ndida gastronom¨ªa, sentido de pertenencia y m¨²sica. M¨²sica eterna, a pesar de lo que diga su fecha de grabaci¨®n.
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