El arte que Adolf Hitler aniquil¨®
Alemania resucita la nueva objetividad en el 80? aniversario de la ca¨ªda de Weimar Varias muestras hacen justicia al movimiento pict¨®rico borrado por el nazismo
Machtergreifung. As¨ª denomin¨® la propaganda nazi a la ¡°toma de poder¡± de Adolf Hitler, acontecida en enero de 1933, que puso fin a la Rep¨²blica de Weimar. Y, con ella, al periodo dorado para las artes que irrumpi¨® en la fr¨¢gil Europa de entreguerras. Con el 80? aniversario de la ca¨ªda del r¨¦gimen democr¨¢tico a la vuelta de la esquina, los museos alemanes han decidido esclarecer en qu¨¦ consisti¨® el semiolvidado movimiento est¨¦tico surgido durante esa d¨¦cada y media encajada entre 1919 y el ascenso del nazismo: la llamada ¡°nueva objetividad¡±. Una exposici¨®n en el Kunstmuseum de Stuttgart inspecciona hasta el 7 de abril esta corriente aparecida en oposici¨®n a los delirios idealistas heredados del romanticismo decimon¨®nico, que se dieron de bruces con la realidad b¨¦lica del siglo posterior, y al excesivo individualismo de los pintores expresionistas.
Los creadores de la nueva objetividad, con Otto Dix y George Grosz al frente, fueron partidarios de desarrollar un arte anclado en la realidad social, que no hiciera ascos a tem¨¢ticas como la guerra y la pobreza. Y que adoptara un lenguaje formal sobrio y crudo, alejado de la desbordante emotividad y de la obsesi¨®n formalista del expresionismo. ¡°El objeto tiene que ser primordial y determinar la forma. Para m¨ª importa m¨¢s el qu¨¦ que el c¨®mo. El c¨®mo tiene que surgir de qu¨¦¡±, dej¨® dicho Dix. La mirada del pintor objetivista aspiraba a ser todav¨ªa m¨¢s precisa que la del fot¨®grafo, en un momento en que el canon se empez¨® a alejar de la subjetividad imperante, considerando que las enso?aciones del artista supon¨ªan una evasi¨®n incomprensible ante un contexto sociopol¨ªtico tirando a grave, respecto al que nadie tendr¨ªa que girar la espalda.
Desde hace unos meses, el movimiento asiste a una resurrecci¨®n en Alemania. Adem¨¢s de la muestra en Stuttgart, se acaba de organizar otra en Dresde, donde Dix ense?¨® Bellas Artes antes de ser considerado enemigo p¨²blico del nazismo, y se prepara una tercera gran exposici¨®n en Mannheim, ciudad que dio origen al movimiento a trav¨¦s de una exposici¨®n celebrada en 1925. ¡°Al margen de las efem¨¦rides, no es casualidad que la nueva objetividad vuelva ahora, en un momento de transici¨®n marcado por temas parecidos, como la crisis econ¨®mica y el aumento de la desigualdad social, cuando los ricos son todav¨ªa m¨¢s ricos y los pobres est¨¢n m¨¢s desamparados¡±, explica su comisaria, Ilka Voermann. Adem¨¢s de las exposiciones en curso, la Berlinale se sumar¨¢ a este revival en febrero con una retrospectiva sobre el cine rodado durante la Rep¨²blica de Weimar. La nueva objetividad no solo influy¨® en la pintura, sino en la pr¨¢ctica totalidad de las disciplinas art¨ªsticas, de la literatura a la arquitectura. Para oponerse al egocentrismo expresionista, Bertolt Brecht escribi¨® sus obras junto a sus actores, defendiendo el teatro como fruto de un trabajo colectivo y no como la obra magistral de un genio solitario. Alfred D?blin, que incit¨® a los escritores de su ¨¦poca a implicarse activamente en el compromiso c¨ªvico por una sociedad mejor, transcribi¨® en Berlin Alexanderplatz la vida que herv¨ªa en la metr¨®polis con m¨¦todos inspirados en el reportaje period¨ªstico de Egon Erwin Kisch, partidario de prescindir de todo sentimiento personal o l¨ªrico en la expresi¨®n literaria.
Con Dix o Grosz al frente, desarrollaron un arte anclado en la realidad social
El equivalente pict¨®rico a ese narrador omnisciente y supuestamente imparcial se encuentra en la obra de Otto Dix, que terminar¨ªa renegando del expresionismo e impulsar¨ªa la contrarreforma de la nueva objetividad a trav¨¦s de lienzos que describen el bullicio de la gran ciudad a ritmo del jazz que desembarc¨® en el Viejo Continente junto a las tropas estadounidenses. Pero la crueldad de la guerra en las trincheras, la indigencia escondida en los callejones oscuros y la miseria te?ida de frivolidad que se concentraba en los burdeles tampoco escaparon a su escrutinio. Las contradicciones de la vida urbana quedaron reflejadas en su tr¨ªptico Gro?stadt (1928), donde las clases acomodadas bailaban despreocupadamente en la imagen central, mientras que veteranos de guerra mutilados y desesperadas prostitutas callejeras ocupaban los dos laterales. Dix tambi¨¦n se har¨ªa conocido por sus retratos de la burgues¨ªa de Weimar, cuya t¨¦cnica influir¨ªa en Balthus y en Grant Wood, el celeb¨¦rrimo autor de American gothic (1930).
Por sorprendente que parezca, Dix se consideraba apol¨ªtico. Juraba que su objetivo era retratar la injusticia social, pero no necesariamente combatirla. Dijo que quer¨ªa convertirse en ¡°el ojo del mundo¡±, pero no en un l¨ªder ni un activista. ¡°De hecho, se considera que el uso de una violencia desaforada en sus escenas de guerra, que en aquel momento no era nada habitual encontrar en la pintura, respondi¨® a una voluntad m¨¢s sensacionalista que antibelicista. Dix pretend¨ªa crear un efecto est¨¦tico en el espectador, m¨¢s que despertar su conciencia¡±, apunta Ilka Voerman. Pero la distancia que Dix reivindicaba ante la tem¨¢tica elegida le servir¨ªa de poco durante la irrupci¨®n del nazismo, cuando fue listado en el inventario de ¡°artistas degenerados¡± por el r¨¦gimen. Sus obras sobre la guerra fueron juzgadas como ¡°un sabotaje militar¡± en toda regla. Dix se ver¨ªa obligado a pasar el resto de sus d¨ªas lejos de Berl¨ªn, junto al lago Constanza, donde se recicl¨® en pintor de paisajes con una carga aleg¨®rica indudable, repletos de amenazantes nubarrones y animales portadores de infortunio.
Dentro de las filas de la nueva objetividad tambi¨¦n convivieron pintores no necesariamente izquierdistas. En el fondo, lo que defini¨® al movimiento, m¨¢s que un proyecto ideol¨®gico en com¨²n, fue el calco de la realidad social y la t¨¦cnica ultrafigurativa. Por ejemplo, Rudolf Schlichter, que se hab¨ªa dado a conocer retratando los clubes de lesbianas en el Berl¨ªn de los a?os veinte, acab¨® acerc¨¢ndose al catolicismo y entablando amistad con el escritor conservador Ernst J¨¹nger, de quien pintar¨ªa un retrato un tanto homoer¨®tico. Los nazis consideraron su obra pr¨¢cticamente pornogr¨¢fica ¡ªtal vez por la influencia de sus escritos personales, que s¨ª lo eran¡ª y le prohibieron exhibir sus pinturas.
La Berlinale se sumar¨¢ con un homenaje al cine de esa ¨¦poca
Menos dificultades encontraron Christian Schad, quien se convirti¨® en uno de los retratistas m¨¢s reputados del r¨¦gimen pese a que nunca lo apoy¨® abiertamente, y Weiner Peiner, que hab¨ªa sido incluido en la seminal exposici¨®n de 1925 y luego se convertir¨ªa en uno de los artistas m¨¢s prestigiosos del nacionalsocialismo. Su cuadro Deutsche Erde (Campo alem¨¢n), retrato de una Alemania rural y depositaria de las esencias nacionales, fue entregado a Adolf Hitler como regalo poco despu¨¦s de su acceso al poder.
El prestigio intelectual del movimiento acabar¨ªa erosion¨¢ndose. Walter Benjamin, que hab¨ªa apoyado el esp¨ªritu de la nueva objetividad durante sus inicios, terminar¨ªa denigrando su oportunismo. ¡°Han transsformado la lucha contra la miseria en un art¨ªculo de consumo. Transforman la lucha pol¨ªtica hasta convertirla en objeto de una contemplaci¨®n confortable¡±, dijo en 1934. Denunciaba su t¨ªmido compromiso y actitud manifiestamente burguesa. Y, sin embargo, la actitud furibunda de los nazis al descubrir unos lienzos que dejaban a la intemperie una realidad muy poco fotog¨¦nica y encerraban una violenta inclemencia en la frontera con la s¨¢tira venenosa demuestra que la nueva objetividad molest¨®. Entre bastante y mucho.
Babelia
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