El cuento
Para alcanzar una conclusi¨®n absoluta sobre cualquier asunto se precisa una disposici¨®n favorable. Por poner un ejemplo, cuando los medios se hacen eco de alg¨²n caso de corrupci¨®n o penosa gesti¨®n de propiedades p¨²blicas, la conclusi¨®n siempre conduce a pensar que en manos de gestores privados esos desmanes podr¨ªan evitarse. Sin embargo, cuando sucede algo inverso, que nos desvelan c¨®mo tambi¨¦n empresas privadas son saqueadas por sus directivos, degradadas y utilizadas en su ¨²nico beneficio particular, no solemos concedernos la reflexi¨®n de que quiz¨¢ gestionadas como empresas p¨²blicas se habr¨ªan salvado. Es como la lluvia, que sus virtudes dependen de d¨®nde caiga, estupendo para el campo y molesto para las carreteras.
Para lograr esa disposici¨®n de mente se ha necesitado una labor machacona, a ratos tan reiterativa que ha provocado, m¨¢s que nuestro convencimiento, nuestro hast¨ªo. Ya ni queremos pensar en ello. Detr¨¢s de esa lluvia persistente puede que se explique mejor el fracaso de las protestas sanitarias en Madrid, donde con todo el personal profesional volcado en atemperar las ansias privatizadoras, el gobierno local no da ni un paso atr¨¢s y despu¨¦s de varios intentos de anestesiar la indignaci¨®n y la movilizaci¨®n con titubeantes negociaciones, sigue con su tarea aprobando presupuestos e imaginando el futuro que ellos decidieron seg¨²n un plan que no est¨¢n dispuestos a variar ni un mil¨ªmetro. Parecen convencidos de que son los pol¨ªticos los que m¨¢s entienden de medicina.
Si uno visita las plazas p¨²blicas de su ciudad en especial en las fechas navide?as, descubre que la utilizaci¨®n de los espacios de todos en favor de marcas comerciales, publicitarias y negocios privados ya no provoca ni la sospecha ni la alarma. ?Acaso la Navidad no es ponerlo todo en venta? Por poner un ejemplo, la plaza de Callao de Madrid est¨¢ entregada a las bondades de la mu?eca Barbie y su novio Ken, santos patronos subliminales de esta nueva ciudad patrocinada. Pronto ponerse malo nos conceder¨¢ el privilegio de caer en manos de la Barbie enfermera, de adentrarnos en ese mundo de color pastel y sonrisas congeladas para el que llevan d¨¦cadas prepar¨¢ndonos, desde ni?os. Las hadas madrinas no pueden ser funcionarias, eso nos ha quedado claro del cuento.
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