Hugo canta en ingl¨¦s
Tom Hooper ofrece a los incondicionales de Los miserables sobrecarga emocional, barroquismo en las formas y un avasallador sentido del star-system.
Al musical cinematogr¨¢fico le cost¨® sus buenos a?os erigirse en forma art¨ªstica aut¨®noma, liberada de sus fuentes teatrales. D¨¦cadas m¨¢s tarde, en los escenarios de Broadway y el West End, lo que podr¨ªa denominarse se populariz¨® un modelo de montaje parox¨ªstico y excesivo, empe?ado en reivindicar un sentido de espect¨¢culo de inspiraci¨®n puramente cinematogr¨¢fica: musicales que parec¨ªan sobreactuar para convertirse en pel¨ªculas en directo, con multiplicidad de escenarios y personajes, efectos de montaje y escenarios m¨®viles capaces de evocar ostentosos movimientos de c¨¢mara. Los miserables, de Sch?nberg y Bloubil ¡ªoriginalmente, una producci¨®n francesa que, en su traducci¨®n al ingl¨¦s, se transform¨® en global¡ª, uno de los incuestionables triunfos ¨¦picos de la especialidad.
Los miserables
Direcci¨®n: Tom Hooper. Int¨¦rpretes: Hugh Jackman, Russell Crowe, Anne Hathaway, Helena Bonham Carter, Amanda Seyfried. G¨¦nero: musical. Gran Breta?a, 2012. Duraci¨®n: 157 minutos.
?La adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de Tom Hooper ofrece a los incondicionales de Los miserables sobrecarga emocional, barroquismo en las formas y un avasallador sentido del star-system. Es, por tanto, dif¨ªcil que el p¨²blico ganado de antemano se sienta decepcionado: la pel¨ªcula no solo cumple, sino que uno incluso dir¨ªa que se excede en su generosidad. No obstante, la caligraf¨ªa visual del director de El discurso del Rey (2010) ¡ªcon su ret¨®rica de gran angular, su gusto por el atropellado montaje y sus imposibles movimientos de c¨¢mara¡ª plantea m¨¢s de un problema (eso s¨ª, estimulante). En ocasiones, las ¨®pticas que utiliza Hooper fuerzan tanto el plano que uno llega a temer que el marco de la pantalla se desborde de histeria.
Los defensores de esta adaptaci¨®n argumentan que la estrategia Hooper privilegia la verdad interpretativa y matiza la pomposidad del conjunto. La apuesta estil¨ªstica amplifica el efecto de las escenas corales, pero pulveriza el sentido de la comedia de n¨²meros tan contundentes como Master of the house y anula la gradaci¨®n del suspense previa a la muerte de Gavroche, que en el montaje teatral de Trevor Nunn parec¨ªa sugerir, con el giro del decorado de la barricada, un poderoso plano secuencia con gr¨²a. Curiosamente, en una pel¨ªcula tan intoxicada de grandeur, lo que m¨¢s brilla son las baladas dolientes, escenas en las que Hooper decide mantener la c¨¢mara sobre el rostro de sus int¨¦rpretes, extrayendo una fuerza que, a lo largo del metraje, parece haber estado buscando in¨²tilmente en el firmamento, con sus caprichosas ascensiones digitales a los cielos.
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