El primer sill¨®n del 13
![](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/3CWQCLHBBH7FS3PO6JD6GXCMAQ.jpg?auth=b3d36b5a4dcf992ea660bd8ac957e580ca82353980c1fd60b1c277983ec183e2&width=414)
Leo en la prensa que Amazon, la multinacional de comercio electr¨®nico, habr¨ªa eliminado en los ¨²ltimos meses miles de ¡°falsas rese?as¡± de su p¨¢gina web, a resultas de una campa?a contra el fraude en las valoraciones ¡°espont¨¢neas¡± de los libros que comercializa. Siguiendo su estrategia de extremo (y patol¨®gico) secretismo, la voraz compa?¨ªa de Seattle no ha revelado ni la cantidad, ni los m¨¦todos, ni los criterios, pero la movida se ha hecho p¨²blica a partir de los comentarios de muchos lectores. Amazon, que (atenci¨®n) ya percibe casi un tercio de cada d¨®lar gastado en productos de la industria del libro en Estados Unidos, comprendi¨® desde el principio el poder suasorio que las recomendaciones y las valoraciones (de 1 a 5 estrellas) de lectores y cr¨ªticos espont¨¢neos pod¨ªan tener en la promoci¨®n y venta de los libros. Sobre todo en una ¨¦poca en la que la auctoritas de la cr¨ªtica tradicional est¨¢ en entredicho y cualquiera puede erigirse en juez desde su propia tribuna online o desde las que interesadamente se le brindan (y conste que estoy convencido de que una parte nada desde?able de la cr¨ªtica literaria m¨¢s exigente que hoy se escribe se encuentra en la Red). En todo caso, y volviendo a Amazon, los esc¨¢ndalos no tardaron en aparecer: pronto se hizo evidente que en su web se publicaban cr¨ªticas ditir¨¢mbicas de amigos o parientes del autor y, tambi¨¦n, rese?as de escritores que alababan sus propios libros y pon¨ªan a caer de un burro los de sus colegas (como hizo el historiador Orlando Figes). Los espont¨¢neos todav¨ªa pueden concederle cero o cinco estrellas a libros que ni siquiera han le¨ªdo, y en el propio Hall of Fame de rese?istas de Amazon figura en el primer puesto la ¡°cr¨ªtica¡± Harriet Klausner, que presume de haber escrito (atenci¨®n) m¨¢s de 25.000 rese?as en Amazon y tiene su propio club de fans. Las sospechas de fraude se agravaron a¨²n m¨¢s cuando comenzaron a aparecer en la Red agencias que ofrec¨ªan a autores y editores la colocaci¨®n en las librer¨ªas online de comentarios favorables a libros concretos, incluyendo paquetes de 20 rese?as por 499 d¨®lares. Uno de los que recurri¨® a esos servicios fue John Locke (nada que ver con el padre del empirismo), c¨¦lebre durante el tiempo de un suspiro por haber sido el primer autor digital autopublicado que vendi¨® un mill¨®n de ejemplares en Amazon. En cuanto a este pa¨ªs de nuestros sobresaltos, y a pesar de que, seg¨²n los datos proporcionados por las encuestas de h¨¢bitos de lectura, las rese?as y cr¨ªticas no son ni mucho menos el primer criterio que impulsa a la compra y lectura de un libro, los editores espa?oles, que siempre han sido especialmente taca?os a la hora de pagar anuncios en los medios, siguen valorando como una variante de publicidad gratuita las cr¨ªticas y rese?as de los suyos. Por supuesto, m¨¢s las positivas, aunque lo importante sea aparecer como sea. Muchos editores est¨¢n suscritos a agencias ¡°de seguimiento de los medios¡± que les proporcionan cumplida informaci¨®n (con fotocopia incluida) de las noticias y rese?as sobre sus libros publicados en la prensa escrita. En cada una de esas fotocopias (conservo muchas en mi rebosante archivo) aparece no s¨®lo la cr¨ªtica (o noticia) completa y el nombre de su autor, sino el medio (con su tirada y difusi¨®n) en que se public¨®, la secci¨®n del peri¨®dico y el tama?o (en cent¨ªmetros cuadrados y tanto por ciento del total) que ocupa en la p¨¢gina, as¨ª como una indicaci¨®n del n¨²mero posible de lectores. Y, sobre todo, una estimaci¨®n del precio que les hubiera costado un anuncio que tuviera la misma extensi¨®n que la rese?a o noticia (y que los editores se han ahorrado). Ya ven, la picaresca impl¨ªcita en el sistema de procesamiento de la literatura puede adoptar distintas formas, complicidades y ahorros. Por eso a menudo me parece milagroso que todav¨ªa existan (tantos y tan buenos) cr¨ªticos que realizan su trabajo con independencia.
Relectura
Termin¨¦ el a?o con un inoportuno (y psicoanalizable) enfriamiento y una breve convalecencia que me vino muy bien para repasar Orgullo y prejuicio, uno de esos cl¨¢sicos que ganan en frescura con la edad. Austral ha publicado una edici¨®n conmemorativa de su bicentenario que incluye el libro y un estuche de deuved¨¦s con la adaptaci¨®n que realiz¨® para la BBC Andrew Davies, seguramente la m¨¢s fiel al esp¨ªritu de la novela de todas cuantas se han filmado. A estas alturas ya se ha dicho casi todo sobre esa magn¨ªfica comedia rom¨¢ntica de costumbres en la que se han inspirado todas las posteriores (incluyendo la muy rentable franquicia de Bridget Jones). En 1813, cuando apareci¨®, el p¨²blico (especialmente el femenino, m¨¢s consumidor de ficciones) parec¨ªa haberla estado esperando: la independiente, inteligente, divertida y rebelde Elizabeth Lizzy Bennet, su personaje central, logr¨® con su sola presencia que todas las dem¨¢s hero¨ªnas de la narrativa del primer romanticismo parecieran de cart¨®n piedra. Jane Austen hab¨ªa escrito la novela diecis¨¦is a?os antes de su publicaci¨®n, pero la hab¨ªa dejado dormir en un caj¨®n para, m¨¢s tarde, cambiarle el t¨ªtulo (se iba a llamar Primeras impresiones) y corregirla concienzudamente. Apunto la fecha de su primera composici¨®n porque hasta ahora no hab¨ªa sido del todo consciente de que el se?or Darcy, el contrapunto de Lizzy en la novela, constituye un perfecto antecedente de lo que luego se llamar¨ªa h¨¦roe byronico, a partir del protagonista de Las peregrinaciones de Childe Harold, publicado por el poeta rom¨¢ntico entre 1812 y 1818. Darcy es orgulloso, arrogante y un punto atormentado, de ¨¢nimo cambiante (a veces parece bipolar) y, sin embargo, ¨ªntegro y capaz de afectos profundos, caracter¨ªsticas todas ellas que exhibir¨¢n m¨¢s expl¨ªcitamente sus descendientes Rochester (Jean Eyre, Charlotte Bront?, 1847) y Heathcliff (Cumbres borrascosas, Emily Bront?, 1847). Reconozco que esos rasgos byronianos del se?or Darcy est¨¢n m¨¢s enfatizados en la versi¨®n televisiva de la novela y se apoyan en la excelente interpretaci¨®n del personaje que consigue Colin Firth, que se muestra permanentemente malcontento. El pack de Austral se vende por 19,90 euros.
Epifan¨ªas
A estos Reyes Magos que llegan sin camellos (se han visto obligados a empe?arlos al entrar en la Pen¨ªnsula) y abrumados por el peso del carb¨®n destinado a tanto Gobierno de recorta y tentetieso, solo les he pedido que consigan que se largue Ignacio Gonz¨¢lez, el ¨²ltimo azote que nos dej¨® a los ciudadanos de Madrid la se?ora Aguirre, la (otra) c¨®lera de Dios. Cada vez que abre la boca y produce una de sus bober¨ªas extremo-derechosas me dan vengativas ganas de promocionar dentro del ¨¢mbito madrile?o la APHLVI (Asociaci¨®n Para Hacerle La Vida Imposible). A prop¨®sito de los Reyes Magos tengo un deseo y una certeza. El deseo es que, a pesar de su penuria, traigan buenos libros para los buenos lectores. La certeza es que, a partir del d¨ªa 8, el n¨²mero de ejemplares devueltos a los editores batir¨¢ todos los r¨¦cords hist¨®ricos. A lo mejor en el a?o 13 de este milenio aprenden a contenerse un poco.
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