El hombre que hizo de Montreux un referente del jazz

Claude Nobs logr¨® convertirse en el suizo de habla francesa m¨¢s conocido mundialmente, llevando de paso el nombre de su diminuta ciudad a los cuatro confines del globo como sin¨®nimo de excelencia musical. El fundador y director del Montreux Jazz Festival muri¨® el pasado jueves tras un par de semanas en coma al sufrir un accidente haciendo esqu¨ª.

Nada predestinaba al modesto hijo de panadero nacido en Territet en 1936, definido por Quincy Jones como ¡°uno de los mayores promotores culturales de la historia¡±, a convertirse en leyenda. Pero su aventura comienza en la Oficina de Turismo de su ciudad a fines de los a?os sesenta. Es all¨ª que Nobs tiene la (descabellada) idea de crear un festival de jazz.

¡°Yo ten¨ªa un sue?o¡±, coment¨® al cronista, ¡°y era que mi peque?a ciudad fuera conocida en los Estados Unidos¡±. Pero sus comienzos fueron modestos. La primera edici¨®n del Montreux Jazz Festival tuvo lugar en 1967 y convoc¨® a 600 espectadores. En su ¨²ltima edici¨®n, atrajo la friolera de 260.000 personas.

En el origen del mito Montreux se halla un encuentro providencial: el que llevar¨ªa al joven Nobs a obtener la confianza de Nesuhi Ertegun, patr¨®n de Atlantic Records. El empresario le abrir¨ªa las puertas del mercado norteamericano y as¨ª se lograr¨ªa lo imposible: que vengan a la lujosa estaci¨®n balnearia de la Riviera suiza desde Neil Young hasta Aretha Franklin, y desde Quincy Jones o Prince a David Bowie pasando por B.B.King o Miles Davis.

El trompetista merece una menci¨®n especial dados los lazos que le unieron a Claude Nobs y el festival. Montreux a¨²n recuerda el concierto que el 8 de julio de 1991 Miles Davis diera junto a Quincy Jones reinterpretando los colosales arreglos de Gil Evans para los discos Sketches of Spain, Miles Ahead y Porgy & Bess. Esa sesi¨®n ser¨ªa el testamento musical de Davis, que morir¨ªa dos meses m¨¢s tarde. Seg¨²n comentaba Nobs, se hicieron amigos por una camisa. ¡°A Miles le gustaba una de mis camisas. Me la quit¨¦ y se la ofrec¨ª, lo cual le pareci¨® alucinante¡±, explic¨®. Un gusto por el detalle personal marca de la casa.

Pero otros discos hist¨®ricos vieron la luz en Montreux: desde Bill Evans o Elis Regina con Hermeto Pascoal pasando por Jim Hall, Wayne Shorter y Michel Petrucciani hasta Astor Piazzolla con Gary Burton. Y es que lo que hizo la gloria de Montreux en sus a?os dorados fue que los suizos consiguieron producir momentos musicales ¨²nicos e irrepetibles.

De hecho, la fundaci¨®n del Festival guarda en salas especiales un tesoro protegido contra fuego y terremotos: se trata de la base de datos audio y v¨ªdeo con sus m¨¢s de 40 a?os de historia. Esta colecci¨®n constituye, seg¨²n el diario Le Temps, ¡°el m¨¢s importante testimonio de m¨²sica en vivo jam¨¢s grabado en el marco de un s¨®lo y ¨²nico festival¡±.

Una an¨¦cdota bien conocida entre los mel¨®manos es que Nobs es parte del cl¨¢sico del rock Smoke on the water, de Deep Purple. Tan es as¨ª, que el humo del que habla la canci¨®n es el del incendio que arras¨® el Casino de Montreux en 1971. Cuenta la leyenda que los Deep Purple pensaban que el tema no val¨ªa gran cosa, y que fue Nobs quien insisti¨® en que publicaran la maqueta. De m¨¢s est¨¢ aclarar que el funky Claude mencionado en la letra no es otro que Nobs. Y es que no era nada raro ver a este hombre de m¨¢s de 70 a?os saltando al escenario del Jazz Caf¨¦ a las cuatro de la ma?ana para una jam session entre amigos.

Pero ahora los observadores comentan que no ser¨¢ f¨¢cil reemplazar al incombustible padre del festival. De hecho, voces cr¨ªticas destacan lo previsible de las ¨²ltimas programaciones, los elevados precios y una cierta falta de visi¨®n estrat¨¦gica. La persona que reemplaza a Claude Nobs en la direcci¨®n es Mathieu Jaton. Formado a la sombra de Nobs, sobre los hombros de este gestor recae la colosal tarea de mantener el list¨®n impuesto por Nobs, aguantar la competencia de otros festivales y de satisfacer las (cada vez) mayores exigencias de los sponsors. Sin duda, una tarea nada f¨¢cil.