La cultura despierta en Marsella
La ciudad francesa se convierte en capital europea durante un a?o mirando al Mediterr¨¢neo y enfrent¨¢ndose a los estereotipos que ensucian su imagen
Tras cuatro a?os de ardua preparaci¨®n, un millar de proyectos examinados y una inversi¨®n p¨²blica cercana a los 600 millones de euros, Marsella se convirti¨® ayer en capital europea de la cultura. Habr¨¢ sido un largo y tortuoso camino, con conflictos incesantes dentro de su organizaci¨®n, acusaciones de faraonismo a sus responsables y la sospecha creciente de que la ciudad no estar¨ªa a la altura de las circunstancias, incluso en boca de unos aut¨®ctonos que reconocen que autodenigrarse forma parte del car¨¢cter local.
Pero los marselleses se echaron en masa a la calle para participar en la ceremonia de apertura, a la que fueron invitados con la consigna de gritar durante cinco minutos a las siete de la tarde. A ese clamor popular se sumaron las sirenas de las casernas y las campanas de las iglesias. La cuesti¨®n era hacer ruido, para demostrar que Marsella posee una vitalidad que muchos le niegan.
La ciudad est¨¢ decidida a plantar cara a los que ensucian su reputaci¨®n y demostrar que vale m¨¢s de lo que insin¨²an los chistes parisinos, empe?ados en tratar a los marselleses como exagerados patol¨®gicos con tendencia irrefrenable a la asociaci¨®n en banda armada. ¡°La mala reputaci¨®n de Marsella es injusta. Tenemos 2.600 a?os de historia, una identidad multicultural como pocas ciudades y una facilidad natural para acoger al extranjero. Que solo se hable de ajustes de cuentas entre traficantes de droga es un sinsentido¡±, respond¨ªa ayer el alcalde de la ciudad, el conservador Jean-Claude Gaudin. Adem¨¢s de seducir a hordas de visitantes, Marsella aspira a dinamizar una escena cultural acusada de estar adormecida, cuando no de resultar directamente narc¨®tica.
Y... Ko?ice
[TXT-DESPI]Desde 2001, el Consejo Europeo atribuye la capitalidad europea a dos ciudades a la vez, emplazadas a lucir vida cultural ante el resto del continente e incitadas a renovar sus infraestructuras. Este a?o, Marsella comparte el honor con Ko?ice, la segunda ciudad de Eslovaquia. Capital de la metalurgia con pasado austroh¨²ngaro, dar¨¢ el pistoletazo de salida el pr¨®ximo fin de semana a su programaci¨®n, que incluye desde una exposici¨®n sobre las vanguardias eslovacas hasta la transformaci¨®n de una piscina en centro cultural, lecturas de autores europeos en lugares ins¨®litos o un concierto de Jamiroquai.
Si era cierto, la ciudad ha decidido despertar de su sue?o. Lo har¨¢ con un programa de 500 exposiciones y actividades, acompa?adas de un extenso programa de renovaci¨®n urban¨ªstica. En primera l¨ªnea de mar, se inaugurar¨¢n museos de primer orden con la voluntad de terminar con su hist¨®rico retraso en infraestructuras, consecuencia del secular centralismo franc¨¦s. ¡°No era normal que la segunda ciudad francesa dispusiera de tan pocos equipamientos para la cultura¡±, explica Jean-Fran?ois Chougnet, director general de la plataforma que ha orquestado los actos de la capitalidad. Chougnet ha ideado una programaci¨®n ¡°que mira hacia el Mediterr¨¢neo y sus distintas culturas¡±, a imagen y semejanza de la ciudad, con el sue?o de recuperar el atractivo del que goz¨® a principios de los noventa. ¡°Hay que volver a generar una movida marsellesa¡±, sonr¨ªe el programador.
La mayor¨ªa de los nuevos espacios fueron proyectados antes de la concesi¨®n de la capitalidad, pero ser¨¢n terminados a tiempo para darle m¨¢s brillo. El m¨¢s esperado es el Mucem, nuevo Museo de las Civilizaciones de Europa y del Mediterr¨¢neo, a¨²n inacabado y que abrir¨¢ en mayo. Se trata de un espectacular cubo de cristal protegido por un cautivador arabesco, proyectado por el arquitecto marsell¨¦s Rudy Ricciotti, cuyo proyecto bati¨® a los de Rem Koolhas y Zaha Hadid. ¡°Mi edificio aspira a proporcionar un poco de serenidad a una ciudad perjudicada por sus pol¨ªticos nefastos, por una econom¨ªa catastr¨®fica y por el habitual ba?o de sangre¡±, asegura Ricciotti. Sin embargo, no quiere o¨ªr hablar de un posible efecto Bilbao: ¡°El Guggenheim es un acto de colonizaci¨®n, mientras que mi proyecto supone una alternativa a la hegemon¨ªa anglosajona. Ha sido construido por obreros y materiales locales y aspira a redistribuir en Marsella los beneficios que logre generar¡±. Enemistado con las autoridades locales, Ricciotti apoya al grupo de artistas marselleses rechazados por la organizaci¨®n, que conducir¨¢n un programa off este a?o.
En las inmediaciones del Mucem se erige la espectacular Villa Mediterran¨¦e, centro con forma de trampol¨ªn pensado para muestras sobre asuntos pol¨ªticos y sociales de la cuenca mediterr¨¢nea. Los antiguos almacenes portuarios del J1 han sido transformados en gigantesco espacio de exposiciones temporales. Y, en el empobrecido barrio obrero de la Belle-de-Mai, la antigua f¨¢brica de tabaco de La Friche ha sido renovada y ampliada. Su primera exposici¨®n invita a 40 artistas ¡ªentre otros, Mona Hatoum, Kader Attia o el bilba¨ªno Javier P¨¦rez¡ª a reflexionar sobre asuntos inherentes a su geolocalizaci¨®n, como la guerra y el exilio; el di¨¢logo intercultural y la mutabilidad identitaria. ¡°No importa d¨®nde hayamos nacido. En el fondo, todo venimos del mismo mar¡±, sosten¨ªa ayer la artista francesa Annette Messager, otra invitada a una cita que aspira a cambiar el rostro de Marsella para siempre. Los esc¨¦pticos se acumulan, pero nadie parece quer¨¦rselo perder.
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