Esclavos
Spielberg y Tarantino giran sus c¨¢maras a la esclavitud del XIX. Nadie volvi¨® nunca al puerto de Ben¨ªn. Ya no hay esclavos, pero s¨ª parias. Y humillados
Si miran el palmar¨¦s de los Globos de Oro, o la lista de candidatos a los Oscar, ver¨¢n que no se lleva mucho la fantas¨ªa. Al cine le toca visitar la historia, los grandes conflictos. Spielberg y Tarantino coinciden en girar sus c¨¢maras hacia la esclavitud en la Norteam¨¦rica del XIX. Lo hacen con Lincoln, el presidente que gan¨® una guerra para tener un pa¨ªs de hombres libres, y con Django desencadenado, sobre la venganza de un esclavo contra su amo en el profundo sur. Kerry Washington, que hace un papel terrible de mujer vejada, comenta: "Se ha mostrado la vida de los esclavos con romanticismo, como diciendo que no los trataban tan mal. No era as¨ª". Claro que no, y tras ganar la libertad tardaron otro siglo en poder montar en los mismos autobuses que los blancos.
Ya no hay esclavos, sino sin papeles, y se les explota por pocos euros, pero sin derecho a azotarlos ni a matarlos. En el documental La puerta de no retorno (en Canal +), el director Santiago Zannou lleva a su padre Alphonse a su Ben¨ªn de origen, que no hab¨ªa pisado en 40 a?os. All¨ª busca la paz con sus antepasados y acaba reflexionando con su hermana en el puerto del que part¨ªan los barcos negreros y adonde nadie volvi¨® jam¨¢s. "Se los llevaron a cambio de vajillas y tabaco. Los vendieron y el precio no era muy alto. Desde esta puerta sal¨ªan los esclavos para no volver. Hoy d¨ªa ser negro sigue siendo muy dificil".
Ya no hay esclavitud, pero s¨ª esclavizados en talleres clandestinos, en burdeles de carretera o entre los pl¨¢sticos de los invernaderos. Con la novedad de que el empobrecimiento de los nativos va igual¨¢ndonos por abajo. No hay esclavitud pero los parias siguen teniendo que pelear duro. Entre la aparente resignaci¨®n cunde el ejemplo de la plaza Tahrir, desde la ira de las mujeres indias por las violaciones impunes a los indignados griegos o las mareas de todos los colores aqu¨ª. Vecinos de pueblos peque?os se han levantado porque les quieren quitar las urgencias, que es como decirles que sus vidas valen menos. Irritan los indultos caprichosos, los ¨¢ticos sospechosos en tiempos de desahucios, la pasta en Suiza, el "que se jodan". Al chamuscado ciudadano solo le faltaba saber que sus l¨ªderes se repartieron sobres malolientes durante d¨¦cadas para sentirse humillado.
Ya no hay esclavitud. Ahora todos como aquellos negros. Menos los amos del cotarro.
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