Kostas Vaxevanis: ¡°En Europa solo se tiene un respeto religioso por los bancos. Eso pone en riesgo la libertad¡±
El periodista que public¨® la lista de 2.059 evasores fiscales griegos, invitado de lujo de la BCN Negra
El perro ladr¨® distinto. Le despert¨®, claro. Las tres de la ma?ana. Una mirada al jard¨ªn: dentro, un desconocido merodeando junto a la puerta. Llamada a la polic¨ªa. Retraso an¨®malo: no encontraban, dicen, la direcci¨®n. Los agentes hablan con el hombre de las sombras, tras lo cual aparecen cuatro individuos m¨¢s escondidos entre los matorrales. Intercambio inaudible de palabras. Al final, un oficial se dirige al due?o de la casa, casi con humor negro: ¡°No se preocupe, ven¨ªan a por su dinero, como los ¨²ltimos robos en otras casa cercanas¡±. M¨¢s de dos meses despu¨¦s, el informe policial no ha esclarecido el asalto, ni ha conllevado proceso alguno para nadie.
El episodio podr¨ªa oler a corrupci¨®n policial o a trama de novela negra cl¨¢sica si no fuera real como la vida misma y el sujeto al que asaltaran su casa no se tratara de Kostas Vaxevanis (Lesbos, 1966), el periodista griego al que se le ocurri¨® publicar en su revista Hot Doc la lista de los 2.059 evasores fiscales de su pa¨ªs, relaci¨®n facilitada al gobierno hel¨¦nico por la hoy directora del FMI cuando era ministra de Econom¨ªa francesa que tres gobiernos consecutivos olvidaron o extraviaron y que a ¨¦l le cost¨® su detenci¨®n por parte del propio estado el pasado 28 de octubre.
De complexi¨®n fuerte, tez morena y mirada seca, Vaxevanis, potencial detective, se arremanga estos d¨ªas en Barcelona invitado por el encuentro BCN Negra, que tiene la costumbre de dar voz (Roberto Saviano, Baltasar Garz¨®n¡) ¡°a los injustamente perseguidos por hacer justicia¡±, como resume el comisario del evento, Paco Camarasa. Lo ha hecho junto a los periodistas y escritores Jos¨¦ Mart¨ª G¨®mez, Ernesto Ek¨¢izer, Misha Glenny y Carles Qu¨ªlez. La corrupci¨®n, claro, ha sido el hilo de la mesa redonda.
Vaxevanis (que ha tomado ¡°algunas medidas privadas¡± de seguridad personal ante la falta de protecci¨®n oficial) sabe que es un combatiente de una batalla europea t¨¢cita pero sin cuartel. ¡°En Europa hay una guerra entre los que defienden que la econom¨ªa debe marcar las pautas pol¨ªticas y los que creen lo contrario¡±. Y ah¨ª est¨¢ ¨¦l: ¡°Lo que me ha ocurrido es fruto de la presi¨®n de ese encontronazo sobre los derechos humanos en esta Europa que no es m¨¢s que una uni¨®n artificial donde el Sur del continente est¨¢ literalmente en el precipicio mientras el Norte sigue aumentando sus ganancias, donde se nos culpa a todos de tener responsabilidades pero s¨®lo se tiene un respeto religioso por los bancos y conglomerados empresariales, a los que se les salva con una cantidad de dinero que se le niega a gente que lo pasa fatal; ese marco pone en peligro la libertad en Europa¡±, sentencia con frases telegr¨¢ficas pero muy seguidas, de construcci¨®n breve y tono contundente.
¡°Lo de la lista Lagarde es una comedia griega: ministros grabando ese listado en un l¨¢piz de memoria que luego dec¨ªan haber extraviado o que, tras ser requerida oficialmente por el gobierno siguiente, resultaba que se la hab¨ªan llevado a casa aunque no era importante, dec¨ªan¡ Y luego se acuerda matar al mensajero¡ La democracia es como una bicicleta: si no pedaleas, se cae, y Grecia ya hace tiempo que se ha ca¨ªdo de la bicicleta de la democracia¡±, ilustra Vaxevanis.
El periodista alerta de que lo que ocurre en Grecia es solo la punta de lanza de lo que vendr¨¢ en otros pa¨ªses. Y dibuja tres patas de corrupci¨®n, como m¨ªnimo, en su pa¨ªs: ¡°Una base de empresarios con relaciones muy estrechas con el Estado, del que se aprovechan; unos pol¨ªticos que refuerzan ese poder y que van corrigiendo y tapando agujeros en favor de aquellos a partir de reformar leyes y un periodismo que ya no hace su trabajo; s¨®lo hablan algunos que est¨¢n fuera del sistema y que son f¨¢ciles de meter en un punto de mira¡±. Y como si quisiera marcar claramente de qu¨¦ lado est¨¢, de su macuto amarillo Vaxevanis saca las fotograf¨ªas de cuatro j¨®venes griegos detenidos este pasado fin de semana, con sus rostros hinchados por las palizas propinadas por la polic¨ªa y que contrastan con las fichas difundidas, donde un burdo trabajo de retoques ha hecho desaparecer los indicios de violencia.
Tambi¨¦n describe con precisi¨®n los estados de ¨¢nimo que conlleva esta nueva situaci¨®n: ¡°Pasamos primero de la curiosidad de c¨®mo afrontar una crisis as¨ª a que se nos hace sentir culpables por un supuesto ritmo de vida que hemos llevado, para pasar a la ira y, finalmente, al miedo; nuestro miedo les hace m¨¢s fuertes¡±.
No fue nadie de los millares de los poderosos presuntos evasores fiscales que aparecen en la lista el que se querell¨® contra Vaxevanis sino la fiscal¨ªa del estado, juicio que a¨²n sigue su sorprendentemente r¨¢pido curso. Y que hace saltar todas las dudas democr¨¢ticas posibles. ¡°No, no me pregunte qui¨¦n gobierna en Grecia porque no lo s¨¦. Lo de hoy es un h¨ªbrido de democracia, donde de ella solo queda el juego, la parafernalia: la votaci¨®n, los partidos¡ pero despu¨¦s se hace lo que se quiere con las leyes¡±. ?Y c¨®mo responde la ciudadan¨ªa griega? ¡°La gente se ha olvidado de trabajar y comportarse como ciudadanos; se ha impuesto el acomodamiento personal, se ha ca¨ªdo en la trampa de los sueldos, las vacaciones, la compra de la casa y le coche¡ Y as¨ª se hace dif¨ªcil reaccionar, cuestionar¡ Adem¨¢s, estamos ya en la fase del miedo, que telecontrola a la gente: as¨ª fuimos a la votaci¨®n sobre si nos sal¨ªamos de Europa; por miedo, no lo hicimos, y ahora buscamos los euros para pagar poder seguir en esa Europa¡±.
El creciente incremento de la extrema derecha en Grecia no le preocupa tanto en s¨ª como la trastienda de ese fen¨®meno. ¡°Lo preocupante es su doble discurso: el que venden en la calle y el que hacen en el parlamento, donde han votado todas las leyes a favor de los empresarios o han conseguido cambiar la agenda y el primer tema de debate sea hoy la seguridad ciudadana¡ Se est¨¢ repitiendo el esquema que se dio en Italia en los a?os setenta: establecer una pol¨ªtica de tensi¨®n, dejar que se instale para as¨ª reclamar y hacer necesaria una pol¨ªtica de mano dura¡±.
Lector de Petros M¨¢rkaris (¡°dice muchas verdades de la Grecia de hoy bajo sus novelas negras¡±), Vaxevanis ya ha logrado que el equipo de investigaci¨®n de su revista sepa la identidad de los cinco miembros que asaltaron (?con qu¨¦ fines: asustarle, matarle?) su casa. Hot doc vendi¨® 85.000 ejemplares del n¨²mero en el que hizo p¨²blica la lista de morosos fiscales. ?Cu¨¢ntos vende desde entonces? ¡°Lo mismo que antes del esc¨¢ndalo: 25.000¡¡±. Dice mucho de la ciudadan¨ªa, ?no? ¡°Bueno, es as¨ª, hay que seguir luchando para cambiar eso¡±. Arremangado, la camisa a cuadros, el fulard al cuello y la bandolera, Vaxevanis, particular detective contra la corrupci¨®n, parece presto al combate.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.