Los misterios de un genio del grabado
La Biblioteca Nacional muestra los buriles, xilograf¨ªas y aguafuertes de Durero Las obras est¨¢s atesoradas en sus fondos y habitualmente ocultas
El arte del grabado, con su lenguaje de alta precisi¨®n, la man¨ªaca adoraci¨®n por el detalle y esa perfecci¨®n abismal, siempre ofreci¨® la tentaci¨®n de la c¨¢bala, del mensaje oculto, de la conspiraci¨®n tallada a golpe de buril. Buen ejemplo de ello es el conjunto de aguafuertes, xilograf¨ªas, estampas y libros que nos dej¨® Durero (1471-1528), de las que la Biblioteca Nacional ofrece hasta el 5 de mayo una selecci¨®n de 122 piezas en una exposici¨®n montada a partir de su colecci¨®n, una de las m¨¢s destacadas del mundo y habitualmente oculta.
Basta cruzar las salas y caminar directamente hacia el tr¨ªo com¨²nmente llamado ¡°las obras maestras del buril¡±, formado por El caballero, la muerte y el diablo, La Melancol¨ªa y San Jer¨®nimo (tambi¨¦n conocido este ¨²ltimo como ¡°las Meninas del grabado¡±).M¨¢s all¨¢ de los misterios puramente art¨ªsticos (marcan el abandono pleno del lenguaje g¨®tico alem¨¢n para abrazar el renacentista), abundan los enigmas de otra naturaleza: ?Quiso Durero realizar con ellos un estudio de los temperamentos del hombre, como sugiere el t¨ªtulo del segundo o la S, inicial de sangu¨ªneo, colocada al lado de la fecha del primero? Si as¨ª fue, ?por qu¨¦ no concluy¨® o prefiri¨® no conservar el cuarto, el col¨¦rico? ?Qu¨¦ significa el uno en n¨²mero romano que acompa?a a la palabra Melencolia? Y sobre todo¡ ?Qu¨¦ clase de acertijo pretendi¨® plantear y no resolver el artista con el cuadro m¨¢gico que hay sobre la cabeza de la mujer alada y cuyas filas, columnas y diagonales siempre suman 34?
Aquellos tiempos, el cambio entre el siglo XV y el XVI, eran desde luego propicios para las preguntas sin respuesta. Sociedades secretas de anabaptistas practicaban a escondidas el bautismo de los adultos, nac¨ªan cerdos de dos cabezas, desde Oriente llegaban unas bestias nunca vistas en Europa llamadas rinocerontes y todo lo inundaba el temor milenarista ante la inminente redondez del a?o 1500. Las sacudidas de una era convulsa no fueron ajenas a la labor de Durero como grabador, que Concha Huidobro, comisaria de la muestra, que antes de aterrizar en la Biblioteca Nacional estuvo en Tenerife el Espacio Cultural Cajacanarias (patrocinadores de la cita), desliga completamente de la faceta como pintor del artista (para apreciarla, lo mejor ser¨¢ acercarse al Prado o viajar a la Alte Pinakotheke de M¨²nich).
Esa labor la desarrollar¨ªa sobre todo cuando se mantuvo gracias a una pensi¨®n del emperador Maximiliano, que luego, a su muerte en 1519, ver¨ªa renovada por Carlos V. Por lo dem¨¢s, el grabado (que no siempre adquiri¨® tintes esot¨¦ricos; tambi¨¦n hay abundantes muestras de su costumbrismo) era una respetable forma de vida para Durero. A partir de un buril, por ejemplo, en su taller se hac¨ªan ediciones de entre 300 y 500 ejemplares.
La exposici¨®n tambi¨¦n ubica su trabajo en el contexto hist¨®rico. Se incluye al principio del recorrido cronol¨®gico una muestra de las diferentes escuelas del grabado en aquella Alemania: en N¨²remberg, Augsburgo, Basilea, Estrasburgo o Sajonia se repart¨ªa el trabajo de artistas como Hans Holbein, Lucas Cranach, Hans Baldung, Albrecht Aldorfer o los Behan, Pencz y el resto de la Escuela de los peque?os maestros, as¨ª llamados, no por su genio disminuido, sino por el tama?o de las obras que acomet¨ªan.
Despu¨¦s, el recorrido serpentea por la vida de Durero y su esposa Agnes, que no tuvieron descendencia, por sus viajes de formaci¨®n (Italia) o negocios (Pa¨ªses Bajos) y por los libros que le dieron fama: su sobrecogedora interpretaci¨®n del Apocalipsis o el meticuloso tratado De la simetr¨ªa del cuerpo humano, que resultar¨ªa p¨®stumo.
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