Resurrecci¨®n de plomo
'La jungla, un buen d¨ªa para morir' es una pel¨ªcula levantada sobre la nostalgia por esos viejos ¨®rdenes mundiales
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Cuando John McClane aparece por primera vez en pantalla en esta quinta entrega de la serie iniciada por La jungla de cristal (1988), una fotograf¨ªa del presidente Obama decora la pared del fondo de la habitaci¨®n donde el h¨¦roe ha estado realizando sus pr¨¢cticas de tiro. La coincidencia de Obama y?McClane en la misma imagen parece una incongruencia, casi una paradoja temporal. El paso del tiempo condiciona el tono y el discurso de La jungla, un buen d¨ªa para morir como ya lo hizo en la anterior entrega de la franquicia: La jungla 4.0 (2007), donde el h¨¦roe anal¨®gico encontraba a su buddy en la figura de un hacker, mientras ambos recorr¨ªan los devastadores efectos de un apocalipsis virtual. Hay, no obstante, una diferencia sustancial: all¨ª, Bruce Willis, ejercitando su condici¨®n de estrella a pleno rendimiento, lograba imponerse a la impersonal metodolog¨ªa de un director, Len Wiseman, un mero operario. Aqu¨ª la apat¨ªa y la palpable falta de imaginaci¨®n del operario al cargo, John Moore ¡ªdirector de remakes incapacitados para hacer sombra a sus modelos como El vuelo del F¨¦nix (2004) y La profec¨ªa (2006) y de una pel¨ªcula-videojuego, Max Payne(2008)¡ª, parecen hacer mella en la energ¨ªa de la estrella.
LA JUNGLA, UN BUEN D?A PARA MORIR
Direcci¨®n: John Moore.
Int¨¦rpretes: Bruce Willis, Jai Courtney, Sebastian Koch, Mary Elizabeth Winstead, Radivoje Bukvic.
G¨¦nero: acci¨®n. Estados Unidos, 2013.
Duraci¨®n: 97 minutos.
La jungla, un buen d¨ªa para morir es, como Salt (2010), una pel¨ªcula levantada sobre la nostalgia por esos viejos ¨®rdenes mundiales donde el ruso se erig¨ªa en perfecto villano de opereta. Aqu¨ª, McClane, que tuvo en el Samuel L. Jackson de Jungla de cristal. La venganza (1995) y en el Justin Long de La jungla 4.0 a sus m¨¢s explosivas parejas c¨®micas, se ve obligado a compaginar el fren¨¦tico encadenado de secuencias de acci¨®n con una reconciliaci¨®n paterno-filial que, quiz¨¢, encierre la sugerencia de un relevo tan improbable como el que encarn¨®, de manera ef¨ªmera, Shia LaBeouf en el negociado Indiana Jones.
Los cielos plomizos de Mosc¨² y Chern¨®bil, que parecen aplastar la acci¨®n, condicionan el tono de un conjunto donde las caracter¨ªsticas frases ingeniosas de?McClane caen como balas de fogueo en un festival pirot¨¦cnico vaciado de carisma.
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