Carri¨®n: ¡°Haces el milagro de ser otro¡±
El actor protagoniza 'La amante inglesa', de Margueritte Duras y dirigida por Natalia Men¨¦ndez, en el Matadero de Madrid
Va y viene en metro, vestido de oscuro, m¨¢s joven que su edad (Valladolid, 1950); pero cuando entra en el escenario del Matadero vestido de Pedro Lannes (una chaqueta como de Kafka, un pantal¨®n oscuro y humilde) y toca una silla como si tratara de contagiarle su cansancio, Jos¨¦ Pedro Carri¨®n es ya ese campesino hastiado cuya mujer acaba de asesinar a una pariente. Es un actor, y es un maestro de actores. Viajaba con su propia obra (J¨²bilo terminal, que protagoniza con su mujer, Valerie Tellechia, vasca de Lanzarote) cuando lo llam¨® Natalia Men¨¦ndez para representar en La amante inglesa (Margueritte Duras) el papel que ten¨ªa adjudicado Jos¨¦ Sancho, enfermo de las cuerdas vocales.
En el escenario Carri¨®n es Lannes, aquel hombre cansado, un funcionario menor del Estado franc¨¦s sobre cuyos hombros cae el hast¨ªo de la posguerra y una pesadilla que la justicia se empe?a en desbrozar. El suceso que narra la obra de la Duras pas¨®. Carri¨®n/Lannes contribuye a que parezca que sigue pasando.
El actor es descendiente de rojos represaliados que desde que ten¨ªa diez a?os vive en Madrid; alg¨²n d¨ªa se encontr¨® con c¨®micos, ¡°y con ellos sigo¡±; aprendi¨® de Fernando Fern¨¢n-G¨®mez, de Adolfo Marsillach¡, ¡°que el teatro es palabra, y que la base de un actor es la palabra, y ¨¦sta peligra, se seca con la t¨¦cnica¡±. Esta obra de Duras ¡°es palabra, por eso me atrae, y por eso se me ve en seguida en el papel que requiere¡±.
Es la esencia de actuar: ser otro. ¡°Para llegar a eso tienes que reducir el estercolero de la t¨¦cnica; si lo haces as¨ª, en seguida que dices sus palabras ya eres el personaje. Porque las palabras tienen algo dentro, en la raz¨®n, en la mente, son el dardo del que hablaba el inolvidable L¨¢zaro Carreter¡ La palabra es el poder del actor. Qu¨¦ pena que el individualismo se haya comido el sentido de cuerpo social de nuestro oficio que consiste precisamente en eso: en compartir la palabra¡±.
El teatro es, adem¨¢s, educaci¨®n, humanismo, explicaci¨®n de lo aprendido. ¡°Y la educaci¨®n no se est¨¢ usando para que contribuya a aumentar el inter¨¦s por el teatro. Se est¨¢ divulgando una idea penosa de los actores, que somos gente de mala vida, que somos unos aprovechados, y de ese modo se est¨¢ distanciando el teatro de la sociedad. Creen que somos unos se?oritos de mal vivir¡±. Y el teatro es esencial para transmitir ¡°la necesidad de transformar la sociedad; es un espejo de la naturaleza, manifiesta las virtudes que ve¨ªa Shakespeare en su ejercicio. Como dec¨ªa mi maestro William Layton, vuelve reflexi¨®n lo que est¨¢s viviendo, lo que est¨¢s haciendo¡±.
En este caso concreto, La amante inglesa es ¡°una obra que habla de la conciencia, y tambi¨¦n de la conciencia en la que vivimos. Ah¨ª se produce un crimen, buscan una causa. Vivimos, en la realidad, la evidencia de muchas responsabilidades de las que nadie toma nota, por cuyas causas nadie pregunta. ?Aqu¨ª solo dimite el Papa!¡±.
En La amante inglesa los hechos son palabras, los actores (Carri¨®n, Gloria Mu?oz, Jos¨¦ Luis Torrijo) le dan encarnadura a esa conciencia. ¡°Pero todo es palabra¡±. Carri¨®n se re¨²ne en un espacio, Vivero, con 40 actores o aspirantes a serlo, cada semana, ¡°buscando entre todos el sentido de las palabras, para representar la realidad, para ser otros¡±. ¡°El nuestro¡±, dice, ¡°es un oficio, una artesan¨ªa, un arte sagrado, todo a la vez, todo junto. El teatro es crisis, es pelea, es contradicci¨®n. Y nos ha de hallar peleando, aun en esta crisis que nos est¨¢ cansando a todos, hasta el punto de que algunos mueren por ella¡±.
Para llevar a cabo el oficio, ¡°hay que leer; el actor que sabe leer sabe actuar¡±. A los 28 a?os se puso en el cuerpo del personaje principal de T¨ªo Vania, de Chejov; ¡°ah¨ª interpret¨¦ lo que me ense?aron maestros: Layton, Plaza, Strasberg, Taraborelli, Narros... Esa ense?anza era simplificar la relaci¨®n con el autor y con el texto; ser t¨² mismo habiendo sido otro¡±.
El tiempo lo ha ido convirtiendo en ese actor que estos d¨ªas se cambia de ropa, entra en un escenario, toca una silla de determinada manera y ya es otro. ¡°F¨ªjate: en el estreno iba hacia el Matadero, en el taxi, y me fui fijando en el conductor, su manera de hablar, su ropa. Lo fui mirando. Y me dije: ?Este es Pedro Lannes! El taxista fue mi inspiraci¨®n, ahora all¨¢ arriba soy aquel taxista que me pareci¨® que era Lannes¡±.
?l hace teatro mirando. ¡°Es que en esencia lo que haces es el milagro de ser otro¡±. Esa vocaci¨®n, encontrarse en otro, conduce su trabajo. ¡°Y solo encuentro razones para seguir siendo actor¡±.
Cuando se va, con su sombrero negro, caminando por Recoletos, tiene a¨²n los andares que se le recuerdan de cuando era un muchacho y bord¨® el T¨ªo Vania en el teatro Marquina de Madrid, a dos pasos de donde lo hemos encontrado.
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