La mujer que miraba
La actriz Mar¨ªa Asquerino fallece a los 85 a?os. Hizo m¨¢s de 92 pel¨ªculas y un sinn¨²mero de obras de teatro
A Mar¨ªa Asquerino tambi¨¦n la llamaron Maruja. Como si fuera dos, la actriz de tarde, de noche, y la mujer que miraba desde su asiento rojo en Bocaccio, cuando Madrid a¨²n no hab¨ªa hecho plop, como dice Juan Cueto. Se perdi¨® Bocaccio, que fue como un s¨ªmbolo de la vitalidad de entonces, y ella misma sinti¨® la punzada del tiempo, se retir¨® de golpe; dej¨® el teatro y el cine cuando cumpli¨® 81 a?os. "Se acab¨®¡±. En su larga vida (hizo ¡°92 pel¨ªculas, y ni me acuerdo de cu¨¢ntas obras de teatro¡±) vio ¡°a actores que no ten¨ªan que seguir en escena¡± y ella no quiso estar en esa lista de supervivientes renqueantes. As¨ª que se fue, ¡°en forma, quise irme en forma¡±.
La vi en el verano de 2011, para hablar con ella del origen de su energ¨ªa. Su voz era a¨²n la de Maruja, pero su risa ya hab¨ªa sido atenuada por las suspicacias; no quer¨ªa sentarse cerca de donde la oyeran los cotillas, ¡°y a m¨ª se me oye todo, ?con este vozarr¨®n que tengo!¡±. Le quemaba la casa, el cuarto de estar, ¡°no soportar¨ªa ser de esas mujeres que se pasan la vida ante el televisor; salgo, vengo al bar, voy al mercado, y me encanta ir al Teatro Espa?ol. Oh, tienen un bar magn¨ªfico, y me tratan con mucho cari?o los compa?eros¡±.
Su retiro fue terminante. Sin vuelta de hoja. Siempre tuvo buena memoria, ¡°pero not¨¦ que me empezaba a bajar, y no quise ser de los que se equivocan en escena¡±. Nunca le pas¨®, me dijo, ¡°nunca se me ha olvidado nada, y cuando se me ha escapado algo he sabido improvisar¡±. Lo ¨²ltimo que hizo fue T¨ªo Vania, en el Mar¨ªa Guerrero, pero ah¨ª titube¨®, es cierto, no se acordaba del t¨ªtulo de Chejov, y entonces exclam¨® ¡°?Ay Dios m¨ªo!¡±. ¡°Con esta obra me dije: ya no m¨¢s. Chejov era un autor tan importante, la obra era tan buena, el teatro era tan bonito¡ ?Para qu¨¦ m¨¢s! ?Me voy!¡±
La mujer que miraba, y re¨ªa, en Bocaccio ahora era la mujer que miraba. Unos ojos enormes, una esquina de tremenda tristeza. La memoria se activaba en los aleda?os de la infancia: el abuelo era ¡°muy de izquierdas, muy buena persona, actor tambi¨¦n¡ Me viene muy de antiguo lo de los actores. Mis bisabuelos por parte de madre tambi¨¦n lo eran. Los de mi padre no, eran militares y por eso un poco militar soy yo tambi¨¦n. Mi abuelo paterno tambi¨¦n fue militar, estuvo destinado en Catalu?a y por eso mi padre naci¨® all¨ª¡±.
La actriz. Le pregunt¨¦ qu¨¦ le quedaba en su memoria de lo mejor que hizo. Anillos para una dama, la obra de Antonio Gala. ¡°No se ha vuelto a hacer nunca m¨¢s, una pena, no s¨¦ por qu¨¦, no lo entiendo; es una obra estupenda. He intentado dirigirla, no trabajar en ella, ya no pod¨ªa hacer un papel, tampoco tengo ganas de salir al escenario, pero hubiera querido dirigirla en un teatro. Y no lo he conseguido, no ha habido forma. ?Querr¨ªa Gala?¡± Recordaba tambi¨¦n la pel¨ªcula Surcos, ¡°?la viste? A veces la reponen en televisi¨®n, hace tiempo que ya no. Una gran pel¨ªcula. Marca una ¨¦poca; se rod¨® en 1951 pero transcurre antes, en la posguerra dura, la del hambre, la del estraperlo¡ ?La has visto alguna vez?¡±.
Era como la presidenta de Bocaccio aquellas noches de Jos¨¦ Luis Balb¨ªn, de Antonio Gim¨¦nez Rico, de Paco Rabal¡ ¡°Ahora ya no hay un sitio as¨ª, era tan estupendo. Ay, s¨ª, las noches. En cuanto terminaba de trabajar me iba all¨ª. Y si no trabajaba llegaba antes, me gustaba mucho. Muchas veces paso y me quedo mirando. No s¨¦ lo que es ahora¡±. Ahora no es nada. ¡°Ah, qu¨¦ pena. Claro, ahora tampoco es f¨¢cil formar una tertulia como aquellas; la gente se vuelve mani¨¢tica y muy rara, todo el d¨ªa viendo la televisi¨®n. Da mucha lata la televisi¨®n¡±.
?Los j¨®venes? ¡°Me interesan cuando son muy inteligentes. Pero a veces ni hablan. No me interesan. Ni yo a ellos tampoco, porque no saben ni qui¨¦n soy; no tienen ni idea de que he sido una actriz que ha trabajado mucho. Hay otros que s¨ª, que son habladores, cari?osos, muy ricos. Me gusta estar en los bares, en ellos no tienes ninguna obligaci¨®n, puedes estar hablando con alguien que te caiga bien y si no, te vas¡±.
Ya ten¨ªa que leer con lupa, aquellos ojos grandes. ¡°Tengo una biblioteca en casa, pero la voy dando. Me digo: un d¨ªa desaparezco, y como no tengo hijos ni nadie que me herede, pues voy dando los libros¡±. Le pregunt¨¦ si ten¨ªa amigos. Aquella mujer que miraba y re¨ªa en Bocaccio tantos a?os antes me susurr¨®: ¡°Cuatro o cinco, no hay m¨¢s¡±.
Le dije, al final, antes de que ella se fuera a pasear hasta el bar del Espa?ol, que su nombre me transportaba al verano. Por Bocaccio, parec¨ªa que siempre era verano, le dije. ¡°A mi tambi¨¦n me gusta m¨¢s el verano; el invierno no me gusta nada, ni el fr¨ªo, ni los sitios de fr¨ªo. Me gusta el calor¡±. Ayer, cuando muri¨®, cay¨® la nevada m¨¢s tupida del invierno sobre el Retiro, donde Maruja Asquerino viv¨ªa en espera de los veranos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.