Espejismo de gamberrada

La actual lujuria hollywoodense por aplicar una p¨¢tina de contemporaneidad ¡ªpresuntamente adulta¡ª al legado de los cuentos infantiles europeos no parece que haya cristalizado en ning¨²n discurso de peso: la operaci¨®n parece reducirse a aplicar el barniz digital que convierte ese imaginario en una relectura kitsch de la est¨¦tica del surrealismo pop de Mark Ryden ¡ªconvenientemente extirpado de sus componentes m¨¢s inc¨®modos¡ª y a insistir en esos relatos del origen que otorgan un simulacro de espesor psicol¨®gico al arquetipo. Lo interesante ha estado en los m¨¢rgenes, en las zonas m¨¢s alejadas de ese radio de influencia: la magistral Blancanieves silente de Pablo Berger ¡ªuna filigrana formal que aporta una relevante lectura sobre nuestro presente¡ª y la imperfecta, pero heterodoxa Blancanieves, de Tarsem Singh, donde el cuento cl¨¢sico estallaba en delirio formalista y l¨²dico. Hansel y Gretel, cazadores de brujas?tambi¨¦n se plantea como una respuesta a la moda coyuntural: quiere ser su r¨¦plica gamberra, en clave de serie Z, pero es su redundancia. La firma el noruego Tommy Wirkola, que, en un mundo realmente ordenado, estar¨ªa destinando su producci¨®n directamente al mercado del DVD dom¨¦stico.

Director de Zombis nazis (2009), pel¨ªcula que ya desaprovechaba el potencial de su concepto de partida para la incorrecci¨®n pol¨ªtica, Wirkola convierte Hansel y Gretel, cazadores de brujas en un recital de presuntos excesos que no brilla, porque no hay en ¨¦l ni eficaz sentido de la comedia, ni poes¨ªa abisal, ni estilo: la cabeza de Peter Stormare literalmente aplastada por el pie de un troll se convierte en la ¨²nica imagen a retener de un conjunto que pone de manifiesto su condici¨®n de subproducto carente de imaginaci¨®n y sobrado de producci¨®n. Hay una idea prometedora en la figura de ese joven que ejerce de fan de los hermanos protagonistas, pero no hay ninguna raz¨®n de peso para redimir esta pel¨ªcula que se cree malota y es pura sumisi¨®n a una tendencia de mercado.