Una c¨¢psula del tiempo
Pel¨ªculas como esta atestaban los videoclubes de los ochenta
Al cine de acci¨®n de los ochenta le ha dado por escribir su apostilla crepuscular sobre el cansado cuerpo de sus castigados h¨¦roes. El JCVD (2008) de Mabrouk El Mechri fue el trabajo que llev¨® m¨¢s lejos las posibilidades del impulso elegiaco que mueve este fen¨®meno, pero quiz¨¢ el modelo dominante haya sido el encarnado por la desalentadora ¨²ltima entrega de la saga iniciada por La jungla de cristal(1988): pel¨ªculas rodadas como si el tiempo no hubiera pasado, con puntuales referencias (ir¨®nicas) a la vejez de los mitos.
UNA BALA EN LA CABEZA
Direcci¨®n: Walter Hill.
Int¨¦rpretes: Sylvester Stallone, Sung Kang, Jason Momoa, Christian Slater, Sarah Shahi.
G¨¦nero: thriller. EE UU, 2012.
Duraci¨®n: 92 minutos.
En Una bala en la cabeza, adaptaci¨®n de la historieta francesa Du plomb dans la tete de Matz y Colin Wilson, no solo regresa el cuerpo de Stallone, sino la figura de quien fue uno de los grandes creadores de lenguaje del g¨¦nero, el cineasta Walter Hill que, en los ¨²ltimos a?os, ha dado relevantes aportaciones televisivas en el ¨¢mbito del western, pero llevaba desde 2002 sin dirigir una pel¨ªcula de acci¨®n.
Una bala en la cabeza adopta la forma de una de esas buddy movies que dejaron su huella en los a?os dorados de Hill ¡ªde L¨ªmite 48 horas (1982) y su secuela a Danko: calor rojo (1988)¡ª, pero que nunca fueron la joya de la corona de una filmograf¨ªa con t¨ªtulos tan poderosos como Driver (1978), Los amos de la noche (1979) o La presa (1981). La pareja a la fuerza la integra un rocoso asesino a sueldo (un Stallone, cuya voz ha ganado en un espesor perfecto para la voz en off de resonancias noir) y un detective de origen coreano (Sung Kang) que parece tener en su tel¨¦fono m¨®vil, con aplicaci¨®n Google, su herramienta para descifrar el mundo.
La escritura visual es como una c¨¢psula de tiempo y, aunque el conjunto pueda espolear la simpat¨ªa del nost¨¢lgico, no queda otro remedio que rendirse a la evidencia: pel¨ªculas como esta atestaban los videoclubes de los ochenta y no era ning¨²n pecado pasar de alquilarlas.
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