La madre del cordero
A priori Bates motel era una apuesta sumamente arriesgada y los precedentes as¨ª lo indicaban. El ¨²ltimo precedente fue aquella ridiculez dirigida por Gus Van Sant que consist¨ªa en calcar plano a plano Psicosis con la ayuda de dos actores tan planos (o directamente malos) como Vince Vaughn y Anne Heche. El problema de trastear con un personaje tan ic¨®nico como Norman Bates en 2013 es en realidad un cuchillo de doble filo: uno, el desconocimiento que las nuevas generaciones de televidentes tienen del personaje original; el otro es la dimensi¨®n que Bates tiene para los cin¨¦filos de todo el mundo. Tratar de encontrar el balance entre ambos mundos es la clave para que una serie como Bates motel funcione.
Efectivamente, y visto el primer cap¨ªtulo, la serie tiene su aquel aunque ¨Cb¨¢sicamente- se olvide un poco de la obra original (por mucho plano calcado y mucha cortina de la ducha que se empe?en en mostrar) para buscar un acercamiento algo m¨¢s radical, con m¨¢s esqueleto de horror que de cualquier otro g¨¦nero aunque con un pie en el drama (obligatorio si uno tiene en el reparto a un tipo como Freddie Highmore) y el me?ique en el thriller. As¨ª, la serie puede verse perfectamente sin haber visto Psicosis y es igualmente disfrutable para los que rindan pleites¨ªa a Hitchcock. Este hecho es por s¨ª mismo meritorio, acostumbrados como estamos a la apolog¨ªa de la simpleza normalmente plasmada en personajes con el volumen que un papel de fumar.
Se agradece adem¨¢s eso que los anglosajones llaman production values y que agrupa todo aquello que act¨²a como envoltorio del producto en si mismo. En ese sentido la fotograf¨ªa de Tom Yatsko (que ya hizo un magn¨ªfico trabajo con la textura de series como Alias o Touch) y el dise?o de producci¨®n de Mark S. Freeborn son de aut¨¦ntico lujo. Freeborn, que es un se?or cuyo nombre no aparece nunca en los papeles, es el tipo al que series como Millenium o Breaking bad deben su look y en Bates motel demuestra que sabe exactamente el aspecto que debe tener el establecimiento para resultar asfixiante. El remate es un vestuario que juega a dos bandas: por un lado ese aspecto sesentero de los protagonistas y especialmente el de la se?ora Bates, una especie de revisitaci¨®n del ama de casa de toda la vida, y por otro el del resto del pueblo, especialmente el de las adolescentes que rodean a Norman. Es una forma (quiz¨¢s no demasiado sutil pero absolutamente efectiva) de se?alar el camino que separa a madre e hijo de una sociedad que les lleva algunos a?os de ventaja.
El gran activo de la serie y lo que hemos dejado para el final es Vera Farmiga. La actriz (que ya demostr¨® en Infiltrados ¨C de Martin Scorsese- que era una aut¨¦ntica bestia) clava al suelo el personaje m¨¢s complejo de Bates motel, esa madre dominante, ruda en ocasiones, cuya vena psic¨®pata se intuye en ese tono calmo al que siguen explosiones de ira (siempre de baja intensidad gestual pero rotundas en lenguaje) y que considera a su hijo una especie de caja fuerte cuya combinaci¨®n est¨¢ solo en sus manos (las de ella). Farmiga es el alma de la serie, el factor que demuestra que la apuesta es seria y que los productores creen en un reparto s¨®lido como base del ¨¦xito.
Sin embargo ¨Csiempre hay peros- la cuesta abajo por la que va a despe?arse la familia Bates puede resultar demasiado indigesta para el espectador por una raz¨®n muy simple: va a ser complicado empatizar con alguien de un modo razonable. Norma tiene un punto demon¨ªaco; Norman tiene un punto lelo; los del pueblo son una plaga. Solo el sheriff parece un personaje querible pero su rol se antoja excesivamente secundario. De esa conexi¨®n con el respetable va a depender la suerte de Bates motel, que ¨Cde momento- es una serie con muy buen aspecto. Veremos.
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