Fugas
Nunca sabremos si el nuevo Gobierno consideraba 'Amar en tiempos revueltos' demasiado imbricada con el ADN de las legislaturas de Zapatero
El desplome de espectadores en las tardes de TVE convierte en una p¨¦sima decisi¨®n haber dejado marchar a la competencia un serial asentado y seguido como Amar en tiempos revueltos. Nunca sabremos si hab¨ªa algo en la esencia de esta tira diaria que el nuevo Gobierno consideraba demasiado imbricado con el ADN de las legislaturas de Zapatero. Por m¨¢s que suene chusco, a veces condicionantes as¨ª regulan un negocio que jam¨¢s logra estar del todo independizado de la charca pol¨ªtica. Pero la fuga no es saludable para nadie. Por m¨¢s que el serial hubiera impuesto su f¨®rmula de alargadas acciones paralelas como rutina a veces enervante, recog¨ªa los frutos de la fidelidad de a?os, algo que permite a la televisi¨®n funcionar como una prolongaci¨®n de la propia familia.
En la televisi¨®n espa?ola, como en casi todo en nuestro pa¨ªs, la resistencia es un valor. Si no, que se lo digan a los varios ministros de Rajoy amenazados por la exigencia de dimisi¨®n, que tratan de parapetarse en el paso del tiempo y en ciertos valores de aguante convencidos de que una vez pasado el chaparr¨®n siempre vuelve a salir el sol. Los programas que resisten en antena adquieren con los a?os unos valores de cotidianidad inasequibles para el resto. Por eso es bastante m¨¢s rentable prolongar nuevas temporadas que intentar imponer un nuevo producto. Y hasta en TVE, comprendida la estrategia, apostar¨¢n por una precuela de la exitosa Gran Reserva antes que por intentarlo con nuevos formatos de ¨¦xito impredecible.
La iron¨ªa reside en que casi de una forma autom¨¢tica, las nuevas temporadas empeoran el impulso inicial. La necesidad de alargar artificialmente las tramas acaba por imponer lo formulaico. Este a?o apenas se ha salvado de la inercia alguna emisi¨®n. La m¨¢s sorprendente ha sido Boardwalk Empire, que ha logrado urdir tramas mejor escritas, componentes m¨¢s ambiciosos, personajes enriquecidos y hasta sacudirse el cierto sabor a cart¨®n piedra de su primera temporada, tan ambiciosa como encorsetada. La ambici¨®n enfermiza, cruzada con el deseo, que tendemos a identificar de manera algo facilona con el esp¨ªritu de Shakespeare, ha logrado, como excepci¨®n que confirma la regla, convertir su tercera remesa de cap¨ªtulos en lo mejor que ha dado la serie hasta la fecha.
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