C¨®mo ser nazi en cinco d¨ªas
Triunfa en el Lliure 'La ola', de Ignacio Garc¨ªa-May, sobre el ¡°experimento totalitario¡± de Ron Jones Un en¨¦rgico Eduard Farelo protagoniza la obra, a las ¨®rdenes de Marc Montserrat Drukker
1. La ola (L¡¯onada), basada en el extremo experimento pedag¨®gico de Ron Jones en Cubberley High School (Palo Alto, California), est¨¢ teniendo un gran ¨¦xito en el Lliure. Su autor, Ignacio Garc¨ªa May, y su director, Marc Montserrat Drukker, llevaban cinco a?os trabajando en el proyecto. La funci¨®n ten¨ªa que estrenarse el a?o pasado y salt¨® por los malditos recortes, pero Pasqual ha podido recuperarla esta temporada, traducida al catal¨¢n por Cristina Genebat. En 1967, Ron Jones, un joven y carism¨¢tico profesor de historia, adorado por sus alumnos, decidi¨® crear en su clase un grupo protofascista (y muy, muy estalinista) llamado ¡°la Tercera Ola¡±, pero sin revelarles sus verdaderas intenciones. He titulado C¨®mo ser nazi en cinco d¨ªas porque queda contundente, pero es reductor: creo que lo que Jones pretend¨ªa, partiendo de una pregunta sobre el virus hitleriano, era mostrar de modo emp¨ªrico el germen y desarrollo de cualquier totalitarismo. Van muchos estudiantes al Lliure y se quedan pasmados ¡ªconsternados es la palabra ¡ªante lo que narra La ola. Imagino, pues, que no estudiaron en un colegio de curas, ni hicieron la mili ni pasaron por un partido pol¨ªtico durante el franquismo, verdaderas f¨¢bricas de internalizaci¨®n autoritaria, como dir¨ªa Castilla del Pino. Tampoco hace falta ce?irlo al franquismo: cualquiera que haya le¨ªdo El se?or de las moscas, de William Golding, sabe muy bien lo pronto que puede pervertirse una din¨¢mica de grupo aureolada con las mejores intenciones. Por otro lado, se comprende muy bien que los alumnos de Jones picasen con la Tercera Ola: un profesor al que adoran, un plan que se vende como un juego para mejorar el rendimiento en clase y en ¨²ltima instancia para cambiar la sociedad, rebozado de club secreto y exclusivo a lo Skulls & Bones¡, el c¨®ctel era (y me temo que sigue siendo) inmejorable.
A medida que avanza la funci¨®n me resulta m¨¢s dolorosa la traici¨®n del profesor, su abuso de confianza
Lo que m¨¢s me choca de la obra (y de la historia real) es la rapidez del cambio: en cinco d¨ªas, que es lo que dur¨® el experimento, ese grupo de chicos y chicas de 15 a?os acaban abrazando ciegamente la nueva fe, atacando a quienes no comulgan con ella y aceptando la exclusi¨®n del disidente, aunque la verdad es que cosas m¨¢s bestias se han visto. Y se ver¨¢n, me temo, si sumamos malestar creciente, manipulaci¨®n y velocidad tecnol¨®gica. Digamos que me lo creo (con ciertas dudas) cuando leo The Third Wave: an account (1976), la cr¨®nica que Jones escribi¨® sobre la experiencia, pero en un escenario cambia la percepci¨®n de lo veros¨ªmil porque todo parece pasar mucho m¨¢s r¨¢pido, y porque, pese a su alto nivel, hay algunas cosas del texto de Garc¨ªa May y de la puesta que no me acaban de convencer. Para empezar, en las paredes de la clase de esa high school californiana hay carteles del Che, de Malcolm X y del Black Power. Es ins¨®lito que los dejaran colgar en ese instituto, pero el asunto es que los alumnos que presuntamente los han colgado parecen a punto de romper a cantar Bye Bye Birdie. Quiero decir con esto que me resulta doblemente dif¨ªcil creer en la cel¨¦rica mutaci¨®n de unos personajes que en su mayor¨ªa parecen concebidos con dos o tres pinceladas arquet¨ªpicas: Wendy, la tontita simp¨¢tica de gran coraz¨®n; Steve, el surfer inocente; Doug, el patriota protorepublicano, o Robert, el rebelde esquinado (es decir, el ¨²nico con derecho a llevar cazadora de cuero).
As¨ª, en ese tiempo r¨¦cord, veremos, un tanto melodram¨¢ticamente, que Doug niega a su padre heroico y llega a desearle una tortura vietnamita porque ¡°no entiende la Tercera Ola¡±, o que Aline se adelanta incluso al political correctness censurando una lista de autores: Twain por racista, Shakespeare por antisemita, etc¨¦tera. Tengo la impresi¨®n, por otro lado, de que se han cargado un poco las tintas en las manipulaciones de Jones, que a base de enfrentar bajo mano a sus alumnos y promover disidencias para luego abatirlas acaba pareciendo un cabr¨®n con pintas. Sin embargo, tambi¨¦n he de decir que ambos vectores (inocencia y capullismo) acaban creando una interesante l¨ªnea dram¨¢tica: no s¨¦ si era el efecto deseado, pero a medida que avanza la funci¨®n me resulta m¨¢s dolorosa la traici¨®n del profesor, su abuso de confianza, que el hecho de que los chavales se conviertan en totalitarios, y eso le da una poderosa carga emotiva a la escena final, cuando se desvela el enga?o. Es muy certero todo lo que Jones les dice (¡°hab¨¦is negociado con vuestra libertad a cambio de la seguridad de pertenecer a un grupo por miedo a quedar excluidos; hab¨¦is permitido que se pervirtieran conceptos positivos como disciplina, comunidad o acci¨®n para justificar cualquier abuso; hab¨¦is dejado que se castigara a un inocente sin que os temblara el pulso¡¡±), pero tambi¨¦n percibimos, en los rostros de los alumnos, no solo la verg¨¹enza por lo que han hecho sino tambi¨¦n la extrema decepci¨®n por lo que les ha hecho ¨¦l. Eduard Farelo expresa muy bien la dualidad del personaje. Su evoluci¨®n, con una energ¨ªa constante, est¨¢ firmemente graduada: la proximidad inicial con la clase, el giro dictatorial y manipulador, el temor y la culpa cuando el experimento escapa a su control. El joven equipo actoral defiende con pasi¨®n a sus personajes, pechando con la indefinici¨®n antes citada. De todos ellos quiero destacar aqu¨ª a Mart¨ª Salvat (Robert), Alba Ribas (Sherry) y Joan Sureda (Doug). Excelente la iluminaci¨®n de Albert Faura y la escenograf¨ªa de Jon Berrondo, que (salvo el detalle de los desconcertantes carteles) reproduce con fidelidad un aula americana de la ¨¦poca y resuelve con gran eficacia la simultaneidad con diversos espacios exteriores.
2. Recomendaciones. Estad¨ªsticamente hablando, es posible que la Flyhard sea el lugar donde m¨¢s cosas est¨¢n pasando a la hora de hablar del teatro barcelon¨¦s. All¨ª he visto El rey tuerto (El rei borni), de Marc Crehuet, excelente comedia negra a la italiana, que evoca lo mejor de Dario Fo y el cine de episodios de Dino Risi, soberbiamente interpretada y dirigida. Un nuevo y merecido ¨¦xito, que debe verse. Y en el Goya, el duelo entre Merc¨¨ Ar¨¤nega y ?lex Casanovas en Bona gent (Good People, 2011), la comedia de David Lindsay-Abaire que le vali¨® un Tony a Frances McDormand. En breve se lo cuento.?
'La ola' ('L¡¯onada'). De Ignacio Garc¨ªa May. Direcci¨®n: Marc Montserrat Drukker. Teatre Lliure. Barcelona. Hasta el 7 de abril.
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