Igualdad
A la delincuencia de altura, econ¨®mica y pol¨ªtica, no deber¨ªa provocarles el menor miedo eso tan insignificante de la alarma social
Ser¨ªa curioso rastrear el origen de las frases hechas y de los lugares comunes, la identidad y las circunstancias de la primera persona que inventa un t¨¦rmino trascendente, vulgar o simplemente idiota que durante una larga temporada va a ser repetido hasta la n¨¢usea por todo tipo de gente (rectifico: por alg¨²n tipo de gente) para definir el estado de las cosas, para explicarse a s¨ª mismos, para sentirse confortados en la seguridad de que su interlocutor tambi¨¦n cree en esa verdad universal.
En ¨¦pocas infaustas esas falacias tan populares pueden ser especialmente crueles y sarc¨¢sticas, a pesar de su involuntaria comicidad, aunque cualquier persona adulta y sin s¨ªntomas de graves trastornos ps¨ªquicos sepan que son mentira. Desde que lleg¨® el desastre, o desde que alg¨²n original escritor de discursos mon¨¢rquicos tuvo la brillante idea de que la solemne boca de su empleador pronunciara esa estrat¨¦gica barbaridad de ¡°la justicia es igual para todos¡±, suelo escucharla machaconamente en tertulias y entrevistas. Y los que impunemente sueltan esa consigna tan mema no se sonrojan, pretenden convencer a alguien de algo que es tan antinatural como lo de ¡°todos los seres humanos poseen los mismos derechos y son iguales ante la ley¡±. Los animales m¨¢s fuertes de la selva siempre han tenido la decencia de no ofrecer explicaciones a sus eternas v¨ªctimas. Las maltratan, explotan, humillan y zampan porque la vida siempre ha sido, es y ser¨¢ as¨ª, por l¨®gica ancestral. Y punto. Su dominio, su brutalidad, la injusticia que representan desprecian el sentido de culpa; ni precisan de la farsa para enga?ar a los machacados d¨¦biles, ni apelan a la presunci¨®n de inocencia ante su permanente barbarie.
A la delincuencia de altura, econ¨®mica y pol¨ªtica, no deber¨ªa provocarles el menor miedo eso tan insignificante de la alarma social, de que para apaciguar a la empobrecida, angustiada y deprimida plebe, el sistema haya decidido destapar una minor¨ªa de las generalizadas y abominables conductas de los due?os del tinglado. Y todos encantados en la convicci¨®n de que los intocables pueden ser juzgados, de que sale a la luz la corrupci¨®n ancestral, de que los aut¨¦nticos malos ser¨¢n enviados a las tinieblas, que una ingenua infanta sea interrogada sobre su convencimiento de que la turbia fortuna que compart¨ªa con su marido hab¨ªa llovido del generoso cielo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.