Thatcher, de la hagiograf¨ªa al monstruo
Las medidas de la ex primera ministra sacaron el mejor cine de Ken Loach Meryl Streep gan¨® el Oscar con su encarnaci¨®n en 'La dama de hierro'
El monstruo ten¨ªa muchas cabezas, dec¨ªan unos. El personaje no era simple, responden otros. La dama de hierro marc¨®, probablemente a su pesar, toda una ¨¦poca del cine. Y hoy Ken Loach puede que reconozca que su mejor cine es el que hizo contra ella. Ese deber¨ªa ser el recuerdo que quede de Thatcher en el cine. Ese, y el gui?o de aquel primer ministro enamorado encarnado por Hugh Grant que tras salir su asistente de su despacho mira compungido un retrato de su predecesora y le suelta: "?Tuviste problemas como estos? Seguro que s¨ª, descarada". No ser¨¢ as¨ª, porque el trabajo de Meryl Streep en La dama de hierro quedar¨¢ como el recuerdo, uno dulce, de anciana en el invierno de su vida en el imaginario de los espectadores.
La dama de hierro es la deliciosa hagiograf¨ªa hecha con muy poco dinero, con aroma a telefilme barato, que solo destacaba por el esfuerzo de Meryl Streep (obligatorio verla en versi¨®n original) y su maquillaje: ambos lograron el Oscar. El resto se deshac¨ªa como un azucarillo en el t¨¦ de las cinco, un t¨®pico tan brit¨¢nico como el que dibujaba Phyllida Lloyd, que ven¨ªa de dirigir a Streep en Mamma m¨ªa! y no fue capaz de sacudirse el sabor meloso del musical. Los saltos adelante y atr¨¢s del guion, entre una anciana que habla con el fantasma de su esposo, y sus a?os de inicio en la pol¨ªtica, donde era mirada como una advenediza, hurtan los tiempos de sus decisiones controvertidas al mando del Reino Unido. Y eso es no contar al personaje.
Por suerte, Ken Loach estaba all¨ª. En su documental The spirit of 45, que se estren¨® en el Reino Unido no hace ni tres semanas, Loach cuenta c¨®mo en la posguerra se mejor¨® la vida a la clase baja, se cre¨® el sistema p¨²blico de salud, la educaci¨®n creci¨® en calidad, se afianz¨® la calidad de los ferrocarriles... Todo eso que tres d¨¦cadas m¨¢s tarde Thatcher arras¨®. Loach ilustr¨® este derrumbe con Riff-raff, Lloviendo piedras, Ladybird ladybird o Mi nombre es Joe. No porque existiera Thatccher existe Loach, pero desde luego Loach encontr¨® su gigante a derribar.
Babelia
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