La palabra necesaria
Este hombre de valor, de val¨ªa, de valent¨ªa dice lo que ni siquiera tal vez nos atrevemos a pensar
Es dif¨ªcil olvidar aquella conversaci¨®n radiof¨®nica de primeros de noviembre de 2005 en la que Jos¨¦ Luis Sampedro dialoga sobre la muerte con un rector de una universidad madrile?a. En ella subraya c¨®mo nos vamos muriendo, c¨®mo nos vamos viviendo, y su preferencia de la mortalidad sobre la insoportable inmortalidad. La voluntad de hacer de cada instante algo irrepetible viene a ser una verdadera pasi¨®n por la vida. En ¨²ltima instancia, lo m¨¢s decisivo no es tanto que le o¨ªmos hablar sobre la muerte, cuanto su modo de hacerlo como un mortal. Vivamente, con esa libertad de saber que lo determinante no es el hecho de morir, sino c¨®mo hacerlo. Y resulta extraordinario hasta qu¨¦ punto todo su decir, que es m¨¢s que el conjunto de todo lo que ha dicho y dice, est¨¢ tejido por esta forma de hablar y de vivir propias de un mortal.
Jos¨¦ Luis Sampedro es alguien pleno de palabras, que siempre suenan con el sabor de ser otras. No simplemente nuevas. Y ello obedece a que ha comprendido que, en cierta medida, el lenguaje m¨¢s propio nos viene de los otros. Y es cuesti¨®n de hablar no solo de ellos, sino desde ellos. Y, m¨¢s a¨²n, de crear condiciones de posibilidad para su propia palabra.
De esta manera, su solidario decir no es simplemente una forma de acompa?amiento, antes bien un modo de escucha y de respuesta. Y muy singularmente desde la equidad y desde la mirada, con los m¨¢s necesitados, los m¨¢s d¨¦biles, los m¨¢s desfavorecidos o, como ¨¦l se?ala, los m¨¢s peque?os. Esa es su orilla y en ella se ha embarcado para siempre.
Este hombre de valor, de val¨ªa, de valent¨ªa dice lo que ni siquiera tal vez nos atrevemos a pensar, atrapados en el temor que supone habitar lo convencional. Cuando el hogar son los dem¨¢s, la humanidad de los otros, cuando el propio decir se sustenta en ellos, va por ellos, la ¨¦tica ya no es otra palabra que la que se dice con la forma de vivir. Y la de Sampedro atractivamente interpela nuestra indiferencia y nuestra pasividad.
Para quien siempre supo que la econom¨ªa era una ciencia social y humana, y que, por tanto, solo cabe comprenderse como un modo de gobierno de la casa, de gobierno de la nave, de gobierno de s¨ª mismo y de los otros, pronto la palabra vino a ser escritura, la de una literatura como forma de transformaci¨®n, la de una lectura que nos hace ser diferentes.
La calle, la gente, y tantas diversas y gen¨¦ricas denominaciones encuentran en su palabra y en su coraz¨®n la frescura y la higiene de la b¨²squeda de mejores condiciones de vida, de equidad y de justicia. Nunca su palabra suena m¨¢s apropiada para cada cual que cuando es propiamente la m¨¢s suya. Y la precisamos, como modificaci¨®n del actual estado de cosas. La sencillez y la bondad se ofrecen en ¨¦l con la contundencia de quien ve y dice con su vida que no le parece bien, de quien muestra con su verdadera palabra que hay formas evidentes, aunque aparentemente disueltas en m¨²ltiples complejidades y estructuras, en las que unos son sometidos al servicio de otros. Este apasionado mortal y generoso ser viviente ha sabido estar con nosotros y no podemos ignorar hasta qu¨¦ punto le seguimos necesitando.
?ngel Gabilondo es catedr¨¢tico de Metaf¨ªsica de la Universidad Aut¨®noma de Madrid
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