Julio Llamazares: ¡°Las novelas son vidas que no vivimos y que pudimos vivir¡±
El escritor publica 'Las l¨¢grimas de San Lorenzo' Seix Barral publica una nueva edici¨®n de 'La lluvia amarilla' acompa?ada un documental
La obra de Julio Llamazares (Le¨®n, 1955) es un gran diccionario de la soledad. Parti¨® de la poes¨ªa ¡ªLa lentitud de los bueyes (1979), Memoria de la nieve (1982)¡ª alcanz¨® su punto culminante hace 25 a?os con una novela (La lluvia amarilla), y desemboca ahora en una narraci¨®n conmovedora que viene de esos mundos solitarios y espectrales en los que el hombre es a la vez una estrella y su sombra.
El libro que ahora presenta Llamazares se da la mano con La lluvia amarilla. Es Las l¨¢grimas de San Lorenzo (Alfaguara). Seix Barral publicar¨¢ ahora una nueva edici¨®n conmemorativa de aquella La lluvia amarilla, acompa?ada de un documental realizado por Eduardo de la Cruz en los escenarios por los que se mueve este libro central del escritor.
Otra vez la soledad. Un hombre solo, con su hijo, contemplan el cielo, son mirados por el tiempo. ¡°La soledad y el tiempo. Seguramente porque esos dos elementos son los que mueven mi vida y la vida de todos. Para m¨ª escribir es aquello que dec¨ªa Pessoa: mi manera de estar solo, y una lucha contra el tiempo. Por eso el ejercicio de escribir es tan contradictorio: te exige soledad cuando t¨² lo que quieres es escapar de ella, puesto que escribes para comunicarte, y te requiere tiempo cuando t¨² lo que quieres es luchar contra el tiempo. En esa contradicci¨®n transcurre mi vida¡±.
En La lluvia amarilla es un pueblo el que se queda solo como ante un espejo devastado. Aqu¨ª es un hombre, pero va con un ni?o. Hay, en ambos casos, como la b¨²squeda del antepasado. Dice Llamazares: ¡°La vida se repite desde el principio mismo de la humanidad. Aunque pensemos que hemos cambiado mucho no es tanto en el fondo y de eso nos damos cuenta cuando pasa el tiempo, como le ocurri¨® a la generaci¨®n anterior y le ocurrir¨¢ a la que nos suceda¡ La novela est¨¢ llena de frases de otros escritores. Un escritor no es m¨¢s que una gota de agua en el r¨ªo de la literatura por muy importantes que se crean algunos y, por tanto, somos herederos de todos los que han escrito antes que nosotros. Por eso el protagonista de esta novela, un profesor de universidad que se ha pasado leyendo poemas y textos de diferentes autores a sus alumnos, los recuerda mientras mira las estrellas. Uno de ellos, de La Iliada, se repite hasta adquirir la condici¨®n de eco: ¡®Como la generaci¨®n de las hojas, as¨ª la de los hombres¡¡¯. Yo la hab¨ªa le¨ªdo de joven y me la volv¨ª a encontrar encabezando una antolog¨ªa de un poeta que aprecio, Jos¨¦ Antonio Llamas, del que tambi¨¦n incluyo una cita al comienzo de mi novela: ¡®?Dichosa edad en la que vuelan las estrellas!¡¯. Hay poetas que lo resumen todo con un verso¡±.
En su novela, cuenta Llamazares, ¡°el padre refleja en el hijo sus recuerdos y temores y el hijo en el padre sus ilusiones. As¨ª sucede en la vida en todo momento y m¨¢s en noches como la de la novela, la noche de San Lorenzo, en agosto, cuando la lluvia de estrellas es contemplada por millones de padres en el mundo que repiten a sus hijos lo mismo que a ellos les dijeron sus padres o sus abuelos y que sus hijos dir¨¢n a los suyos pasado el tiempo¡±.
Todos sus libros tienen el aire po¨¦tico de una autobiograf¨ªa. ?Esa es el alma de su literatura? ¡°La memoria, no los acontecimientos. Las novelas son autobiogr¨¢ficas porque reflejan el alma del escritor, no porque est¨¦n contando su vida. Luna de lobos (1985), por ejemplo, que habla de los huidos de la posguerra, es autobiogr¨¢fica, aunque yo no viv¨ª ese tiempo; lo es porque refleja mi personalidad. Y con La lluvia amarilla ocurre lo mismo, pese a que nunca haya vivido en una aldea remota del Pirineo ni sea un viejo loco... por lo menos de momento¡±.
La lluvia amarilla parece la madre de sus libros. ¡°Puede ser, pero para m¨ª la madre de toda mi literatura es mi primer libro de poemas y en concreto el primer poema, ese que dice: ¡®Nuestra quietud es dulce y azul y torturada en esta hora. Todo es tan lento como el pasar de un buey sobre la nieve¡¯. Ah¨ª est¨¢ todo lo que yo pienso. Por eso soy un escritor tan previsible. Siempre estoy escribiendo el mismo libro, aunque con matices. La esencia de lo que escribo es mi perplejidad ante el mundo y ante la realidad. Y sobre todo, ese sentimiento que siempre me ha acompa?ado, desde que tengo uso de raz¨®n, que es el sentimiento de extranjer¨ªa¡±.
Existe una novela que explica qu¨¦ es un escritor: El extranjero, de Camus. ¡°Hay mucha gente que escribe, pero hay pocos escritores. Para m¨ª, el escritor es aquel que escribe por necesidad, no por oficio o capricho. El escritor es aquel que seguir¨¢ escribiendo, como hizo Kafka, aunque no le publiquen. Por eso es un extranjero, no en su pa¨ªs ni en otros pa¨ªses, sino un extranjero en la realidad. Y ah¨ª me he sentido yo siempre¡±. Extranjero y perplejo. ¡°No acabo de entender lo que sucede, cada vez lo entiendo menos y tengo m¨¢s dudas, cada vez siento m¨¢s perplejidad ante lo que me rodea y por eso escribo. M¨¢s que un sentimiento de soledad es un sentimiento de extranjer¨ªa o extra?eza el que me lleva a escribir¡±.
Es inevitable buscar paralelismos entre Las l¨¢grimas de San Lorenzo y La lluvia amarilla. ¡°Pero se trata de dos novelas muy diferentes. Es verdad que hay una presencia en el cielo en todas mis novelas, un mismo estilo y una parecida prosa, un mismo gusto por la evocaci¨®n po¨¦tica, pero los argumentos de ambas novelas son muy distintos, as¨ª como su estructura¡±.
En ambas cuenta ¡°la vida que no viv¨ª¡±, pero es cierto que ¡°escribiendo se viven muchas m¨¢s vidas de las que te corresponden. Porque las novelas son vidas que pudimos vivir y no vivimos¡±. ¡°Escribir¡±, dice, ¡°es buscar la m¨²sica de las palabras. La literatura es m¨²sica, es solo el relato puro, es la m¨²sica de las palabras, que hace que esto se transforme en una emoci¨®n. Eso es lo que m¨¢s tiempo me lleva conseguir. Por eso soy tan lento escribiendo¡±. Hace a?os a Julio Llamazares se le ve¨ªa por las plazas, por las riberas, por los pueblos solitarios, con su perra Bruna, solo, mirando. Ahora va con su hijo Julio, como el profesor que ense?a las estrellas.
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