Bautizo

Seg¨²n las ¨²ltimas revelaciones a ra¨ªz de las anotaciones de B¨¢rcenas, enga?ar al Tribunal de Cuentas es tan f¨¢cil como convencer a tu madre de que el suspenso en Matem¨¢ticas se debe a que el profesor te tiene man¨ªa. No hay padre que no justifique a un hijo. As¨ª bastaba con trocear las donaciones an¨®nimas que empresas contratistas inyectaban al partido para cumplir la ley. En este caso no se puede decir eso de que hecha la ley, hecha la trampa. Aqu¨ª hacemos la trampa antes y luego ya redactamos la ley. Menudos somos y si hay alguna duda, pues sacamos a pasear el esp¨ªritu de la transici¨®n.

El Tribunal de Cuentas es una madraza para los partidos. Fiscaliza sus cuentas, pero sin fanatismos. Y en vez de decir eso tan cl¨¢sico de son cosas de chavales, pues dice, chico, son cosas de partidos, y tiramos para adelante. La invasi¨®n de veteranos pol¨ªticos entre los componentes de tantas instituciones de vigilancia genera esa relaci¨®n de familiaridad. Esto es un problema nacional, porque hace poco nos explicaron c¨®mo se iba a formar la nueva Autoridad Fiscal Independiente y daba un poco de risa floja. Porque para que la independencia sea real el presidente de esta oficina se someter¨¢ al examen del Congreso y el Senado y ser¨¢ finalmente elegido por el Gobierno. Cuando llegue el nombramiento estaremos atentos.

Las promesas de independencia en la fiscalizaci¨®n se contradicen con la reforma de RTVE que desbarat¨® la elecci¨®n por consenso del presidente. Un pecado que el Gobierno actual arrastra, porque evidenci¨® que el deseo de profesionalizaci¨®n de las instituciones no es sincero. Vuelve a quedar claro en ese mail interno en el que se desacredita al Consejo de Informativos y cuyo env¨ªo a destinatario equivocado le ha costado la dimisi¨®n a la directora de programas de la tele p¨²blica. Lo que molestaba de ese Consejo, cuya misi¨®n es velar por la veracidad e independencia de los contenidos informativos, era precisamente que no estaba poblado de fieles a la l¨ªnea gubernativa. En el fondo, nos encanta poner a las instituciones nombres que contengan las palabras independiente, plural y objetivo. Pero en lugar de promover esos valores, nos limitamos a la fiesta del bautizo.