Paisaje con fisuras

Gus Van Sant es un estimulante enigma en movimiento. Con su Mala noche (1986) se situ¨® a la vanguardia de la eclosi¨®n indie, pero cuando parec¨ªa encaminarse, sin remedio, hacia la integraci¨®n, Gerry (2002) abri¨® una v¨ªa de radicalidad expresiva sostenida hasta la extraordinaria Paranoid Park (2007). Lo que vino despu¨¦s es una curiosa sucesi¨®n de problemas cr¨ªticos, porque, incluso en sus propuestas en apariencia m¨¢s mayoritarias, se detectan desafiantes singularidades: ni Mi nombre es Harvey Milk (2008) respond¨ªa mansamente al modelo del biopic oscarizable ¡ªen su seno se propon¨ªa un cristalino manual did¨¢ctico de estrategia ciudadana¡ª, ni Tierra prometida es un rutinario ejercicio de estilo alrededor del cine liberal americano de los setenta.

A partir de una historia de Dave Eggers ¡ªautor en cuyo trabajo se armoniza la herencia del posmodernismo americano con las nuevas estrategias para el compromiso social y pol¨ªtico¡ª, Matt Damon y John Krasinski han escrito, en Tierra prometida, un guion que responde, de manera program¨¢tica, al tradicional arco dram¨¢tico de la toma de conciencia, pero incluye no pocas gratificaciones fuera de programa: desde el retrato de una comunidad donde la informaci¨®n googleada matiza la candidez de los habitantes hasta los ecos, levemente screwball, en la rivalidad que enfrenta a los personajes de Damon y Krasinski ante la maestra local. Un eficaz giro de guion y la capacidad del director para capturar ese limbo amenazado hacen el resto.