La oportunidad de la cr¨®nica
Alberto Salcedo Ramos, ganador del premio Ortega y Gasset, explica su pasi¨®n por el periodismo y su deuda con la senda abierta por Garc¨ªa M¨¢rquez
El Caracol era el hombre m¨¢s feo del mundo y Alberto ten¨ªa nueve a?os. Mirando llegar a aquel hombre desdentado ¡°de cabellos r¨²sticos¡± traer quesos a la casa de su abuelo, aquel ni?o empez¨® a ser el escritor que es hoy y que ahora ha merecido el Premio Ortega y Gasset de Periodismo por contar la larga traves¨ªa de un chaval para ir a la escuela. Es Alberto Salcedo Ramos, tiene 50 a?os. Naci¨® en Barranquilla, Colombia, donde se hizo Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. Ahora podr¨ªa decirse, leyendo las cr¨®nicas de Salcedo, que esa no es una mera coincidencia.
En la casa de los abuelos (los padres de Alberto se separaron cuando ¨¦l ten¨ªa cuatro a?os) no hab¨ªa libros. Creci¨® viendo telenovelas mexicanas y venezolanas, y oyendo hablar a la gente. ¡°Viv¨ªamos en El Arenal, que en realidad se llama San Estanislao, pero como no hab¨ªa pavimento sino arena as¨ª se llam¨®, El Arenal. Y all¨ª todo se sab¨ªa hablando. Y la gente hablaba a gritos, es el Caribe. Yo crec¨ª viendo rollos de alambres con p¨²as, medicinas para curar el ganado. Con los a?os he descubierto que los primeros libros que le¨ª nunca fueron escritos. Eran hechos por las voces de la gente del pueblo. Yo me invent¨¦ los primeros libros mirando hablar¡±.
La radio serv¨ªa ¡°para o¨ªr im¨¢genes; ten¨ªas que creerte lo que dec¨ªan los que retransmit¨ªan el boxeo. No pod¨ªamos establecer una relaci¨®n entre esa voz y lo que suced¨ªa. Te ten¨ªas que creer la voz, era un auto de fe¡±. Pero serv¨ªa para imaginar el mundo. ¡°Yo siempre tuve mucha curiosidad. No hab¨ªa bibliotecas. Lo que pasa es que en mi tierra hay mucha gente que tiene talento narrativo. Es como una baratija que se malgasta en las esquinas. Hab¨ªa en la plaza un tipo que vend¨ªa dos horas de di¨¢logo. Ibas, te hablaba desde un taburete, le pagabas. Pero para llegar a ser Gabo, que es tan inalcanzable, ya tienes que meterle unos libros al disco duro, te tienes que formar como lector¡±.
En el mundo rural ¡°todo estaba muy permeado por las narraciones de los espantos, los duendes, los fantasmas, la muerte¡ La muerte siempre ha sido un protagonista de nuestras historias. Hay una copla vallenata que tambi¨¦n canta Serrat, El amor amor: ¡®Este es el amor amor, el amor que me divierte, cuando estoy en la parranda no me acuerdo de la muerte¡¡¯. El folclor permite disimular la tristeza. All¨ª nos burlamos de la muerte porque le tenemos mucho miedo. Como en el Carnaval de Barranquilla¡±.
La bisabuela materna le contaba muchas historias de Las mil y una noches. ¡°Las descubr¨ª luego; me cont¨® una cantidad de mentiras¡; ten¨ªa la memoria estropeada por los a?os, los relatos se le entrecruzaban. Su Aladino era muy particular¡±. Hab¨ªa peri¨®dicos: ¡°Llegaba El Tiempo todos los d¨ªas, a las cuatro de la tarde. El mundo era lento entonces. Las noticias ven¨ªan a lomo de burros. El vallenato empez¨® porque la gente ten¨ªa que mandar a otros a que se supieran las noticias. Muri¨® Fulanito, anda y c¨¢ntalo si pasas por tal sitio¡ As¨ª se daban las noticias, cant¨¢ndolas¡±.
Al calor de Gabo
Alberto Salcedo Ramos ense?a periodismo en la escuela de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, en Cartagena de Indias, y naci¨® en 1963 donde se hizo periodista Gabo, en Barranquilla.
Sus libros son, entre otros, La eterna parranda, un compendio de algunas de sus mejores cr¨®nicas, y De un hombre obligado a levantarse con el pie derecho. Su obra El oro y la oscuridad es un gran reportaje sobre "la vida gloriosa y tr¨¢gica de Kid Pambel¨¦", el boxeador que en 1972 le dio un t¨ªtulo mundial a Colombia.
Cuenta el expresidente Betancur (y lo recoge Salcedo Ramos) que Gabo fue recibido en Madrid con esta exclamaci¨®n: ¡°?Acaba de llegar el hombre m¨¢s importante de Colombia!¡±. Moviendo la cabeza, el Nobel respondi¨®: ¡°?D¨®nde est¨¢ Pambel¨¦?¡±
Como Garc¨ªa M¨¢rquez, se cri¨® ¡°oyendo cuentos¡±. Gabo dijo que ¡°cuando un cuento es bueno tiene que parecer verdad y para que una cr¨®nica sea buena ha de parecer mentira¡±.
Aprendi¨® a leer con la madre: ¡°Fue una persona dulce, no fue una madre pegadora. Pero ense?¨¢ndome a leer a veces perdi¨® la paciencia. Entonces se dec¨ªa: ¡®La letra con sangre entra¡¯. As¨ª no fue, pero perd¨ªa la paciencia¡±. En La eterna parranda (Aguilar) incluye Salcedo Ramos algunas de sus mejores cr¨®nicas, y una columna sobre su madre, Las verdades de mi madre. Su texto m¨¢s emocionante, escrito tras la muerte de su madre, una mujer que no aceptaba mentiras. Un detalle. Alberto cumpl¨ªa 10 a?os, estrena un pantal¨®n blanco y va a la feria. All¨ª compra una empanada de huevo que le lleva a su madre¡ en el bolsillo del pantal¨®n. Para ella era evidente el destrozo, en cuanto vio entrar al hijo por la puerta. ¡°Enseguida corri¨® hacia m¨ª con el rostro transfigurado por la furia. Era evidente que se aprestaba a troncharme la cabeza. En ese momento me saqu¨¦ el paquete del bolsillo y le dije: ¡®Mira lo que te compr¨¦, mami¡¯. Su semblante pas¨® sin ninguna transici¨®n de la rabia al regocijo¡±.
Los primeros libros los ley¨® en el colegio. Y a los 12 a?os se atrevi¨® con Cien a?os de soledad de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. ¡°No la entend¨ª. Me extravi¨¦ en esa fronda de nombres repetidos, y la dej¨¦. La agarr¨¦ a los 20 a?os y sent¨ª la adicci¨®n m¨¢s grande que me ha generado una prosa a lo largo de mi vida. Gabo es adictivo. Y peligroso¡±.
-¡ª?Le ha afectado?
-¡ªNo, pero s¨ª conozco a algunos que se descalabraron, hubo muertos y heridos, y contusos, porque sucumben a ese embrujo de Gabo y luego no saben c¨®mo digerirlo.
La prosa de Gabo ¡°es enco?adora, produce enco?amiento; me deslumbr¨® totalmente. La m¨¢s bella novela es El amor en los tiempos del c¨®lera; desde ah¨ª el Gabo es absolutamente virtuoso en la escritura, muy l¨²dico, muy juguet¨®n. Se permite haza?as con el idioma y es tan consciente de ello que parece que se burla de nosotros¡±.
Ese es el referente del periodismo, ¡°porque ¨¦l nos ha ayudado a vender la idea de que la cr¨®nica es una forma de periodismo tan v¨¢lida como la literatura. La cr¨®nica ha estado estigmatizada como si la ficci¨®n fuera mejor. Algunos me dicen: ?y cu¨¢ndo vas a dar el salto a la literatura? ?Confunden la t¨¦cnica narrativa de la cr¨®nica con la t¨¦cnica de la ficci¨®n! Daniel Samper Ospina define la cr¨®nica como un cuento con datos reales. As¨ª es¡±.
Los datos y los detalles. ¡°Flaubert dec¨ªa que la verdad est¨¢ en los peque?os detalles. Hice un libro sobre Kid Pambel¨¦, el boxeador que ense?¨® a ganar a Colombia, campe¨®n del mundo. Cre¨ª la leyenda que hab¨ªa visto, hasta que, pasado el tiempo, y siendo ya Pambel¨¦ un desastre derrumbado por las drogas, lo conoc¨ª de cerca; era un hombre bipolar, ten¨ªa perdidos los l¨ªmites entre el presente y el pasado. Todav¨ªa se cree campe¨®n mundial. Si hubiera contado lo que sab¨ªa de ¨¦l hubiera escrito l¨ªnea y media, pero lo segu¨ª durante ocho meses. Un d¨ªa, despu¨¦s de todo ese tiempo, iba con ¨¦l en taxi, por Bogot¨¢. A ¨¦l lo hart¨® un atasco de tr¨¢fico, se enrabiet¨®, dej¨® el coche y se puso a andar, solo. Cuando lo alcanc¨¦ ya no ten¨ªa la cara de furia; hab¨ªa sido reconocido, todos los aclamaban, le gritaban champion, le hac¨ªan la uve de la victoria¡ Caminaba como si estuviera en una pasarela. Un vendedor callejero le regal¨® un sombrero mexicano de charro. Pero no se lo puso. ¡®?Es que si me lo pongo no me van a conocer!¡±.
Las otras lecturas han sido Rulfo (¡°tan ducho, tan zorro, hace que no se vea el oficio¡±), Hemingway (¡°arrogante como persona, humilde ante su historia¡±), Albert Camus, Borges, Talese, Mailer, Capote (¡°me gustaba su maldad, es maldadoso, es un tibur¨®n que quiere sangre¡±).
-¡ª?Y usted es maldadoso?
-¡ªYo soy menos maldadoso que Capote, m¨¢s considerado. M¨¢s sudamericano, m¨¢s rom¨¢ntico. M¨¢s cursi tambi¨¦n¡
?Y de d¨®nde viene todo, c¨®mo se hizo cronista? ¡°Mira, yo escribo desde los nueve a?os, y pas¨® algo que nunca he contado. Ve¨ªa muchas telenovelas. En la casa de mis abuelos viv¨ªa una mujer de m¨¢s de 30 a?os, madre de cinco hijos, soltera y abandonada. Y todos los d¨ªas llegaba a esa casa rural un orde?ador que tra¨ªa quesos y se devolv¨ªa para la finca. Era el hombre m¨¢s feo que he visto en mi vida. Le faltaban los dientes, ten¨ªa los cabellos r¨²sticos, no hablaba. Le dec¨ªan El Caracol. Pens¨¦ que aquella mujer y este hombre deber¨ªan ser novios. Y todos los d¨ªas yo escrib¨ªa una carta que pareciera de ¨¦l y la pon¨ªa en alg¨²n rinc¨®n de la cocina para que ella la encontrara. Todav¨ªa viven juntos. Cuando uno hace un truco como ese a los nueve a?os y le funciona ya queda encadenado de por vida a la escritura¡±.
Esa cadena es la que le ha llevado a Alberto Salcedo Ramos ser el cronista que ahora ha sido elegido Premio Ortega y Gasset de Periodismo.
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