Iron & Wine ¡®Ghost on ghost¡¯
"Al final este disco que parec¨ªa condenado al exilio no es que encuentre su sitio, es que lo reclama".
Es curioso, al principio se atraganta por los motivos por los que deber¨ªa ser de digesti¨®n ligera: En una primera escucha resulta blando, comod¨®n, tan easy listening que empalaga. Esos coros y? trompetas se hacen raros. Esa instrumentaci¨®n tan lujosa, tan de los setenta, resuena forzada.
Y no es un cambio de direcci¨®n repentino. Hace al menos dos ¨¢lbumes, y eso significa casi cinco a?os, que el barbudo de Florida inici¨® este rumbo.? De sus inicios, en los que apenas usaba? guitarra y voz, a este floripondio actual, la transici¨®n ha sido gradual. Mucho m¨¢s repentino ha sido el cambio de Destroyer, por poner un ejemplo de un artista de similar trayectoria que ha llegado al mismo punto .
G¨¦nero: Adult Oriented Pop
T¨ªtulo: Ghost on Ghost
Sello : 4AD
A?o: 2013
Puntuaci¨®n: cuatro
Pero sin embargo en ninguno de esos discos la sensaci¨®n era esta. Resultaba todo m¨¢s familiar. Al parecer el cambio est¨¢ en el proceso. Bean grab¨® los anteriores ¨¢lbumes en soledad, en la granja donde vive con su mujer y sus cinco hijos en un pueblo de Texas, y tard¨® nueve meses en acabar cada uno de ellos. Este ¨¢lbum lo ha grabado en un estudio de Brooklyn, pr¨¢cticamente en directo, y en un par de semanas. Para acompa?arle ha elegido a un grupo de m¨²sicos profesionales de primer nivel liderados por Rob Burger, de Tin Hat.
Quiz¨¢s por eso superar el rechazo inicial y dejarlo sonar da resultado. Con las sucesivas escuchas el disco empieza a ganar prestancia. Cuesta, es cierto, pero poco a poco se empieza a degustar de otra manera. El az¨²car se posa al fondo y lo que queda tiene otro tono.? La voz de Bean es el nexo de uni¨®n con su trabajo anterior. Las letras, que hablan siempre de una pareja, aunque no queda claro que en todas las canciones sea la misma, suenan de repente melanc¨®licas. Tristeza nost¨¢lgica de esas historias de amor agridulces que se consumen; a?oranza de relaciones intensas y juveniles, en un mundo que ya no existe, porque solo exist¨ªa en la mirada de unos adolescentes.?
Dec¨ªa Bean en una entrevista que durante la grabaci¨®n ten¨ªa siempre en la cabeza Ram, de McCartney, "parece muy pulido, pero tiene bordes muy ¨¢speros", explicaba. S¨ª, es exactamente eso, pasan los d¨ªas y las canciones que antes empachaban ahora suenan casi gloriosas. Se sorprende uno tarareando Caught in the briars, o su segunda parte Sundown (back in the briars). De repente se degusta con placer el jazz pop de Grass widows, o la delicadeza de Baby center stage, Winter prayers y New Mexico's no breeze.? Incluso ese bajo y la bater¨ªa funkoide de Singers and the endless songs, que al principio resulta tan chocante tiene su aquel.
Y al final este disco que parec¨ªa condenado al exilio no es que encuentre su sitio, es que lo reclama.
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