Chad Harbach, bateador de historias
El escritor estadounidense triunfa con su novela ¡®El arte de la defensa¡¯ Es un relato ambientado en el universo del b¨¦isbol universitario de su pa¨ªs
De entrada, hab¨ªa que preguntar a Chad Harbach c¨®mo le hab¨ªa ido con su libro en pa¨ªses en los que el b¨¦isbol no es una referencia cotidiana: hay algo un poco desenfocado en conversar en torno a una novela sobre el juego de pelota para un diario espa?ol. ?l respondi¨®, con la sonrisa del ni?o que todav¨ªa no se termina de creer que al final los Reyes s¨ª le trajeron una bicicleta, que eso no le preocupaba: ¡°Los libros de b¨¦isbol tampoco se venden aqu¨ª y ya ves¡±. El arte de la defensa (Salamandra, 2013) ha sido una novela excepcionalmente exitosa en este ¡°aqu¨ª¡± que Harbach se?al¨® con un gesto vago y que pod¨ªa haberse referido a Nueva York, al somnoliento Clark Restaurant de Brooklyn Heights en que despachaba una tortilla de dimensiones definitivamente gringas, o a la inmensidad de los Estados Unidos.
Mitad baseball novel y mitad campus novel, El arte de la defensa cuenta la historia de un joven excepcionalmente dotado para jugar en la posici¨®n de parador en corto, clave en este deporte. Henry Skrimshander es becado en una universidad privada m¨¢s bien modesta para reforzar un equipo que lleva poco m¨¢s de un siglo perdiendo todas las temporadas intercolegiales. Su brillo es tanto que atrae pronto a los buscadores de talento de los equipos de las Grandes Ligas, que lo van siguiendo sin descanso por toda la regi¨®n mientras Los Arponeros construyen una novena por fin cre¨ªble para una temporada exitosa.
Se trata de una novela eficiente y divertida en la que todos los personajes pasan por una temporada en el infierno que al final les permitir¨¢ restaurar un mundo de valores tradicionales: fraternidad, lealtad, resistencia a lo adverso. ¡°La idea de valores tradicionales me incomoda¡±, dice Harbach, y se explica: es una novela en la que el rector de una universidad descubre su sexualidad gay con un estudiante. ¡°La reacci¨®n de sus colegas cuando se descubre el esc¨¢ndalo no habr¨ªa sido igual si se hubiera tratado de una mujer¡±, explica.
Hay en el libro un hilo reflexivo constante sobre los misterios de la amistad masculina, cuenta Harbach, ¡°pero las relaciones son dif¨ªciles: un equipo de b¨¦isbol es un grupo de hombres que hacen todo juntos todos los d¨ªas y comunic¨¢ndose mediante insultos¡±. Le pregunt¨¦ si ¨¦l hab¨ªa jugado al b¨¦isbol colegial: ¡°No¡±, dijo, ¡°nunca estuve en el equipo de la Universidad¡± ¡ªestudi¨® la licenciatura en Harvard¡ª ¡°pero pas¨¦ la infancia en el ¨¢rea del lago Michigan, en los suburbios de Wisconsin y jugar a b¨¦isbol era lo que hac¨ªan los ni?os¡±.
Aprovech¨¦ para preguntar a Chad Harbach si habla espa?ol: uno de Los Arponeros insulta a sus amigos con altisonancias muy espec¨ªficas del norte de M¨¦xico ¡ªla ¨²nica regi¨®n del pa¨ªs donde la agresividad comercial del f¨²tbol profesional no ha arrasado la belleza lenta y dram¨¢tica del juego de pelota¡ª. ¡°Solo s¨¦ maldecir¡±, me dijo ¨¦l con la timidez con que los angloparlantes de Nueva York reconocen ¨²ltimamente que no hablan la lengua que tambi¨¦n mueve a la ciudad. ¡°Jug¨¢bamos con un mont¨®n de ni?os de inmigrantes¡±. La nueva generaci¨®n de escritores estadounidenses parece mirar con naturalidad al mundo que, mal que bien, hizo del presidente Obama una figura invencible: al final de la novela, el nuevo rector de la Universidad es mujer y tiene un nombre hisp¨¢nico.
Y es que tal vez lo m¨¢s sorprendente de El arte de la defensa sea su retrato de unos Estados Unidos fervientemente liberales en el sentido moral de la palabra; un pa¨ªs que se empieza a sentir capaz de reflejarse mejor en el pensamiento de Henry Thoreau que en el de Ronald Reagan. En la sociedad representada en la novela la tensi¨®n racial es anecd¨®tica, la liberaci¨®n sexual ha sido consumada sin consecuencias, la cultura gay ha obtenido una carta de naturalizaci¨®n indiscutible y la polic¨ªa, que es la m¨¢s poderosa de las presencias urbanas cuando menos en Nueva York, brilla por su ausencia.
Preguntado el escritor si esa visi¨®n no pecaba de optimismo, contest¨®: ¡°As¨ª son los pueblos universitarios, comunidades ut¨®picas en las que el mundo de afuera es una amenaza¡±. Entonces lleg¨® un tema en el que pareci¨® sentirse m¨¢s c¨®modo: el arte de contar. ¡°Los personajes del libro o est¨¢n a punto de dejar el cobijo de la escuela o est¨¢n de regreso buscando su protecci¨®n. La tensi¨®n dram¨¢tica del libro est¨¢ en que un mundo horrible los acecha al otro lado de la burbuja en la que s¨®lo importa el b¨¦isbol, y ellos lo saben¡±.
Otra cuesti¨®n interesante en la conversaci¨®n fue la demora artesanal de sus construcciones: en la novela se despliegan cuando menos cinco l¨ªneas argumentales que van agregando tensi¨®n mientras se enredan. ?Tiene que ver con el hecho de que escribes a mano? Su respuesta tuvo algo de esot¨¦rico. ¡°La p¨¢gina de la computadora¡±, dijo, ¡°se puede corregir al infinito. Escribir en pantalla es m¨¢s que nada una performance en la que los elementos de una historia se recombinan. Si escribes a mano la historia se acumula, est¨¢ ah¨ª, en el papel: se queda atr¨¢s¡±.
?lvaro Enrigue es un novelista mexicano afincado en Nueva York, y profesor en Princeton.
Babelia
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