Una casa con piernas
La c¨¦lebre Casa de Vidro, dise?ada por la arquitecta Lina Bo Bardi, se presenta como campo museogr¨¢fico expandido con una muestra colectiva
Si los museos son los grandes condensadores del arte, las casas donde habitaron poetas, arquitectos y pensadores aparecen hoy como un refugio o un idilio en s¨ª mismas, espacios que permiten la visi¨®n a vuelo raso de las transacciones interpersonales entre el comisario y el artista, algo tan completamente moderno como cuando Pissarro pintaba las calles de Par¨ªs desde la ventana de su hotel o Baudelaire describ¨ªa el paisaje urbano como el bullicio de ¡°la ciudad llena de hormigas¡±. En un momento en que la mayor¨ªa de los museos mira el arte desde el cristal rosado del mercado, las casas con apellidos ilustres entienden mejor la creaci¨®n como pura energ¨ªa basada en la sensaci¨®n, un signo de la centralidad de la arquitectura en el discurso cultural.
La Casa de Vidro, dise?ada en 1951 por la arquitecta Lina Bo Bardi (Roma, 1914-S?o Paulo, Brasil, 1992) en S?o Paulo, se presenta estos d¨ªas como un campo expandido (un nuevo espacio de experimentaci¨®n museogr¨¢fica, seg¨²n concepto de Rosalind Krauss) donde es posible un an¨¢lisis estructuralista del arte, de su continente y su contenido: arquitectura y paisaje, no arquitectura-no paisaje, lo escult¨®rico y lo no escult¨®rico, orden y entrop¨ªa, obra y evento¡ ajust¨¢ndose milim¨¦tricamente a la cultura actual del dise?o y exhibici¨®n. El interior est¨¢ en el exterior, colectiva ideada por el explosivo Hans Ulrich Obrist en la residencia donde vivi¨® la arquitecta con su marido, el historiador y cr¨ªtico Pietro Maria Bardi, est¨¢ planteada como un ejercicio mnemot¨¦cnico ¡ªde nuevo, Baudelaire y su afirmaci¨®n de que el gran criterio del arte es la memoria¡ª, pues cada una de las obras seleccionadas evoca la figura de la autora y su edificio como fundamento y soporte, un tipo de subtextualidad que supone un relevo institucional entre el estudio del artista, donde se producen las obras, y el dispositivo de la exposici¨®n, el sitio donde estas se hacen visibles para el p¨²blico.
En ¡®El interior est¨¢ en el exterior¡¯ ¡°la casa es el paisaje¡±, un concepto que Bo Bardi expres¨® en un celebrado ensayo
Tras las intervenciones en las casas-museo de Nietzsche (Sils Maria, Suiza, 1992), Sir John Soane (Londres, 1999-2000), Lorca (Huerta de San Vicente, 2007-2008) y Luis Barrag¨¢n (M¨¦xico DF, 2002-2003), de nuevo Obrist presenta, distribuye y hace dialogar las obras de 36 artistas dentro del que fue espacio privado y lugar de trabajo de Bo Bardi durante d¨¦cadas. El comisario suizo ha escogido esta vivienda por su enf¨¢tica simplicidad: se trata de una casa de cristal construida sobre pilotes, homenaje quiz¨¢s de su autora a los palafitta pompeyanos y a las ¡°caba?as con piernas¡± del Estado de Amazonas, que pronto describir¨ªa como ¡°cafetines fluctuantes de las calles l¨ªquidas de Manaus¡±.
Monumento arquitect¨®nico nacional, la Casa de Vidro fue el primer proyecto realizado por Bo Bardi cinco a?os despu¨¦s de su llegada a Brasil tras abandonar una Italia arruinada por la guerra. Tambi¨¦n fue la primera residencia moderna construida en el Jard¨ªn Morumbi ¡ªpor aquellos a?os, una zona del suroeste de la ciudad poblada por gentes humildes, transformada hoy en uno de los barrios m¨¢s exclusivos¡ª y su edificio ¡°probeta¡± para futuras construcciones a lo largo de la geograf¨ªa brasile?a (el Museo ¨¤ Beira do Oc¨¦ano, en S?o Vicente, la Casa Cirell).
Resonante y poderosa, la Casa de Vidro se pens¨® en t¨¦rminos de inicio de un ciclo arquitect¨®nico en Latinoam¨¦rica: un pabell¨®n que adopta una estructura muy fina de hormig¨®n, pero que conserva el perfil natural del terreno; parcialmente elevado sobre una colina, emerge rodeado por ¡°mata brasileira¡±, lo que permite una total continuidad visual con el paisaje. El elemento m¨¢s llamativo de este templo est¨¢ en el centro de su patio interior: un ¨¢rbol que exist¨ªa antes de la construcci¨®n de la casa la atraviesa y ayuda a distribuir las diferentes estancias. La escalera, dise?ada como un mirador, es un acceso de ida y vuelta pensado para mover a los habitantes de la casa, como hac¨ªa la arquitecta con los actores sobre el escenario en sus proyectos escenogr¨¢ficos.
Bo Bardi tambi¨¦n trabaj¨® con herramientas intangibles: tuvo en cuenta el pasado del lugar, escuch¨® a los lugare?os, y sus leyendas fant¨¢sticas le sirvieron de informaci¨®n para crear un orden din¨¢mico en una red de caminos que conectaba los pabellones de la finca como se?al de que aquel lugar estaba en constante evoluci¨®n. La selva se mueve, camina y absorbe la fuerza entr¨®pica de los elementos que se ir¨ªan introduciendo en el jard¨ªn. Y es este precisamente el sentido de El interior est¨¢ en el exterior: en esta muestra, ¡°la casa es el paisaje¡±, un concepto que Bo Bardi expres¨® en un celebrado ensayo (¡°Arquitectos y Naturaleza¡±, Domus, 1943), donde ya abogaba por la simplicidad popular antes de encontrar en la selva aut¨®ctona de S?o Paulo el lugar id¨®neo para hacer dialogar naturaleza y cultura.
La arquitecta tuvo en cuenta el pasado del lugar, escuch¨® a los lugare?os, y sus leyendas fant¨¢sticas le sirvieron de informaci¨®n
Como ilustradora, dise?adora gr¨¢fica y directora de varias publicaciones italianas durante la Segunda Guerra Mundial, la autora del MASP y el SESC Pompeia sol¨ªa hacer su photoshop manual: cortaba, pegaba y alteraba las im¨¢genes de interiores de casas sacadas de revistas de decoraci¨®n. Sobre la hoja en blanco, yuxtapon¨ªa diferentes realidades, probaba, contrastaba y reconciliaba vocabularios variados para crear nuevos significados. A Bo Bardi, que ten¨ªa mucho de artista pl¨¢stica, probablemente le hubiera gustado este homenaje coral ideado por Obrist, muchos de cuyos participantes la conocieron en vida. La muestra, que seg¨²n el comisario ¡°no solo ocupa un espacio, tambi¨¦n es un evento que ocurre en el tiempo¡±, entr¨® en su primera fase el pasado mes de septiembre, se desarroll¨® durante el verano austral y tiene prevista su clausura en el mes de junio.
El siempre s¨®lido Cildo Meireles ¡ªquien por primera vez habl¨® a Obrist de la arquitecta¡ª presenta en la sala de estar una de las obras menos saturadas y m¨¢s sutiles: se trata de una pieza de audio en la que puede o¨ªrse la frase: ¡°Lina, va fare un caffe¡± (Lina, v¨¦ a hacer un caf¨¦), palabras que sol¨ªa decirle su marido cuando en una conversaci¨®n con amigos surg¨ªan temas pol¨ªticos que no eran de su agrado; tambi¨¦n descubrimos dos dibujos de Calder (gran amigo del matrimonio) y una maqueta para una estanter¨ªa hecha por el equipo de arquitectos SANAA ¡ªcuya relaci¨®n con Bo Bardi se remonta a la bienal de Venecia de 2010, donde la arquitecta tuvo un papel central¡ª. Waltercio Caldas firma una instalaci¨®n en el dormitorio del matrimonio hecha con espejos y textos, que en los a?os sesenta le fue encargada pero nunca lleg¨® a realizarse. Sin ocuparnos mucho del t¨¢ndem brit¨¢nico Gilbert & George ¡ªpresentes ad vomitum en todos proyectos de Obrist¡ª, hay obras destacables, como los pabellones de Dan Graham y Cristina Iglesias, las fotograf¨ªas de Luisa Lambri o la pieza escult¨®rica de Philippe Parreno. Durante la visita por todo el edificio y el bosque, el p¨²blico se tropezar¨¢ con las instalaciones de Pedro Barateiro, Adri¨¢n Villar Rojas, Juan Araujo, Laercio Redondo, Renata Lucas, Cinthia Marcelle, Pedro Reyes, Dominique Gonzalez-Foerster, y los testimonios de los arquitectos Norman Foster, Paulo Mendes da Rocha y Rem Koolhaas.
La siguiente casa a ocupar ser¨¢ la Roxbury House (Connecticut), de Alexander Calder, en cuya cocina-atelier el artista norteamericano lleg¨® a acumular hasta quince tostadores de pan.
El interior est¨¢ en el exterior. Varios autores. Casa de Vidro. Morumbi. S?o Paulo. Brasil. Hasta el 2 de junio.
Babelia
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