¡°Roosevelt se lament¨® de no dejar que la Rep¨²blica comprase armas¡±
Aurora Bosch obtiene el premio de los historiadores de EE UU por ¡®Miedo a la democracia¡¯ El libro ahonda en el papel de Washington en la Guerra Civil espa?ola
Franklin Delano Roosevelt profesaba simpat¨ªa por la Segunda Rep¨²blica espa?ola. Su mujer Eleonor siempre lo dec¨ªa. No obstante, el presidente estadounidense hizo o¨ªdos sordos a la petici¨®n del Gobierno democr¨¢tico de poder comprar armas en el mercado americano para combatir a los franquistas. Y no hizo la vista gorda, como en la coet¨¢nea guerra civil china, para relajar la neutralidad de EE UU y suministrar ayuda al Ej¨¦rcito republicano. Sab¨ªa poco de Espa?a, estaba centrado en salvar los obst¨¢culos internos a su pol¨ªtica intervencionista del New Deal para paliar la tremenda crisis del 29 y respaldaba la estrategia de sus aliados, Reino Unido y Francia, para contener el conflcito espa?ol. Pero, ?qu¨¦ hubiera pasado si esa simpat¨ªa de los Roosevelt se hubiese traducido en alg¨²n tipo de intervencionismo?
La historiadora Aurora Bosch arquea las cejas, casi imperceptiblemente. Ella no hace ficci¨®n, no ha escrito La conjura contra Am¨¦rica, en la que Philip Roth imagina las consecuencias de la p¨¦rdida de las elecciones en 1940 por parte de Roosevelt frente al aviador filonazi Charles Lindberg, en una novela cuya excelente contextualizaci¨®n fue distinguida incluso por los historiadores. Esta catedr¨¢tica de Historia Contempor¨¢nea de la Universitat de Val¨¨ncia ha escrito Miedo a la democracia. Estados Unidos ante la Segunda Rep¨²blica y la guerra civil espa?ola (editorial Cr¨ªtica) y acaba de ser premiada por la Organizaci¨®n de Historiadores Americanos por ser la autora del mejor libro de historia estadounidense publicado en lengua extranjera.
El presidente reconoci¨® en 1939 que su neutralidad benefici¨® al agresor
¡°No sabemos qu¨¦ hubiera pasado, claro, pero lo que ped¨ªa el Gobierno espa?ol al estadounidense era relativamente poco: que le permitieran comprar armas en su mercado. La Rep¨²blica ten¨ªa el oro del Banco de Espa?a, ten¨ªa m¨¢s capital que el bando franquista que, sin embargo, se vio beneficiado por cr¨¦ditos y abastecimientos abundantes y regulares desde el principio. Pero Roosevelt tom¨® en 1937 la iniciativa de ahondar en el congreso el embargo legal y solo tuvo un voto en contra. Ten¨ªa muchas presiones e intereses electorales. Tem¨ªa que su electorado se dividiera, porque buena parte de los cat¨®licos, la clase obrera de sus votantes, no le respaldar¨ªa si apoyaba al r¨¦gimen republicano. Las noticias de la masacre contra el clero en Espa?a llegaban de forma escandalosa y la jerarqu¨ªa y el lobby cat¨®lico no quer¨ªan que interviniera. Adem¨¢s, el presidente se jugaba el apoyo a sus reformas del New Deal, la mayor¨ªa de la ciudadan¨ªa defend¨ªa el pacifismo y la neutralidad y Francia e Inglaterra insist¨ªan en la no intervenci¨®n¡±, explica Bosch.
A todo ello se un¨ªa ¡°el temor entre las democracias liberales asentadas de que la extensi¨®n de la democracia y de la pol¨ªtica de masas pudiera exceder el ¨¢mbito liberal por las tendencias revolucionarias, pues en medio de la crisis de los a?os treinta el debate pol¨ªtico inclu¨ªa el fascismo y el comunismo, adem¨¢s de la democracia y la dictadura¡±. De ah¨ª el t¨ªtulo de su libro Miedo a la democracia, que el jurado del premio Willi Paul Adams 2013 valor¨® por ser un ¡°rico retrato de las complejas interacciones de los hechos que dieron forma a la pol¨ªtica americana respecto a Espa?a durante ese periodo¡±.
¡°Hay historiadores que¡±, prosigue Bosch, ¡°sin embargo, inciden en que Roosevelt hab¨ªa ganado las elecciones en 1936 con una mayor¨ªa abrumadora y, por tanto, pod¨ªa haber hecho algo, transigir como con China. Ten¨ªa poco margen de actuaci¨®n, pero lo ten¨ªa. Y no lo emple¨®¡±. Dos a?os despu¨¦s, tras el Pacto de M¨²nich y la batalla del Ebro, Roosevelt empieza a comprender el alcance de su error. Y en 1939, ¡°transmite a su gabinete que la ley de neutralidad ha hecho lo contrario de lo que pretend¨ªa: beneficiar a los agresores¡±, relata la autora, que ha investigado en m¨²ltiples fuentes estadounidenses.
¡°El presidente se arrepinti¨® y se lament¨® de no haber permitido comprar armas a la Rep¨²blica y as¨ª lo reconoci¨® en enero y febrero de 1939, cuando sostiene que se pod¨ªa haber establecido sin ning¨²n riesgo la f¨®rmula de cash and carry, es decir, paga y ll¨¦vatelo en tus propios barcos, como vendieron unos pocos meses despu¨¦s a Inglaterra y Francia, con una opini¨®n p¨²blica mayoritariamente favorable. De este modo se evitaban los problemas que tuvieron en la I Guerra Mundial, cuando transportaban sus armas en sus barcos¡±.
Autora tambi¨¦n de Historia de los Estados Unidos, 1776-1945 (Cr¨ªtica), entre otros libros, la catedr¨¢tica valenciana de 59 a?os forma parte del peque?o grupo de historiadores espa?oles especializados en Estados Unidos (en Latinoam¨¦rica hay toda una escuela), formando Silvia Hilton o Carmen de la Guardia la vanguardia primigenia. La cercan¨ªa de los archivos y la rica historia de Espa?a facilitan el estudio aut¨®ctono.
Adem¨¢s, en la historiograf¨ªa, sobre todo de orientaci¨®n izquierdista, tambi¨¦n se detect¨® un cierto prejuicio antiamericano, arraigado en buena parte de la ciudadan¨ªa espa?ola. ¡°La guerra de Cuba est¨¢ ah¨ª, en la memoria, pero en los a?os veinte se disuelve el conflicto por los flujos e intercambios... Creo que el origen del antiamericanismo en Espa?a se remonta en realidad a la visita de Eisenhower en 1959, apoyando al r¨¦gimen franquista y salv¨¢ndole la cara internacional. Tambi¨¦n hizo mella en la sensibilidad espa?ola el intervencionismo de EE UU en los pa¨ªses latinoamericanos, defendiendo sus intereses por encima de la democracia¡±, opina Bosch.
¡°El antiamericanismo en general viene de la pol¨ªtica exterior de Estados Unidos, y es hasta cierto punto comprensible¡±, a?ade. ¡°Pero tampoco podemos olvidar de que el Plan Marshall fue fundamental para la reconstrucci¨®n europea, ni que cuando Europa no sab¨ªa qu¨¦ hacer con el conflicto en la ex Yugoslavia, se opt¨® por llamar a EE UU. En fin, hay que verlo todo¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.