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La nueva campa?a de publicidad de la DGT ha creado pol¨¦mica. Hasta la voz del GPS recrimina al conductor que gaste gasolina
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La nueva campa?a de publicidad de la Direcci¨®n General de Tr¨¢fico ha creado cierta pol¨¦mica. Anuncios y cu?as de radio incitan a dejar el coche y andar m¨¢s. Hasta la voz del GPS recrimina al conductor que gaste gasolina en lugar de caminar y as¨ª perder peso. Para algunos, la campa?a es un error, pero en realidad es un s¨ªntoma. No ser¨¢ raro que pronto el Ministerio de Sanidad nos incite a no ponernos enfermos y el de Vivienda nos haga ver las ventajas de vivir al raso, y m¨¢s ahora que llega el buen tiempo, en vez de andar a vueltas con alquileres e hipotecas. La publicidad del Ministerio de Empleo podr¨ªa recordar que los parados disfrutan de mucho tiempo para la familia y perfeccionar la forma f¨ªsica. El Ministerio de Justicia se anticip¨® a la idea, promovi¨® unas tasas para que la gente renuncie a la justicia, as¨ª ahorramos unos euros y no se atascan los juzgados.
Fue en los tiempos de Pere Navarro, con la implantaci¨®n del carn¨¦ por puntos, cuando la Direcci¨®n General se apunt¨® el mayor ¨¦xito de su historia, con una reducci¨®n de accidentes espectacular. Pero el ¨¦xito del carn¨¦ por puntos fue el fracaso del ciudadano, porque una vez m¨¢s se demostr¨® que es necesaria la amenaza de sanci¨®n para que la gente adopte cierta prudencia. Tratar a los adultos como ni?os sigue funcionando para sonrojo de la condici¨®n humana.
Es la felicidad sancionadora la que teje la disciplina ciudadana. Asumimos que Hacienda somos todos no por solidaridad sino por amenaza. Y la austeridad nos lleg¨® de golpe no por racionalidad, sino tras descerrajar la caja com¨²n. Si Tr¨¢fico invita a andar en su ¨²ltimo anuncio, no hace falta ser muy perspicaz para intuir que pronto seremos sancionados si no paseamos unas horas al d¨ªa. Y lo m¨¢s humillante ser¨¢ la coletilla del ¡°si lo hago por tu bien¡±, que acompa?aba la bofetada de los maestros antiguos. Un episodio m¨¢s en la historia de nuestros fracasos. Pero, en ciudades mal dise?adas, suburbiales y grotescamente dependientes del macrocentro comercial, con infraestructuras multimillonarias destinadas al uso del coche, a quien Tr¨¢fico le deber¨ªa dirigir los ruegos es a alcaldes y autoridades.
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