Muti, el italiano

A finales de 2012 la editorial Rizzoli public¨® un libro de Riccardo Muti que lleva por t¨ªtulo Verdi, l¡¯italiano. Las reflexiones humanistas que el director de orquesta vuelca sobre el compositor m¨¢s emblem¨¢tico de la ¨®pera italiana se le podr¨ªan aplicar a ¨¦l en un gran n¨²mero de cuestiones. Muti representa hoy en d¨ªa como ning¨²n otro la alegr¨ªa de hacer m¨²sica y, en particular, refleja la pasi¨®n de la ¨®pera italiana. Verdi en primer lugar, desde luego, y ah¨ª est¨¢n sus mod¨¦licas direcciones en la ?pera de Roma de t¨ªtulos como Simon Boccanegra, I due Foscari o Attila, por citar las tres ¨²ltimas ¨®peras que ha puesto en pie all¨ª, sino tambi¨¦n obras a veces arrinconadas del siglo XVIII, del repertorio napolitano o afines. Obviamente en su dedicaci¨®n tambi¨¦n est¨¢ el periodo belcantista, tan determinante en la est¨¦tica musical italiana antes de Verdi. Muti, el italiano, pues. Por vocaci¨®n y fidelidad. Por instinto teatral y por vitalidad humana.

Por otra parte, su condici¨®n napolitana militante se percibe en los gui?os afectivos que tiene con nuestro pa¨ªs. Hay mucha historia com¨²n detr¨¢s. El a?o pasado eligi¨® para su actuaci¨®n en el Real un t¨ªtulo de Mercadante de vinculaci¨®n madrile?a y esta temporada ten¨ªa previsto otro del mismo autor aunque de filiaci¨®n gaditana, pero la fuerza del destino le ha llevado a sustituirlo por una ¨®pera buffa de Donizetti, lo que en cierto modo tambi¨¦n supone un homenaje a Madrid, pues no en vano el Real se inaugur¨® en 1850 con una ¨®pera de este compositor: La favorita.

La afinidad de Muti con Don Pasquale viene de lejos. Con esta ¨®pera debut¨® en el Festival de Salzburgo, ah¨ª es nada. Su direcci¨®n actual de la misma es de una gran madurez. No es cuesti¨®n ¨²nicamente de t¨¦cnica o de sabidur¨ªa prodigiosa en el terreno de concertar las voces con la orquesta. El planteamiento buffo se escapa de las coordenadas habituales de la comicidad a ultranza, y adquiere una dimensi¨®n melanc¨®lica muy sugerente. Bien es verdad que la actuaci¨®n de Nicola Alaimo es extraordinaria teatral y vocalmente para reforzar el pensamiento musical de Muti, as¨ª como el retrato sicol¨®gico que el director de escena hace de personajes como el de Norina, al que Eleonora Buratto responde con inteligencia y habilidad. Lo cierto es que, con todas las complicidades que se quiera, Muti imprime un sello musical que va m¨¢s all¨¢ de las apariencias, en un estilo parangonable a lo que un director de cine como Billy Wilder logra con sus filmes aparentemente c¨®micos, que se convierten en an¨¢lisis de la condici¨®n humana. Eso s¨ª, se mantiene siempre en Muti la vitalidad, la sonrisa. La agudeza viene de la matizaci¨®n musical y su integraci¨®n con una direcci¨®n de escena ajustada con incisividad a lo que se est¨¢ contando, y con un equipo de cantantes que derrocha teatralidad con una calidad vocal m¨¢s que suficiente. El coro Intermezzo, titular del teatro Real, estuvo como nunca en su faceta din¨¢mica y en el canto a media voz. Con todo ello la representaci¨®n transcurre sin altibajos, en un estado continuo de magnetismo, y al espectador no le queda otra opci¨®n que dejarse llevar por la m¨²sica y sus circunstancias. Para m¨¢s de uno este Donizetti va a ser un descubrimiento.

La orquesta juvenil Luigi Cherubini se muestra asimismo con una madurez envidiable. Son disciplinados y dominan el oficio. El director esc¨¦nico Andrea de Rosa tiene sentido narrativo y dosifica los golpes de humor con prudencia. El efecto Muti, en cualquier caso, se alza como el motor de la representaci¨®n. El director imparte una lecci¨®n de direcci¨®n oper¨ªstica de principio a fin. En el sonido, en la continuidad, en la elecci¨®n de los tiempos, en los contrastes, en la atenci¨®n a las voces individuales y el coro, en la labor de conjunto. El p¨²blico disfrut¨® a sus anchas. Y Muti obtuvo un ¨¦xito clamoroso.