Oscuridad en el horizonte
Parece mentira, pero el horizonte de la fiesta viene bien cargado de nubarrones.
En una tarde heladora, con el cuerpo desencajado por el fr¨ªo, una novillada tan birriosa como la de Guadaira y unos novilleros con tan oscuro futuro como Del Pilar, Leal y Blanco, consiguen que el alma se caiga a los pies. Parece mentira, pero el horizonte de la fiesta viene bien cargado de nubarrones.
?Los novillos, para llorar; muy mal presentados en general ¡ªlos tres primeros, unas raspitas de pescado¡ª, sin fuerzas que los mantuvieran en pie; hicieron todos ellos una pelea, por llamarle de alg¨²n modo, lastimosa en varas. Ninguno de los seis fue picado. El deficiente papel de los varilargueros merece punto y aparte. El d¨ªa que les llegue un expediente de regulaci¨®n de empleo solo ellos ser¨¢n los sorprendidos. Y esos animalitos, corretones y distra¨ªdos, alcanzaron el tercio final sin fuelle, sin codicia, sin entrega y con una nobleza incolora y anodina. Una novillada, en fin, de desecho. Que s¨ª, que destac¨® el tercero, y se dejaron torear el cuarto y el quinto, pero en general, un desastre solo comparable al de los muchos toros que han pasado y pasar¨¢n esta feria por esta plaza. ?Ah! Y que no se olvide: Guadaira es sin¨®nimo de Juan Pedro Domecq.
Y, despu¨¦s, los novilleros, tres chavales punteros, placeados, experimentados, y bien dirigidos desde los despachos. La flor y nata de la noviller¨ªa. El futuro de la fiesta. Y en el tendido cada cual se esfuerza por encontrar justificaciones a lo que no las tiene: que si son muy j¨®venes, que si no hay que ser tan exigentes con ellos, que, m¨ªralos, son unos ni?os.
GUADAIRA / DEL PILAR, LEAL, BLANCO
Ser¨¢ verdad, pero unos ni?os con un futuro muy negro si persisten en su inter¨¦s por ser figuras del toreo.
?Cu¨¢ndo surgir¨¢ alg¨²n apoderado que proh¨ªba a su pupilo capotear por tafalleras o saltilleras, dos de las suertes m¨¢s ins¨ªpidas y aburridas que se puedan soportar en una plaza de toros? ?Habr¨¢ alguien que ense?e a los chavales a torear a la ver¨®nica? ?Qui¨¦n se atrever¨¢ a decirles que no se puede ser un pesado, que el toreo es brevedad y calidad, y que todo se puede perder por alargar innecesariamente las faenas?
Es bastante incomprensible que ninguna de las tres figuras novilleriles de ayer intentara estirarse a la ver¨®nica. El ¨²nico, Roberto Blanco, hizo un amago insulso en su primero, y se atrevi¨® a dar una, solo una, y una media en el sexto. Por lo visto, el d¨ªa que la explicaron en clase no estuvieron ni G¨®mez del Pilar ni Juan Leal. El primero recibi¨® a sus dos novillos de rodillas en los medios con sendas largas cambiadas; hizo, despu¨¦s, un quite por chicuelinas y otro por gaoneras en el que abri¨® plaza, y lo dem¨¢s fueron mantazos. El segundo, se explay¨® con saltilleras y tafalleras en una demostraci¨®n de vulgaridad que se pod¨ªa haber ahorrado. Hab¨ªa que frotarse los ojos para no creer que todo aquello era un mal sue?o o un desmayo moment¨¢neo producto del fr¨ªo.
Y lleg¨® la muleta, y, entre los tres, dar¨ªan unos tres mil pases por ambas manos, y hay que tener muy buena voluntad y generosidad para recordar alguno que mereciera la pena.
Ovaciones y pitos
Ra¨²l Cervantes, Juan Carlos Garc¨ªa y Rafael Viotti destacaron en el tercio de banderillas.
Ni la novillada ni los novilleros estuvieron a la altura exigida en esta feria.
G¨®mez del Pilar sorprendi¨® muy gratamente en la feria del a?o pasado y da la impresi¨®n de que todo lo ha desaprendido. Vaya usted a saber por qu¨¦ no ha tomado la alternativa, pero una estancia larga en el escalaf¨®n inferior debe desmotivar a cualquiera. Ha perdido frescura, se le nota triste y con pocas ideas. Su primero, muy aplomado, se agot¨® y se neg¨® a embestir; pero el cuarto iba y ven¨ªa, y el torero le dio pases y m¨¢s pases, desbordado en todo momento, sin gracia ni temple.
Juan Leal viene de torear en el abono sevillano, donde no dijo nada, y en Madrid ha dado un paso atr¨¢s muy grave. Con el capote es un dolor ¡ªcomo siga dando tafalleras y saltilleras, lo correr¨¢n a gorrazos cualquier d¨ªa¡ª, y muleta en mano no hizo absolutamente nada que haga pensar que no estaba inspirado. No es f¨¢cil dar pases con m¨¢s superficialidad y vulgaridad. Se coloca siempre al hilo del pit¨®n, con la muleta retrasada, ahoga las embestidas de los novillos, y lo peor es que el mensaje que transmite es que puede estar toreando hasta ma?ana y no decir nada. Sus novillos fueron tan nobles como sosos, pero no menos que ¨¦l.
Y Roberto Blanco se puede salvar de la quema porque en el tercero, el m¨¢s encastado, ofreci¨® una imagen de arrojo, de raza y de temperamento como novillero. Algunos compases de su faena fueron brillantes porque consigui¨® llevar al novillo muy toreado, embebido en el enga?o. Se coloca bien, tiene personalidad y, como es habitual, alarg¨® su labor y todo lo bueno que hizo se diluy¨®.
Quedaba el sexto ¡ªm¨¢s de la mitad de la plaza hab¨ªa huido para entonces por culpa de los novilleros, para huir del fr¨ªo y ver la final de Copa¡ª, y Blanco se puso pesado, pesad¨ªsimo. Suspenso para los tres, que deben volver a clase para que les cuente lo que es una ver¨®nica y aprendan a no aburrir a las ovejas.
Babelia
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