Talavante, grandeza a media luz
Al margen del resultado del festejo, un tanto decepcionante a causa de los toros, Talavante ha demostrado que es un grande
Fue precioso mientras dur¨®. El anuncio de la gesta de Talavante fue en s¨ª mismo un sue?o maravilloso que devolvi¨® la ilusi¨®n a una afici¨®n alica¨ªda. El torero extreme?o devolvi¨® la grandeza a la fiesta, la expectaci¨®n creci¨® como la espuma y la plaza de Las Ventas coloc¨® ayer el cartel de ¡°no hay billetes¡± en una de esas tardes que se presumen grandiosas.
Al margen del resultado del festejo, Talavante ha demostrado que es un grande, que quiere pasar a la historia y se atrevi¨® con lo que solo se atreven los muy elegidos: seis victorinos en Madrid. Respeto y admiraci¨®n para un torero moderno que, sin necesitarlo, asumi¨® un compromiso de los gordos de verdad. La fiesta ha ganado con esta corrida, aunque el prestigio del torero, en cambio, no haya subido enteros.
Al final, no pudo ser. Ni las ganas del p¨²blico, que recibi¨® a Talavante con una atronadora ovaci¨®n de ¨¢nimo, ni la ilusi¨®n del torero pudieron con las adversas circunstancias que rodearon el festejo. No llovi¨®, como hab¨ªa hecho todo el d¨ªa, pero arreci¨® el viento, a veces, muy molesto, y los toros de Victorino Mart¨ªn no respondieron a las expectativas. Protestados casi todos de salida por parte del p¨²blico, mansearon en los caballos, recortaron en banderillas y llegaron sin fuelle, ni casta a la muleta. Solo el tercero desarroll¨® nobleza en el tercio final y permiti¨® los momentos m¨¢s lucidos del festejo. Los otros cinco compusieron toda una sinfon¨ªa de decepci¨®n por su falta de codicia y bravura. En fin, un fracaso inesperado de Victorino cuando m¨¢s falta hac¨ªa para engrandecer a un torero que quiso ser uno de los m¨¢s grandes y a una fiesta que necesita como el agua una tarde de gloria.
Ni las ganas del p¨²blico ni la ilusi¨®n del torero pudieron con las adversas circunstancias del festejo
?Y el torero? Una gran parte del p¨²blico abronc¨® a Talavante cuando abandon¨® el ruedo. Fue, sin duda, una reacci¨®n exagerada, precipitada, quiz¨¢, porque abrevi¨® con el sexto, que no ten¨ªa nada en las entra?as. La decepci¨®n despu¨¦s de tanta ilusi¨®n conduce al enfado.
Cualquiera sabe qu¨¦ tipo de nervios son imprescindibles para salir con bien de un compromiso tan dificil¨ªsimo. Una cosa es la admirable decisi¨®n de encerrarse con seis toros de ganader¨ªa tan prestigiosa y complicada, y otra la realidad de estar a la altura de las exigentes circunstancias que se plantean en un festejo de este tipo.
Los toros descastados y el ¨¢nimo apagado del torero acabaron en una profunda decepci¨®n
Y da la impresi¨®n de que Talavante estuvo muy por debajo de sus te¨®ricas posibilidades. Muy bien vestido con un precioso terno sangre de toro y azabache sobre fondo de oro, se le vio apagado, como dominado por el miedo esc¨¦nico, y con pocas ideas.
A todos los toros los recibi¨® con enormes precauciones con el capote, perdiendo pasos en cada envite y a la defensiva; hasta el cuarto no hizo un quite por chicuelinas, cosa ins¨®lita en quien debe buscar el triunfo desde el principio; y solo al quinto lo recibi¨® Talavante con unas aceptables ver¨®nicas. Muy poco bagaje con el capote para seis toros.
M¨¢s justificado estuvo, quiz¨¢, con la muleta, pues todos los toros, a excepci¨®n del citado tercero, fueron un dechado de falta de casta, que hizo imposible el toreo tal y como hoy se entiende.
En ese toro realiz¨® una labor de menos a m¨¢s, toda ella sobre la mano izquierda, y brillaron un par de tandas, especialmente una rematada con una trincherilla. Fue el ¨²nico momento en que reaccion¨® la plaza y esper¨® el ansiado triunfo, pero mat¨® mal y todo se vino abajo. Por cierto, mat¨® mal, muy mal, al primero y al quinto en los que cobr¨® sendas estocadas que hicieron guardia, lo cual est¨¢ fe¨ªsimo y es impropio de una figura.
Sin recorrido el primero y con tendencia a dar tornillazos al aire, reserv¨®n y sin recursos, nada pudo hacer el torero. Con la cara a media altura el segundo, y soso; apagado el cuarto y muy descastados quinto y sexto.
En fin, que todo qued¨®, al final, en una profunda decepci¨®n; se acab¨® el sue?o maravilloso que comenz¨® el d¨ªa que Talavante anunci¨® su serio compromiso. La gente se enfad¨® porque estaba, quiz¨¢, convencida del triunfo; convencida de que uno o dos toros meter¨ªan la cabeza, hoyar¨ªan la arena y ver¨ªamos a un Talavante en plenitud encaramado a la cima del toreo.
Pero la realidad es tan dura que nos negamos a aceptarla. El toro de Victorino Mart¨ªn, tan grandioso a veces, tambi¨¦n es capaz de protagonizar fracasos como los de ayer; y se esperaba m¨¢s de un torero que tuvo la gallard¨ªa de dar un heroico paso adelante y no ha sido capaz de convertirlo en un ¨¦xito.
Grandeza, que nadie lo olvide; grandeza de encerrarse con seis toros, pero todo a media luz, con demasiada oscuridad, como si Talavante hubiera salido con la derrota en la cara; como si no tuviera claro qu¨¦ deb¨ªa hacer en cada momento; con muchas, demasiadas, dudas; sin las ideas necesarias para transmitir suficiente confianza en el triunfo.
Una vez m¨¢s, una encerrona se convierte en un fracaso no anunciado; quiz¨¢, hace falta una madurez de la que Talavante carece; o unos nervios de acero. Sea como fuere, quede claro el respeto que merece quien asumi¨® el compromiso m¨¢s serio del a?o.
Babelia
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