Orwelliana
Pese a otros m¨¦ritos, George Orwell ha pasado a la historia como el autor de la pesadilla futurista sobre la dictadura del control
Pese a otros m¨¦ritos, George Orwell ha pasado a la historia como el autor de la pesadilla futurista sobre la dictadura del control, con un Gran Hermano que todo lo vigila y condiciona. El t¨ªtulo de su novela, 1984, ha quedado superado por el calendario, por lo que muchos consideran que contiene un error de c¨¢lculo. Pero no es tan cierto. Nuestro error habitual es creer que el futuro siempre est¨¢ por venir, sin acabar de entender que el futuro es hoy. Sobre estos asuntos estamos obligados a reparar tras la detenci¨®n accidental en Zaragoza de un mir¨®n que espiaba a las personas a trav¨¦s de las c¨¢maras de sus ordenadores, en los que hab¨ªa logrado infiltrarse y que controlaba a distancia.
Hace tiempo que encuentras gente que ha cegado la c¨¢mara de sus ordenadores, alertada por la facilidad de que ese ojo dom¨¦stico se convierta en una ventana desde la que alguien te observa. Puede ser un s¨ªmbolo m¨¢s de la paranoia contempor¨¢nea, pero la noticia de la detenci¨®n del mir¨®n viene a refrendar la leyenda urbana. Esta ser¨ªa la m¨¢s extrema de las violaciones de tu intimidad, pero resulta a¨²n m¨¢s sencillo que tus archivos sean descerrajados y por lo tanto que todas tus fotos, cuyo soporte actual es un contenedor digital, dejen de pertenecerte en exclusividad. Las ¨¢reas compartidas, que se extienden por las redes sociales, garantizan a¨²n una esfera ¨ªntima e inviolable, pero cada d¨ªa la l¨ªnea es m¨¢s fina.
M¨¢s all¨¢ de la alarma social y de convertirnos todos en reos de nuestros miedos, conviene reparar en la peque?a gran diferencia con la pesadilla propuesta por Orwell. En nuestra sociedad se teme a un Gran Hermano que nos observa, conoce nuestros correos y actividades privadas, pero la maravillosa iron¨ªa es que nosotros hacemos el trabajo por ¨¦l. Ofreci¨¦ndonos a ser los retransmisores de nuestra privacidad, con una conexi¨®n social de 24 horas diarias, mensajer¨ªa constante de nuestra actividad, retransmisi¨®n en GPS de nuestra peripecia, y, para cuando nos relajamos, no queda portal, calle, garaje o ascensor que no est¨¦ presidido por un ojo de c¨¢mara de vigilancia que asegura protegernos mientras retransmite nuestra vida. Nosotros somos la red de vigilancia del Gran Hermano, pero hasta pagamos la c¨¢mara.
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