Fandi?o, un bravo torero herido
El diestro lleg¨® a las Ventas con la encomiable decisi¨®n de salir por la puerta grande No lo consigui¨® porque un pit¨®n astifino lo mand¨® a la enfermer¨ªa
Cuando un torero llega dispuesto a triunfar, no hace falta que lo pregone. Se ve, se nota, se siente. Y es la forma de andar, de colocarse, de saludar, de citar¡ En una palabra, la pasi¨®n por el triunfo es una forma de estar. Y ese mensaje tan claro, tan concluyente, se expande por los tendidos como la p¨®lvora. Es algo inexplicable, pero hasta el m¨¢s profano entiende que all¨ª abajo pasa algo importante.
Y Fandi?o lleg¨® a las Ventas con la encomiable decisi¨®n de salir por la puerta grande; y no lo consigui¨®, sobre todo, porque un pit¨®n astifino se cruz¨® en su camino y lo mand¨® a la enfermer¨ªa. Pero ese pit¨®n atraves¨® el muslo porque el torero estaba donde los toros pueden coger.
Todo ocurri¨® a la hora de matar. Hab¨ªa pinchado el torero en el primer intento, lo que no entraba en sus planes. Se perfil¨® de nuevo con la consigna de que esta vez no se le escapaba. Se volc¨® materialmente sobre el morrillo del animal, y al tiempo que cobraba una estocada hasta la bola, el toro lo enganch¨® por la pierna derecha, lo levant¨® en peso, lo lanz¨® contra el suelo y a¨²n tuvo tiempo de alcanzarlo otra vez con un tornillazo. Quiso esperar el torero la muerte del toro e, incluso, logr¨® zafarse de las asistencias. Pero sus propios compa?eros, a la vista de la gravedad de la herida, decidieron tirar por la calle de enmedio y trasladarlo al quir¨®fano.
Parlad¨¦/El Cid, Fandi?o, Luque
Toros de Parlad¨¦, bien presentados, mansos, descastados y parados; con genio, encastado y codicioso el segundo.
El Cid: estocada y un descabello (silencio); estocada (ovaci¨®n); pinchazo y estocada (silencio).
Iv¨¢n Fandi?o: pinchazo y estocada (oreja).Result¨® herido.
Daniel Luque: estocada baja (silencio); media y dos descabellos (silencio).
Parte m¨¦dico: Fandi?o fue herido en el muslo derecho con una trayectoria ascendente de 25 cent¨ªmetros que causa destrozos en el m¨²sculo cuadriceps y contusiona el f¨¦mur; contusi¨®n de vasos femorales y en regi¨®n dorsal. Pron¨®stico grave.
Plaza de Las Ventas. 22 de mayo. Decimocuarta corrida de feria. Casi lleno. Corrida de la Asociaci¨®n de la Prensa. Asisti¨® la Infanta Elena desde una barrera del tendido 1.
El Cid no tuvo tiempo de descabellar, porque al mismo tiempo que Fandi?o le daba las buenas tardes al equipo m¨¦dico, el toro le dec¨ªa adi¨®s a la vida. La plaza pidi¨® con fuerza la oreja, que el presidente no dud¨® en conceder.
Ciertamente, Fandi?o ten¨ªa muy claro que no ven¨ªa a Madrid a pasearse, sino a demostrar que este tiene que ser su a?o. As¨ª, sin m¨¢s probaturas, recibi¨® a ese, su primer toro, con unas ver¨®nicas tan vistosas como apasionadas; tanto, que termin¨® en una postura tan forzada -medio cuerpo doblado cuando la ver¨®nica es pura naturalidad- que a punto estuvo de perder el equilibrio.
OVACI?N: Tarde de buenos banderilleros: Alcalare?o, Jarocho, Jes¨²s Arruga, Miguel Mart¨ªn, Antonio Manuel Punta y El Boni, tambi¨¦n con el capote, figuran en el cuadro de honor.
PITOS: La casta y el genio del segundo toro no salvan a una muy mansa corrida de Parlad¨¦.
Manse¨® el animal en el caballo, como toda la corrida, se doli¨® con aspavientos en banderillas, y lleg¨® a la muleta con genio, con codicia y una violenta acometividad.
Fandi?o lo cit¨® de lejos por estatuarios, y hasta cuatro dibuj¨® con la planta firme y derecho como una vela; cuando cerr¨® la tanda con un remate y una trincherilla, la plaza cruji¨® de emoci¨®n.
Se alej¨® del toro, convencido, quiz¨¢, de que aquella ser¨ªa una lucha de poder a poder, y que ninguno de los dos se dejar¨ªa ganar la partida. Acudi¨® el animal al galope y all¨ª los espero el torero y lo someti¨® con deslumbrante capacidad en una tanda intens¨ªsima en la que el toro pretend¨ªa comerse la muleta. Otra m¨¢s, de igual factura, desde lejos, con la mano baja, con sobresaliente mando y desbordante torer¨ªa.
No ten¨ªa la embestida la misma calidad por el lado izquierdo, y aun as¨ª, consigui¨® robarle unos naturales pre?ados de poder. Entonces, con la plaza conmovida, era el momento de montar la espada y cortar las dos orejas. Fandi?o prefiri¨® contar una tanda m¨¢s sin entender que los ¨¢nimos son como la gaseosa. A pesar de ello, la oreja fue merecid¨ªsima, de las de verdad, porque un torero ven¨ªa a triunfar y triunf¨®, aunque est¨¦ ahora pagando su necesidad vital en la cama de una cl¨ªnica. Pero, amigo, eso es lo que les puede pasar a los toreros bravos.
La corrida se acab¨® ah¨ª. Luque y El Cid lo intentaron, pero ni sus toros ayudaron, ni ellos ven¨ªan con esa actitud que se transmite misteriosamente. Luque se justific¨® con el capote por delantales y chicuelinas, y, muleta en mano, se encontr¨® con un primer toro que no ten¨ªa clase alguna, y el segundo, soso y descastado, le permiti¨® que le diera muchos pases de esos que antes de verlos ya se han olvidado. Hacer como que se torea mientras la gente come pipas debe ser muy frustrante.
El Cid tuvo que matar tres toros. Y ayer parec¨ªa muy contento a pesar del serio compromiso. Capote¨® por delantales en dos ocasiones sin mayor relieve. Intent¨® justificarse ante su primero, hundido y parado, que acud¨ªa a rega?adientes cuando no doblaba las manos y hund¨ªa los pitones en la arena. Brind¨® la muerte del cuarto, m¨¢s encastado, y dibuj¨® una tanda extraordinaria de redondos y no hubo m¨¢s. Baj¨® el inter¨¦s con la zurda y la ilusi¨®n no cuaj¨®; tampoco pudo ser en el que mat¨® en sustituci¨®n de Fandi?o, que brind¨® a la cuadrilla de su compa?ero herido. Parec¨ªa que¡, pero el animal se vino abajo y todo se acab¨®. Al final, persiste la creencia de que a El Cid le ha pasado ya el tiempo de los resonantes triunfos. Es un gran torero, qu¨¦ duda cabe, pero le pueden las prisas y transmite algo as¨ª como una inseguridad manifiesta. Dio, una vez m¨¢s, la impresi¨®n de querer y no poder. La cabeza, por un lado, y el coraz¨®n, por otro. Y, al final, la nada.
Por cierto, asisti¨® la Infanta Elena y ning¨²n torero le brind¨® un toro. Extra?o suceso que parec¨ªa responder a una consigna para evitar alguna guasa. Mejor as¨ª.
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