El Fandi, a la ver¨®nica
Ni el propio Fandi crey¨® que sus ver¨®nicas destilaban una suprema calidad La terna sucumbi¨® ante el desastroso comportamiento de la corrida
La tarde, desastrosa, ya pertenece al olvido. Primero, el viento; no hay d¨ªa que no arrecie con fuerza (?por qu¨¦ creen, si no, que a esta plaza se le llama Las Ventas?); despu¨¦s, la lluvia. Comenz¨® a lloviznar en el segundo toro y no par¨®, de forma intermitente e intensa, hasta que fue arrastrado el ¨²ltimo. A continuaci¨®n, la agon¨ªa del toro, que ofreci¨® un nuevo cap¨ªtulo de c¨®mo se muere a chorros por falta de fuerzas y de casta; y para terminar, la desolaci¨®n de un nuevo chasco, otra tarde en el vac¨ªo, con el cuerpo dolorido y el alma herida por el aburrimiento.
Y en estas, lo que son las cosas, que sale el cuarto de la tarde; lo recibe El Fandi con un feo suced¨¢neo de larga cambiada de rodillas en el tercio, y el toro huye en busca de la nada. Y cuando vuelve a su jurisdicci¨®n, el torero lo cita con las manos bajas, la barbilla hundida en el pecho, cimbreando la cintura y, as¨ª, como quien no quiere la cosa, dibuja tres ver¨®nicas extraordinarias a cual mejor. Cuando los ¨¢nimos comenzaban a emocionarse con tan grata sorpresa, El Fandi se lo piensa mejor, cambia el chip, abandona por un momento su papel de artista arrobado, y se inclina por dos chicuelinas vulgares y una larga aprovechando el largo viaje del toro.
?Vaya, hombre! Ni el propio torero crey¨® que lo que estaba haciendo destilada una enorme calidad. Pues que se entere: sus ver¨®nicas a ese toro llevaban el sello del esplendor, del empaque, del embrujo, de la inspiraci¨®n y de la creatividad. Aunque a su autor se lo conozca por El Fandi y destaque con las banderillas. Las cosas, como son, y a cada cual lo suyo.
Jandilla/El Fandi, Luque, Fortes
Cuatro toros de Jandilla y dos -segundo (devuelto) y cuarto- de Las Ramblas; el sobrero, de El Torre¨®n, muy justos de presentaci¨®n, mansos, inv¨¢lidos y descastados.
El Fandi: pinchazo, estocada y un descabello (silencio); casi entera (silencio).
Daniel Luque: dos pinchazos y un bajonazo (silencio); tres pinchazos y un descabello (silencio).
Jim¨¦nez Fortes: media tendida (silencio); estocada (silencio).
Plaza de Las Ventas. 29 de mayo. Vig¨¦sima primera corrida de feria.
Momentos despu¨¦s, llev¨® el toro al caballo con un airoso galleo por chicuelinas; banderille¨®, alegre y confiado, y destac¨® sobremanera en un par al viol¨ªn por los adentros. Estaba el hombre tan contento a estas alturas que brind¨® a la concurrencia, se puso de rodillas en los medios y as¨ª comenz¨® por redondos una faena que no alcanz¨® brillantez porque El Fandi no chispea con la muleta, y porque el animal embest¨ªa sin convicci¨®n. En fin, que la ilusi¨®n primera se fue diluyendo y su labor fue silenciada. Pero ah¨ª quedan en el recuerdo tres ver¨®nicas de un torero que se sinti¨® artista.
Lo que hubo antes y despu¨¦s fue penoso. El toro se est¨¢ muriendo y nadie quiere aceptar esta realidad. La corrida de Jandilla, remendada por dos ejemplares de Las Ramblas y un sobrero de El Torre¨®n, fue la prueba de cargo de que mientras se discuten si son galgos o podencos, el toro se desangra por los cuatro costados y el d¨ªa m¨¢s inesperado asistiremos a su entierro definitivo.
Toros mansos hasta la desesperaci¨®n, inv¨¢lidos, enfermos, lisiados y moribundos, que rodaban por los suelos, ped¨ªan clemencia con la mirada y daban pena. Animales descastados, hechos de piedra m¨¢s que de carne brava; toros basura para la impotencia¡
Y as¨ª, la fiesta es imposible. Ni siquiera atin¨® el propio Fandi en su primero con las banderillas, cuando el segundo par lo clav¨® en los mismos costillares. Ni ¨¦l ni Luque acertaron en sus respectivos quites por chicuelinas y gaoneras, aut¨¦nticos muestrarios del horror. Y el matador hizo como que quer¨ªa, pero el toro estaba hundido y noqueado.
Nula suerte de nuevo la de Daniel Luque, que pasa por esta feria con m¨¢s pena que gloria a causa, fundamentalmente, de la p¨¦sima clase de los toros. Tard¨® una eternidad el presidente el devolver el inv¨¢lido segundo, y sali¨® otro con las mismas hechuras y fuerzas, que deseaba tumbarse al sol para siempre. Era noble el animal, pero su d¨¦bil musculatura no le acompa?aba. Era un borrego tullido, que lleg¨® a arrodillarse ante el torero y le pidi¨® que abreviara el mal trago. Menos trapazos tuvo el quinto, sin clase, con la cara alta, sin codicia¡
OVACI?N: El aplauso de la tarde se lo gan¨® El Fandi por su recibo a la ver¨®nica al cuarto de la tarde.
PITOS: Fracaso sin paliativos de la ganader¨ªa de Jandilla y los dos hierros que la acompa?aron.
Y tambi¨¦n se va a su casa Jim¨¦nez Fortes con la sensaci¨®n de que se le ha escapado San Isidro. Seguro que algunos se lo echar¨¢n en cara, pero el muchacho, valiente y entregado donde los haya, lo ha dado todo, aunque no haya encontrado el tesoro que buscaba.
Otro inv¨¢lido fue el tercero, que, adem¨¢s, se dio una vuelta de campana antes de entrar por segunda vez al caballo que lo dej¨® para el arrastre. No pod¨ªa y quer¨ªa huir de aquel tormento, pero Fortes insist¨ªa una y otra vez porque se negaba a admitir otra ocasi¨®n perdida. Lleg¨®, incluso, a ponerse pesado, pero no pudo ser.
Y peor el ¨²ltimo; hizo el torero un quite por ajustadas gaoneras y dio la impresi¨®n de que toro hab¨ªa recuperado una cierta alegr¨ªa. Pero llov¨ªa con fuerza, la gente estaba ya cansada y result¨® que el animal era un buey de carreta. Fortes, con evidente cara de enfado, prob¨® por ambos lados, insisti¨® una y otra vez, se negaba a abandonar la cara del toro, pero todos sus intentos fueron bald¨ªos. Opt¨®, finalmente, por el arrim¨®n, y tampoco le sirvi¨® de nada.
Total, un desastre de corrida. Menos mal que un se?or vestido de luces se sinti¨® artista por un instante y dibuj¨® tres ver¨®nicas para el recuerdo: David Fandila El Fandi.
Babelia
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