Hist¨®rica vuelta al ruedo de una cuadrilla
La grandeza de la fiesta de los toros la protagonizaron los hombres de un brav¨ªsimo Javier Casta?o. La cuadrilla y el matador fueron despedidos con una atronadora ovaci¨®n
La corrida de Cuadri tampoco alcanz¨® las expectativas que cada a?o despierta la vacada del buen ganadero Fernando. Grandones, de enorme caja, muy bien presentados, pero con la casta y la codicia tan excesivamente justas que ni lucieron como era de esperar, ni colaboraron al triunfo de una terna valiente y entregada, con menci¨®n especial para un brav¨ªsimo Javier Casta?o, que deslumbr¨® como h¨¦roe inteligente ante sus dos toros.
ficha
Cuadri/Roble?o, Casta?o, Bol¨ªvar
Toros de Hijos de Celestino Cuadri, muy bien presentados, mansos, descastados y sosos.
Fernando Roble?o: bajonazo (silencio); estocada (pitos).
Javier Casta?o: pinchazo _aviso_ media y tres descabellos (ovaci¨®n); media atravesada _aviso_ y tres descabellos (ovaci¨®n).
Luis Bol¨ªvar: tres pinchazos y casi entera ca¨ªda (silencio); estocada (silencio).
Plaza de Las Ventas. 1 de junio. Vig¨¦simo cuarta y ¨²ltima corrida de feria. Lleno.
Pero hubo toreo grande, vaya que si lo hubo, y corri¨® a cargo de la cuadrilla de a pie del citado Casta?o, ¡ªDavid Adalid y Fernando S¨¢nchez, con las banderillas, y Marco Gal¨¢n, con el capote (por un acuerdo previo entre ellos siempre ponen los garapullos los dos primeros)¡ª, y del picador Tito Sandoval, un catedr¨¢tico del toreo a caballo. El tercio de varas del quinto de la tarde fue sensacional. Hac¨ªa tiempo que esta plaza no vibraba como ayer con el magisterio de un picador como la copa de un pino que para, templa y manda, mide el castigo y torea con arte exquisito desde la altura del caballo. Los tendidos se ven¨ªan abajo ante la maestr¨ªa de un hombre sabio que demuestra un conocimiento de la suerte sencillamente fuera de lo com¨²n.
Y llegaron las banderillas. Ya en el segundo de la tarde clavaron con precisi¨®n y la plaza vibr¨®. Pero lo del quinto fue inenarrable. Otra vez, de nuevo, dos toreros crecidos, cargados de ilusi¨®n y torer¨ªa, se dejaron ver, se acercaron al toro con precisa lentitud, cuadraron en la misma cara, levantaron los brazos y dejaron pares que rayaron la perfecci¨®n. Ver a Fernando S¨¢nchez acercarse al toro con andares chulescos y las manos bajas es un espect¨¢culo. Cay¨® al suelo un palo del segundo de Adalid y pidi¨® permiso para colocar un cuarto que acab¨® con el cuadro.
Como ser¨ªa la que se form¨® en la plaza, que el p¨²blico, puesto en pie, arrebatado por la emoci¨®n, no cesaba de aplaudir una vez que la pareja, a la que se uni¨® merecidamente su compa?ero Gal¨¢n, se desmonter¨® para saludar, y ped¨ªa a gritos que dieran la vuelta al ruedo.
OVACI?N: Honor y gloria para dos banderilleros, un subalterno con el capote y un picador de bandera.
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PITOS: Decepcion¨® la corrida de Fernando Cuadri; bien presentada, pero mansa y descastada.
Javier Casta?o, en un gesto de generosidad que le honra como hombre y torero, concedi¨® el permiso, e iniciaron un paseo apote¨®sico, que cont¨® con la presencia de Sandoval, al que tuvieron que obligar para que saliera al ruedo, y el momento que se vivi¨® con aquellos cuatros artistas recibiendo los honores de unos tendidos conmovidos fue realmente hist¨®rico. No se habr¨¢n vivido en esta plaza momentos de tant¨ªsima intensidad como los que ayer nos hicieron disfrutar tres toreros de a pie y uno a caballo.
El propio Casta?o se vino arriba cuando cogi¨® la muleta y se entreg¨® en cuerpo y alma ante un toro agresivo y violento que no admit¨ªa la m¨¢s m¨ªnima duda. Su actuaci¨®n fue heroica por ambas manos, en la que no luci¨® el temple ante la bronquedad del animal, pero s¨ª la heroicidad de un torero que quiere ser figura a toda costa. Su valor le cost¨® una herida en la nariz que le hizo el toro en uno de los muchos tornillazos que tir¨® al aire busc¨¢ndole el corbat¨ªn. Mat¨® mal, y se perdieron los trofeos, pero qued¨® patente que es torero grande, a tener muy cuenta.
Valent¨ªsimo estuvo tambi¨¦n ante el segundo, al que le falt¨® codicia, como a toda la corrida, y el torero puso el coraz¨®n, el arrojo y el pundonor necesarios para robarle muletazos imposibles, y ganarse el respeto de los tendidos. Se meti¨® entre los pitones, se dej¨® rozar la taleguilla, asust¨® al p¨²blico, y, al final, su actuaci¨®n estuvo muy por encima de apagado toro. Una pena que una tarde tan completa de Javier Casta?o no se viera coronada por el triunfo.
Valiente, tambi¨¦n, sin dudarlo, Fernando Roble?o, que se jug¨® el tipo muy de verdad ante su primero, con poco fuelle y recorrido corto. Todo lo que le falt¨® al toro lo puso el torero; tanto, que en un pase de pecho result¨® atropellado, el toro lo busc¨® en el suelo sin alcanzarlo y a punto estuvo de desplomarse encima del cuerpo diminuto del torero, lo que hubiera podido ser fatal pues el peso del animal era de 628 kilos. El cuarto no ten¨ªa un pase, muy deslucido, y Roble?o no tuvo m¨¢s remedio que abreviar despu¨¦s de exponer m¨¢s de lo necesario.
No tuvo toros ni tampoco su tarde Luis Bol¨ªvar. Su lote fue infame. Ante el primero, muy reserv¨®n, abrevi¨® entre la sorpresa general; sobre todo, despu¨¦s de las machadas de sus compa?eros. Y en el sexto, lo intent¨® de veras con otro toro sin recorrido y escasa bravura en las entra?as. Estuvo digno Bol¨ªvar, sin la alegr¨ªa de actuaciones precedentes, pero sobrado ante las dificultades de su lote, que no fue, ni mucho menos, para florituras.
En fin, que la grandeza la escribieron con letras de oro los hombres de plata y protagonizaron uno de los momentos m¨¢s emocionantes que se hayan disfrutado nunca en una plaza. Y algo m¨¢s, y lo m¨¢s importante: todos ellos demostraron que las banderillas y el tercio de varas pueden ser espectaculares, de insospechada alegr¨ªa. Gracias, pues, a estos hombres que han engrandecido la fiesta de los toros. Qu¨¦ buena manera de acabar la feria.
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