La ilusi¨®n
Cuando se termina la liga de f¨²tbol, Espa?a llena ese vac¨ªo con competiciones paralelas y trofeos preparatorios. Pero este final tambi¨¦n descubre las miserias del deporte rey
Cuando se termina la liga de f¨²tbol, Espa?a llena ese vac¨ªo existencial con competiciones paralelas y trofeos preparatorios, adornados por el mercado de fichajes. El final de temporada descubre las miserias del deporte rey. Descubrimos que las fidelidades a los colores eran tan fr¨¢giles que al rumor de un cheque las quiebra como ramitas de arbusto. Llamamos h¨¦roes a fruta de pronta caducidad que ha de aprovechar las ocasiones del mercado. En el descenso suenan insultos a jugadores y directivas, se apunta hacia primas y compra de partidos y llegan las migraciones de las aves hacia climas m¨¢s propicios. Los relevos persiguen realimentar la inagotable fe del aficionado.
Porque el f¨²tbol es en sesi¨®n continua. La mejor declaraci¨®n de su poder es ver los telediarios arrodillados ante sus nimias novedades con un detallista inter¨¦s que no profesan por nadie m¨¢s. Respiramos f¨²tbol por la s¨ªstole y di¨¢stole medi¨¢tica. Los que mejor han visualizado su universo encantadoramente grotesco son los creativos de Sra. Rushmore, que han vuelto a llevarse otro premio por la campa?a del Atl¨¦tico de Madrid en su gloriosa final de Copa. Sus hallazgos deliciosos se completaron con el episodio de la entrevista de trabajo a la que un perdedor acude armado con su llavero del Atl¨¦tico, bella reconciliaci¨®n emocional con el patetismo, como lo fue antes la pregunta ret¨®rica del pap¨¢, ?y por qu¨¦ somos del Atleti?
Los colchoneros son los campeones nacionales del spot de equipo. Hubiera sido gracioso verles comentar con esa misma sensibilidad las l¨¢grimas de Falcao al marchar al M¨®naco, fortalecido por los petrod¨®lares, y cuya apuesta tiene que ver con lo deportivo lo mismo que un saco de patatas con una bolsa de diamantes. Ah, qu¨¦ h¨¦roes nos buscamos en un tiempo donde hasta las princesas de los cuentos son maltratadas por los pr¨ªncipes en nombre del amor. Las ilusiones del f¨²tbol se parecen a esa an¨¦cdota que da t¨ªtulo al formidable diario literario de Ignacio Vidal Folch, cuando una actriz porno promociona una revista con el regalo de un pelo de su pubis. Cansada de repelarse una parte tan ¨ªntima, los agentes y colaboradores comienzan a sacrificar sus propios pelos para no desincentivar a los lectores. La ilusi¨®n es lo que importa, concluye de manera certera.
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