Casi todos
Este a?o le ha tocado a Messi hacer de Lola Flores, porque las folcl¨®ricas de nuestro tiempo son los futbolistas
?La temporada de la declaraci¨®n de Hacienda ofrece el maravilloso espect¨¢culo de alg¨²n famoso sacrificado a los pies de la inspecci¨®n fiscal. No hay mejor pr¨¦dica que la que alecciona con el ejemplo. Y este a?o le ha tocado a Messi hacer de Lola Flores, porque las folcl¨®ricas de nuestro tiempo son los futbolistas. Ahora ya nadie se olvida de hacer la declaraci¨®n de la renta por falta de costumbre, sino que monta un entramado fiscal aprendido en los peri¨®dicos, que desvelan a diario lo f¨¢cil que es refugiarse en para¨ªsos fiscales. La pena del asunto es que la inspecci¨®n de Hacienda haya llegado tambi¨¦n en estos d¨ªas y con tanto retraso a la pel¨ªcula de B¨¢rcenas, de gran ¨¦xito en nuestras salas. La devoluci¨®n de dinero al contable del PP confirma que los millonarios entran sin problemas en el cielo por el ojo de una aguja despu¨¦s de varias d¨¦cadas de negociaci¨®n con las oficinas de Dios en la tierra.
Hay dos maneras de hacer la declaraci¨®n de Hacienda. Una consiste en pensar que todo lo que pagas ir¨¢ a costear quimioterapias de tus seres queridos o los mejores profesores para tus hijos sin reparar en el color del Gobierno y sus reformas, a menudo un rosario de caprichos e inutilidades disfrazadas de prioridades ineludibles. Luego est¨¢ el que se considera agraviado, ya sea por las tasas o las multas o porque trabaja mucho y se siente exprimido por el Estado. Es ese tipo de persona que se cree mejor que el colectivo que le rodea.
La corrupci¨®n encuentra siempre una excusa moral facilona para sus tejemanejes.
Hace poco en Estados Unidos un alto responsable fiscal tuvo que dimitir cuando se sospech¨® que hab¨ªa dirigido sus inspecciones contra rivales pol¨ªticos. En nuestro pa¨ªs a los cambios de Gobierno les acompa?a un giro en el perfil de la gente que es pillada en falta. Lo de B¨¢rcenas es otra historia. Con ¨¦l se celebra la impunidad, la penosa idea de que bajo el paraguas de un gran partido cualquier enga?o se oculta y tolera. Pero es preciso salvaguardar ese est¨ªmulo que consiste en pensar que si Hacienda no somos todos, al menos somos casi todos.
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