La verdad de las mentiras

La buena estrella literaria de Lope ha eclipsado las de otros contempor¨¢neos suyos de calidad no menor: precisamente al F¨¦nix de los Ingenios lo detuvieron, acusado de reventar con violencia el estreno de El Anticristo, del mexicano Juan Ruiz de Alarc¨®n, de quien la Compa?¨ªa Nacional de Teatro Cl¨¢sico, encabezada por Helena Pimenta, estren¨® el jueves por la noche un airoso montaje de La verdad sospechosa, comedia de enredo y de cr¨ªtica de costumbres de cuya buena estructura dram¨¢tica, certeros di¨¢logos y excelente dise?o del personaje central dan buena prueba el que un editor la publicara a nombre de Lope, pensando que pod¨ªa pasar por suya; que Pierre Corneille la refundiera, con otro t¨ªtulo (Le menteur) y que Goldoni hiciera su propia versi¨®n, a partir de la del autor franc¨¦s.

El espect¨¢culo de Helena Pimenta juega la baza del marco que ofrece la imponente escenograf¨ªa de Alejandro And¨²jar: dos altos muros que convergen en ¨¢ngulo obtuso en mitad del fondo de la escena, los cuales, en cuanto se abren en ellos varias puertas (a dos alturas), caemos en la cuenta de que son una versi¨®n sint¨¦tica, pasada por el expresionismo alem¨¢n, del fondo del escenario de los corrales de comedias; dan el mismo juego, pero crean la sensaci¨®n de que sobre los personajes se cierne una amenaza, que se va perfilando m¨¢s con las inquietantes siluetas que estos proyectan, los danzones de Arturo M¨¢rquez que acompa?an como un karma las entradas de Lucrecia ¡ªy que ti?en de melancol¨ªa las transiciones¡ª, y a la vista de la insatisfacci¨®n que arrastran el joven Garc¨ªa, mentiroso compulsivo; don Juan, su rival, y Jacinta, la bella que ambos codician, quien, en la vigorosa interpretaci¨®n de Marta Poveda, se revela como una mujer destemplada, sin potencial para hacer feliz a nadie.

Desmenuzando el texto en compa?¨ªa de Ignacio Garc¨ªa May, aqu¨ª en funciones de dramaturgista, Pimenta ha cre¨ªdo ver que por debajo de la comedia corre una veta dram¨¢tica vigorosa (y que ese azaroso doble emparejamiento final es un aldabonazo tr¨¢gico o casi); y va consiguiendo convencernos de ello a medida que el espect¨¢culo avanza, a pesar de los hilarantes episodios de fabulaci¨®n incontinente que padece el Garc¨ªa de Rafa Castej¨®n (por su f¨ªsico fr¨¢gil, la mentira en ¨¦l semeja a una manera socorrida de escapar o de hacerse valer) y de la desopilante escena de cine mudo hablado que protagonizan el Don Juan de David Lorente, encaramado a un muro cual Harry Langdon, y la anhelante Jacinta de Poveda. En esta Verdad sospechosa acaba imponi¨¦ndose la melancol¨ªa.

El montaje tiene un empaque equivalente al que Pimenta hizo de La vida es sue?o, la mayor¨ªa de cuyos int¨¦rpretes repiten aqu¨ª, con parecido ¨¦xito: Joaqu¨ªn Notario, Fernando Sansegundo, Nuria Gallardo, Pepa Pedroche y Pedro Almagro brillan tambi¨¦n en sus roles respectivos, y en la dicci¨®n del verso. La m¨²sica, certeramente escogida por Ignacio Garc¨ªa (que, con el vestuario, nos traslada a alg¨²n momento cercano al desastre colonial del 98), y la luz atmosf¨¦rica de Juan G¨®mez Cornejo contribuyen a redondear la idea de la directora.