Ante Lydia Davis
En lugar de repetir los lugares comunes de la opini¨®n p¨²blica, puede que, como sugiere Maite Larrauri en un reciente art¨ªculo sobre Hannah Arendt, haya llegado la hora de buscar los casos de validez ejemplar que nos hagan entender lo que es un buen pol¨ªtico, una buena ley, un buen profesor, un buen m¨¦dico, un buen ciudadano. Quiz¨¢s as¨ª ya tengamos mucho adelantado.Me circunscribo al terreno literario para decir que me parece envidiable y ejemplar, por ejemplo, la forma que tiene la cuentista norteamericana Lydia Davis de lograr profundidad con un lenguaje muy conciso.
No hace mucho, asist¨ª en el gran teatro Flagey de Bruselas a la lectura que hizo de algunos de sus relatos. Breve y fr¨ªo como la mayor¨ªa de los suyos, comenz¨® con un cuento que describ¨ªa un tr¨¢gico c¨ªrculo de soledad: ¡°Nadie me llama. No puedo o¨ªr el contestador autom¨¢tico porque no me he movido de aqu¨ª. Si saliera, alguien podr¨ªa llamar mientras estoy fuera. Entonces, a la vuelta, podr¨ªa o¨ªr el contestador autom¨¢tico¡±.
Indecisi¨®n en la platea tambi¨¦n. ?Hab¨ªa que llorar o re¨ªr? La escritora permaneci¨® seria, imperturbable. Cuando abord¨® Ventosear, relato tan memorable como irresumible, el p¨²blico dej¨® de contenerse y estall¨® ya en risas imparables. Davis no modific¨® en nada su gesto grave y enfil¨® entonces un cuento tan estremecedor como La casa de atr¨¢s, al que siguieron unas cuantas breves historias infinitas, algunas de un solo rengl¨®n y todas de un impecable humor serio y vagabundo.
Me acuerdo de Perdiendo la memoria: ¡°Me preguntas por Edith Wharton. S¨ª, me suena mucho el nombre¡±. Al o¨ªrlo, pens¨¦ en un aforismo de Jules Renard: ¡°Un escritor muy conocido el a?o pasado¡±.
Y me acuerdo tambi¨¦n del relato Samuel Johnson se indigna, cuyo texto ¡ªque divide en dos una frase de Boswell¡ª dice ¨²nicamente: ¡°Porque en Escocia hay pocos ¨¢rboles¡±.
A medida que Davis ¡ªtraductora de Proust y Blanchot¡ª avanzaba en su lectura, no pod¨ªa dejar de admirar cada vez m¨¢s su estilo exacto, preciso, esencial, capaz de resucitar a un muerto.
M¨¢s tarde, me comentar¨ªa que siempre hab¨ªa sido as¨ª: hablaba de personajes a los que les resultaba complicado funcionar en sociedad y a menudo lo que dec¨ªan resultaba c¨®mico para la gente. En todo caso, su escritura no reflejaba m¨¢s que su manera de percibir la vida, donde risa y tragedia se complementaban. De hecho, el humor hab¨ªa terminado ocupando un lugar central en su mundo.
Aunque Cuentos completos (Seix Barral) se publicaron aqu¨ª hace dos a?os, ha sido en los ¨²ltimos meses cuando una conjunci¨®n de art¨ªculos de prensa y notas en Twitter, coincidiendo con el Man Booker International (en el que ha sucedido a Alice Munro), han colocado en nuestro punto de mira a esta fascinante personalidad de la literatura contempor¨¢nea.
El mundo de Davis ¡ªadmiradora, por cierto, de Victoria de los ?ngeles; cuando me lo dijo, pens¨¦ que estaba hablando un personaje de sus cuentos¡ª es una combinaci¨®n de inteligencia, brevedad afor¨ªstica, originalidad est¨¦tica, comedia ligera, desolaci¨®n metaf¨ªsica, influjo filos¨®fico y sabidur¨ªa humana. ¡°Por cada mill¨®n de poemas que lamentan el cruel destino de un alma profundamente incomprendida, existe un poema divertido de Russell Edson¡±, me dijo refiri¨¦ndose a esa absurda idea de que si un cuento es divertido, entonces, obviamente, no puede ser serio. ?Como si la comedia no dijera tanto sobre la vida como la tragedia!
El caso genial del para nosotros desconocido Edson ¡ªjunto a Beckett, maestro de Davis¡ª lo dejo para mejor ocasi¨®n. A?adir solo que fue glorioso intuir que toda la platea del gran teatro Flagey de Bruselas comprend¨ªa que, si se aspira a una seriedad genuina, debe darse cabida a ambas visiones: la c¨®mica y la tr¨¢gica. ?Una inteligente e ins¨®lita lectura colectiva en el Flagey? Quisiera creer que fue as¨ª. Necesitamos tambi¨¦n poder empezar a hablar de p¨²blicos ejemplares.
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