El lujoso antro de David Lynch
El artista regenta un club subterr¨¢neo a 840 euros la entrada anual
La l¨¢pida que preside la fachada del 142 de la calle de Montmartre de Par¨ªs debi¨® de dejar derrengado al tallador, porque es una de las m¨¢s prolijas de la ciudad: ¡°Fue en este edificio, que albergaba entonces la redacci¨®n del diario L¡¯Aurore, donde, el 12 de enero de 1898, Emile Zola envi¨® a Georges Clemenceau, redactor jefe, su carta al presidente de la Rep¨²blica, Felix Faure, demostrando la inocencia de Alfred Dreyfus y proclamando: ¡°La verdad est¨¢ en marcha y nada la detendr¨¢¡±. El texto apareci¨® al d¨ªa siguiente bajo el c¨¦lebre t¨ªtulo Yo acuso.
M¨¢s de un siglo despu¨¦s, en el piso principal de este imponente edificio, levantado en 1883 por el arquitecto Ferdinand Bal y soportado por dos cari¨¢tides y dos atlantes, s¨ªmbolos del periodismo y la tipograf¨ªa, se sigue leyendo la cabecera del diario financiero La France, Journal du Soir, cuya redacci¨®n heredar¨ªa L¡¯Aurore. Ni siquiera los carteles del supermercado Dia consiguen afear este lugar lleno de historias, al frente del cual fue asesinado el l¨ªder socialista franc¨¦s Jean Jaur¨¨s.
Hoy, la leyenda m¨¢s misteriosa del barrio toma su nombre del local subterr¨¢neo situado en el flanco derecho del inmueble. La entrada es un agujero negro rectangular, y no tiene r¨®tulo ni placas, como corresponde a un sitio semisecreto que arrastra desde antes de su apertura, hace ahora casi dos a?os, un aura de arcano. Se llama Silencio, y es un club nocturno y un centro cultural de culto concebido y dise?ado por el cineasta, fot¨®grafo, pintor y m¨²sico estadounidense David Lynch, inspir¨¢ndose en el perturbador Club Silencio que se ve¨ªa en su pel¨ªcula Mulholland drive.
El conserje que permite (o no) el acceso a Silencio parece salido de Blue velvet. Es negro y fornido, lleva traje negro, zapatos negros, camisa negra y una corbata tan negra como la pintura de la entrada y la luz que se adivina dentro. El iPad que lleva en la mano hace juego con el cord¨®n negro y los soportes plateados que impiden (?o no?) el paso al visitante.
Son las seis y media de la tarde de un s¨¢bado, el verano ha llegado por fin a Par¨ªs y Silencio acaba de abrir. El horario es de seis de la tarde a seis de la ma?ana, seg¨²n explica su web, que a?ade: ¡°Hasta la medianoche el acceso est¨¢ restringido a los socios y sus invitados, que pueden asistir a conciertos, proyecciones de pel¨ªculas y otras performances¡±.
La web de Silencio, no hace falta decirlo, es negra y sutil como el silencio, y ofrece sigilosas sugerencias: ¡°Conciertos de artistas en residencia. Estrenos, pel¨ªculas de la semana y retrospectivas¡±. Y m¨¢s: ¡°Amplia selecci¨®n de c¨®cteles originales y ¨²nicos, vinos y destilados, comida de picar y degustaciones¡±.
Ya. ?Pero c¨®mo se entra? Respuesta de un productor de cine que sale de noche: ¡°Siendo socio, pero es car¨ªsimo¡±. Pinchando el enlace adecuado, aparecen las tarifas. La tarjeta de socio normal cuesta 840 euros ¡ªimpuestos incluidos¡ª por a?o, o 70 euros al mes. El abono + (Premium) se pone en 1.620 euros al a?o, o 135 al mes. Y el reducido*, 420 anuales o 35 mensuales. El * significa que hay que ser menor de 30 a?os o residente en el extranjero (main residence abroad).
Problema: hacerse pasar por ¡°under 30¡± es inviable. As¨ª que elegimos ¡°residentes en el extranjero¡± y rellenamos el formulario. Tras los habituales monsieur / madame, direcci¨®n y edad, piden detalles profesionales, ocupaci¨®n actual y condici¨®n intelectual del aspirante: creaci¨®n, producci¨®n o mediaci¨®n.
Tras pinchar las tres, por si acaso, est¨¢ hecho. Unos d¨ªas despu¨¦s llega un correo electr¨®nico. ¡°Estamos encantados de tenerle como socio, bla, bla, bla. M¨¢ndenos un email con su RIB (cuenta corriente) y emitiremos su tarjeta¡±. Tribulaciones, arrepentimiento. ?420 euros? ?Se habr¨ªa hecho Groucho Marx socio de este club? Regreso a la web: contactar con el departamento de prensa. Pasan los d¨ªas, y no hay respuesta. Nuevo contacto. Silencio.
As¨ª pues, hoy es s¨¢bado, brilla el sol, y las cari¨¢tides y los atlantes dicen que es el momento de dar la cara ante el portero. El tipo es un encanto, y explica que solo est¨¢ ah¨ª para comprobar las tarjetas de los socios. ¡°Explique su caso en recepci¨®n¡±.
Bajando 46 escalones, mientras contemplas las paredes negras cubiertas de fotograf¨ªas en blanco y negro de Paolo Pellegrini, has entrado a Silencio. La recepcionista rubia viste de negro y mira con cara de no entender nada. No, no hay nadie de prensa. S¨ª, puede hacer una visita, pero est¨¢ prohibido tomar fotos y v¨ªdeos, hay que pedir autorizaci¨®n.
La primera impresi¨®n es de oscuridad. La segunda, de elegancia. La tercera, de soledad. No hay un alma en Silencio, salvo cuatro camareros que esperan ociosos la llegada de los socios, y un empleado que saca unas bolas de cristal de unas cajas y las mete en unas vitrinas.
De familia presbiteriana, amante de la meditaci¨®n trascendental y de la sabidur¨ªa budista y gitana, Lynch pasa largas temporadas en Par¨ªs. Se sabe que imprime y expone sus litograf¨ªas en el estudio-galer¨ªa del 51 de la calle de Montparnasse, la vieja imprenta Mourlot donde trabajaron Mir¨®, Picasso, Dal¨ª y Barcel¨®. Y ¨¦l mismo ha dicho que en el proyecto de Silencio, madurado durante dos a?os, volc¨® su cosmolog¨ªa vital, art¨ªstica e iconogr¨¢fica.
Entrando por el pasillo, a la derecha, hay una salita de lectura. Tiene forma de cueva, y la luz es tan tenue que es casi imposible leer los t¨ªtulos de los libros de arte y arquitectura apilados en estanter¨ªas bajas. Las lamparitas de pie son de estilo d¨¦co, las paredes est¨¢n revestidas con tacos cuadrados de madera en relieve, forrados de pan de oro, y hay espejos por todas partes.
Un poco m¨¢s adelante est¨¢ la sala de fumadores, cerrada con unas puertas de cristal. Esta caverna imita a un bosque: palos de madera desde el suelo al techo, tallados, retorcidos y pintados de beis.De algunos surgen unas mesitas redondas para apoyar las copas, y unos ceniceros, tambi¨¦n redondos. Hace fr¨ªo, y el humo se escapa por unas rejillas invisibles.
La tercera cueva es la sala de exposiciones, onda launch; ah¨ª est¨¢n las bolas de cristal (o mandalas): todas tienen un peque?o objeto brillante dentro. La vitrina m¨¢s grande es c¨®ncava, o quiz¨¢ convexa, de manera que si uno se agacha las esferas se convierten en huevos, y si se levanta, en hamburguesas. La muestra se titula Silence is golden (El silencio es oro). Pura esencia lynchiana.
Pasillo adelante est¨¢ el ba?o-nirvana: un gran lavabo en forma de paralelep¨ªpedo, unos grifos volados imposibles de abrir, y espejos con luces que forman una circunferencia: si uno se mira, la circunferencia se refleja en las pupilas. La magia del Maestro. Los retretes tambi¨¦n son negros.
Volviendo, a mano derecha, frente al fumadero forestal, se entra en la zona de baile y en el bar. Las mesas son bajas; los sof¨¢s, estilizados y no muy c¨®modos. Al fondo hay un peque?o escenario como el de Twin Peaks, tapado con unas cortinas que esconden la mesa de sonido: ah¨ª act¨²an los m¨²sicos y los dj¡¯s.
Y por fin, la barra. El barman es joven, guapo y tan alto que casi se da en el techo. En un minuto prepara en la coctelera el mojito de la casa: ron ¡ªetiqueta negra¡ª, hierbabuena, pimienta, soda, az¨²car l¨ªquido y hielo duro ¡ªmilagro en Par¨ªs¡ª. Cuando termina de agitarlo lo sirve en una copa de Dry Martini, que llena hasta el borde con champ¨¢n Piper, antes de rociar su obra con un pulverizador de vainilla. La performance vale los 18 euros. Dos bastan para provocar una alegr¨ªa y un dolor de nuca notables. La chispa se apaga dos horas despu¨¦s. El clavo persiste hasta la ma?ana siguiente. Y el lunes, nuevo email de Silencio: el plazo para aceptar la membres¨ªa * expira el 27 de julio. Qu¨¦ estr¨¦s, Maestro.
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