J¨¹nger en la Gran Guerra
El escritor alem¨¢n encontr¨® en la Primera Guerra Mundial un refugio para sus ansias de aventura El frente fue para ¨¦l un espect¨¢culo: el de la vida luchando a muerte
Magn¨ªfica esta edici¨®n del diario de guerra del pol¨¦mico escritor alem¨¢n Ernst J¨¹nger (1895-1998). En 2010 la editorial Klett-Cotta lo public¨® ¨ªntegro en Alemania y caus¨® sensaci¨®n y revuelo por su crudeza. El ¡°testigo del siglo XX¡± sigue levantando polvaredas; no se le perdonan sus dos guerras mundiales en el ej¨¦rcito alem¨¢n ni su conservadurismo y nula cr¨ªtica a los nazis. Pero J¨¹nger fue un pensador sui generis, con un universo particular (memorias, ensayos, novelas) que seduce a poco que se le d¨¦ cr¨¦dito.
Contaba 19 a?os cuando se enrol¨® como voluntario al estallar la I Guerra Mundial. Apenas un a?o antes hab¨ªa colgado los libros y se hab¨ªa escapado de casa para alistarse en la Legi¨®n Extranjera: todo su af¨¢n era vivir aventuras que lo liberasen de la monoton¨ªa del abotonado mundo burgu¨¦s que lo ahogaba. Su padre lo sac¨® de la Legi¨®n y le hizo prometer que estudiar¨ªa, pero era 1914 y estall¨® la guerra. En el frente hall¨® un nuevo refugio para sus ansias de aventura y anarqu¨ªa espiritual. All¨ª encontr¨® una familia y desde sus primeros d¨ªas de campa?a disfrut¨® de su elecci¨®n, no como un s¨¢dico sino como un joven esteta so?ador y un deportista ebrio de fuerza juvenil.
En una de las primeras anotaciones de la libreta de notas que siempre lo acompa?aba leemos: ¡°En general la guerra me parec¨ªa m¨¢s horrible de lo que en realidad es. El espect¨¢culo de los que estaban destrozados por las granadas me ha dejado completamente fr¨ªo, y asimismo todo este pim pam pum, aunque varias veces he o¨ªdo silbar muy cerca las balas¡±. Para J¨¹nger, vivir en las trincheras era un espect¨¢culo: el de la vida luchando a muerte. Convencido de que a ¨¦l no le pasar¨ªa nada (J¨¹nger cre¨ªa en su buena estrella), arriesgaba el pellejo pensando que ser¨ªa hermoso morir con honor, en ¡°acci¨®n¡±. Valeroso como pocos ¡ª¡°el valor es la ¨²nica virtud del var¨®n¡±, sentenci¨®¡ª, pronto el soldado raso ascendi¨® a oficial, mand¨® pelotones y compa?¨ªas, lo hirieron varias veces e, indome?able, destac¨® por su coraje y sangre fr¨ªa. Gan¨® anheladas condecoraciones y, ufano, sobrevivi¨® a la sangrienta batalla del Somme y a las terribles campa?as en Flandes, hasta que en julio de 1918 volvieron a herirlo de gravedad y se acab¨® para ¨¦l la guerra. As¨ª que estos diarios se extienden a lo largo de cuatro intensos a?os. No dan respiro al lector (si acaso en los escasos permisos de los que disfrut¨® J¨¹nger, en los que hubo francachelas y amor¨ªos apenas aludidos), pues son ricos en aventuras heroicas. J¨¹nger y sus hombres lucharon cuerpo a cuerpo en las trincheras despanzurrando ¡°tommys¡± y ¡°franchutes¡± por instinto o por simple placer y deportividad. A la guerra como deporte alude a menudo; para ¨¦l, fue un juego de alt¨ªsimo riesgo en el que perder significaba quedar mutilado o morir abatido por un disparo certero. Su d¨ªa a d¨ªa era la guerra sin cuartel; la muerte de los otros, su cosecha cotidiana; tan s¨®lo una vez en cuatro a?os a J¨¹nger lo contuvo la piedad cuando iba a dispararle a un ingl¨¦s herido, y ¨¦ste le mostr¨® una foto de su familia: el furioso guerrero pas¨® de largo sin descargar el golpe. Y tambi¨¦n s¨®lo una vez maldijo la contienda: ¡°?Cu¨¢ndo acabar¨¢ esta mierda de guerra!¡±, pero era un mal d¨ªa en el que hab¨ªa tenido una rega?ina con un superior. J¨¹nger fue feliz conviviendo con el peligro, ese peligro del que tambi¨¦n surge ¡°lo que nos salva¡±, seg¨²n H?lderlin y Heidegger.
¡°Hoy por hoy me lo paso bien en la guerra y le he tomado el gusto, ese constante jugarse la vida tiene un atractivo enorme¡±. Esta entrada de 1916 fue suscrita hasta el mismo d¨ªa en que lo hirieron, casi al final de la contienda, una vez que los americanos (¡°esos frescos muchachotes de esp¨ªritu deportivo¡±) entraron en combate. Entonces J¨¹nger sinti¨® a¨²n m¨¢s desprecio por sus enemigos (¡°¡les deseo la muerte¡±), pues odiaba rendirse (¡°que haya paz o no, me da igual¡±). El m¨¢s valiente de los soldados del k¨¢iser, para quien la pol¨ªtica no era nada y la aventura lo fue todo, hab¨ªa reunido 15 libretas llenas de apretada escritura, con croquis y dibujos de bombas o de graciosas calaveras (la edici¨®n espa?ola recoge estas curiosas ilustraciones). Tras la guerra, indemne y m¨¢s fuerte que nunca, reelabor¨® sus recuerdos para su novela Tempestades de acero (1920). El libro sobre la Gran Guerra m¨¢s le¨ªdo en Alemania antes de Hitler y durante el nazismo (el dictador psic¨®pata lo adoraba).
Hoy, la lectura de estos diarios, inapreciable testimonio de la Gran Guerra por su vivacidad e inmediatez, es apasionante; pero ?cuidado! No se busquen aqu¨ª proclamas pacifistas ni odio antib¨¦lico, sino lo contrario. Aun as¨ª, que J¨¹nger la viera como un deporte (y hubo muchos como ¨¦l) revela con m¨¢s claridad lo in¨²til y absurdo de aquella infame carnicer¨ªa.?
Diario de guerra (1914-1918). Ernst J¨¹nger. Edici¨®n de Helmuth Kiesel.Traducci¨®n de Carmen Gauger. Tusquets. Barcelona, 2013.670 p¨¢ginas. 25 euros
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