Una de las joyas de Sondheim, en el West End
El musical Merrily We Roll Along triunfa en Londres en montaje dirigido por Maria Friedman Notables trabajos del tr¨ªo protagonista y la orquesta, y singular fealdad de escenograf¨ªa y vestuario

?Los cr¨ªticos londinenses le han puesto palio, alfombra roja y diluvio de estrellitas al revival de Merrily We Roll Along, el cl¨¢sico de Sondheim & Furth, dirigido por Maria Friedman, que se est¨¢ representando en el Harold Pinter Theatre. Han escrito que es el mejor musical visto en el West End en a?os, lustros, d¨¦cadas. ¡°De esta o cualquier otra era¡±, llega a decir, hiperb¨®lico, The Independent. Lamento disentir de tan alto coro: venero esa partitura, pero el montaje de Maria Friedman no me ha vuelto loco. Quiz¨¢s ten¨ªa yo una mala tarde, pero me pareci¨® muy inferior a la extraordinaria puesta de Michael Grandage en el Donmar Warehouse, hace 13 a?os, que los cr¨ªticos, cosa curiosa, apenas mencionan. Para cerrar ya el Departamento de Comparaciones Odiosas: Maria Friedman ha optado por la versi¨®n del revival presentada en Off-Broadway en 1994 y bendecida por Sondheim. El autor manda, faltar¨ªa m¨¢s, pero, ahora que nadie nos oye, yo creo que es mejor la ¡°versi¨®n Donmar¡±, con canciones como The Hills of Tomorrow o Rich and Happy, que aqu¨ª han saltado. En fin.
Merrily We Roll Along se basa en la obra del mismo t¨ªtulo de Kaufman y Hart (1934). Se estren¨® en Broadway en 1981 e, injusticia c¨®smica, cerr¨® a las dos semanas. Los cr¨ªticos neoyorquinos dijeron que la estructura era un l¨ªo. Tampoco tanto: la historia, desarrollada en nueve escenas, empieza en 1976 y acaba en 1957. Cronolog¨ªa inversa se llama esa figura, y Sondheim & Furth la utilizan, como es habitual, para partirnos el coraz¨®n: los adultos amargados del principio fueron j¨®venes llenos de esperanza, etc¨¦tera. Mary Flynn (Jenna Russell) quer¨ªa ser escritora y ha acabado, colmo de la abyecci¨®n, siendo cr¨ªtica teatral y alcoh¨®lica, que a ojos de Furth parece que va junto. De Charley Kringas (Damian Humbley) solo nos dicen que era un letrista brillante y acab¨® siendo un resentido c¨®smico. Pregunta: ?qui¨¦n tiene la culpa de todo? Respuesta: Franklin Shepard (Mark Umbers), el l¨ªder del tr¨ªo, compositor lleno de talento que abandon¨® a esposas y amigos y vendi¨® su alma al vil metal de Hollywood. ?Y no cabe la remota posibilidad, se?ores del jurado, de que Mary y Charley se hayan labrado una buena parte de sus propias ruinas? Pues va a ser que no.
Maria Friedman ha optado por la versi¨®n del ¡®revival¡¯ presentada en ¡®Off-Broadway¡¯ en 1994 y bendecida por Sondheim
La ¡°versi¨®n Donmar¡±, que empezaba y acababa con la misma escena, permit¨ªa especular con la posibilidad (muy a lo Company, primera colaboraci¨®n de Sondheim & Furth) de que todo fuera un viaje mental de Franklin, y ya sabemos que el onirismo de madrugada propende al autozurriagazo y al agrandamiento de maldades. La ¡°versi¨®n 1994¡± put the blame on Frank y punto pelota. ?Dif¨ªciles mimbres para que los personajes te apasionen! Y cuando comienzan a gustarte ¡ªo sea, de jovencitos¡ª la obra se acaba: mal negocio. ?Qu¨¦ es, pues, lo que te atrapa y te obnubila de Merrily? La prodigiosa partitura, que se adapta como un guante de seda al esp¨ªritu (y la forma) del relato: las l¨ªneas mel¨®dicas y los estribillos se esfuman, cambian y reemergen, creando una atm¨®sfera de circularidad, de continuo temporal. Para mi gusto llega m¨¢s lejos que el texto, con superior eficacia narrativa. Ejemplo: la hermos¨ªsima balada Not A Day Goes By. La primera vez la escuchamos, desoladora, en boca de Beth, que acaba de ser abandonada por Franklin; la segunda, seis a?os antes, en la noche de bodas de ambos. Empieza como un d¨²o, en el que Franklin y Beth se juran amor eterno, pero, sorpresa, pronto se transforma en tr¨ªo: tambi¨¦n la canta Mary, desde su habitaci¨®n solitaria, porque Beth va a casarse con el hombre al que ella ama en secreto. Una misma canci¨®n, dos tonos, dos tiempos, tres v¨ªnculos. ?Se puede contar m¨¢s con menos? Bueno, para eso se invent¨® el musical y para eso Jehovah puso en la tierra al se?or Sondheim.
Maria Friedman, que hab¨ªa interpretado el papel de Mary en su estreno brit¨¢nico (Leicester Haymarket, 1992), ha debutado aqu¨ª como directora.
La partitura es prodigiosa, se adapta como un guante de seda al esp¨ªritu y la forma del relato
?Qu¨¦ es lo que no me ha gustado de su montaje? La considerable fealdad de la escenograf¨ªa y el vestuario, firmados por Soutra Gilmour. Se dir¨ªa que los decorados fueron concebidos para una gira por provincias baratita, y los personajes parecen vivir en una eterna fiesta de disfraces con premio al traje m¨¢s atroz. Al principio te dices: ¡°De acuerdo, los setenta alcanzaron la cima del horror indumentario¡± (y el trofeo se lo lleva la pobre Jenna Russell, que como la Mary del futuro parece Mama Cass Elliott pose¨ªda por Pauline Kael), pero es que la fiesta beatnik de la segunda parte todav¨ªa da m¨¢s grima, y la escena de Modern Husbands, el musical con el que se dan a conocer Shepard & Kringas (y que culmina con un It¡¯s a Hit algo gritado) hace pensar en una parodia en clave burlesque de Un americano en Par¨ªs. Tratemos de olvidar todo eso, aunque no ser¨¢ f¨¢cil, y vayamos a lo bueno. Jenna Russell, a la que hab¨ªa aplaudido como Sarah Brown en Guys & Dolls y Dot en Sunday in the Park with George, borda Old Friends, Like It Was y, por supuesto, Not a Day Goes By, donde tambi¨¦n se luce Clare Foster (Beth). Hubo merecidas ovaciones para Damian Humbley por su estupenda interpretaci¨®n de la endiablada Franklin Shepard Inc, con la que Sondheim tal vez quiso homenajear a Frank Loesser. Josefina Gabrielle (Gussie, la segunda esposa de Franklin) est¨¢ muy bien en Growing Up, que canta en solitario y a d¨²o con Mark Umbers, un Shepard atractivo y seductor, con muy bonita voz. Mi tema favorito de la segunda parte (y casi dir¨ªa que de todo el musical) es Good Thing Going, esa maravilla casi en clave de bossa donde vuelven a lucirse Humbley y Umbers. Me sobra un poco Bobby and Jackie and Jack, que da muy bien la ¨¦poca pero parece un Cole Porter menor. Los tres protagonistas est¨¢n muy bien en la escena final, en la azotea de la Calle 110, esperando a que pase el Sputnik: aunque no te acabes de creer que sean adolescentes, el momento tiene tanta belleza y la canci¨®n ¡ªOur Time¡ª es tan redonda que una legitim¨ªsima l¨¢grima est¨¢ servida. Muy bien la orquesta: nueve m¨²sicos (en foso, cosa inusual) dirigidos por Catherine Jayes, una veterana de Cheek by Jowl, que consiguen un sonido claro, poderoso y con swing. Y parece, por cierto, que la producci¨®n viajar¨¢ a Broadway el pr¨®ximo oto?o.
Merrily We Roll Along. De Stephen Sondheim y George Furth. Directora: Maria Friedman. Int¨¦rpretes: Damian Humbley, Jenna Russell y Mark Umbers. Harold Pinter Theatre. Londres. Hasta el 27 de julio.
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