Una grieta peque?a, peque?a
"Una noche pens¨® que los seres humanos son m¨¢quinas de destruir: recuerdos, cosas, gente", relata la periodista y escritora argentina
Hay que decir que se quer¨ªan. A veces era como andar en patines por el borde del and¨¦n (ese v¨¦rtigo desesperante y gozoso) y otras, m¨¢s bien, como caminar por la quietud de un bosque. Pero se quer¨ªan aunque, al principio, ¨¦l no crey¨® que fueran a llegar a nada. Porque hab¨ªa permanecido demasiado tiempo solo ¡ªy se hab¨ªa vuelto mani¨¢tico, y estaba orgulloso de todas sus man¨ªas¡ª y porque, cuando se conocieron, Tom¨¢s atravesaba una temporada salvaje ¡ªtres bares, una fiesta y dos discotecas, todo en una misma noche¡ª, y ¨¦l ¡ªque hab¨ªa pasado por eso apenas antes¡ª ya no ten¨ªa ganas. Sin embargo, poco despu¨¦s de haberse conocido Tom¨¢s se mud¨® a su departamento y, de una manera natural, la vida empez¨® a ser una vida pl¨¢cida. Alquilaron una casa en las afueras, compraron un perro. Los s¨¢bados a mediod¨ªa, cuando sal¨ªan de paseo, ¨¦l sent¨ªa una oleada de satisfacci¨®n mientras caminaban juntos por las calles del barrio, como si ese mundo de felicidad blindada siempre lo hubiera estado esperando. Y aunque estar con Tom¨¢s pod¨ªa ser como entrar en una habitaci¨®n vac¨ªa (uno no sab¨ªa qu¨¦ esperar, pero pod¨ªa percibir un movimiento de fondo peligroso, oscilante y migratorio), eso solo suced¨ªa a veces. Y aunque hab¨ªa d¨ªas en los que, al regresar a su casa, encontrar a Tom¨¢s le parec¨ªa un milagro (y sent¨ªa alivio, como si, en el fondo, hubiera estado esperando una cat¨¢strofe), la mayor parte del tiempo se entregaba a esa larga serie de momentos pl¨¢cidos pensando que, despu¨¦s de todo, as¨ª pod¨ªa ser la vida para siempre.
Cinco a?os m¨¢s tarde segu¨ªan unidos por las mismas cosas ¡ªla m¨²sica y el f¨²tbol, la vocaci¨®n gregaria, la profesi¨®n, los viajes¡ª y, aunque hab¨ªa signos de que todo lo que antes parec¨ªa encantador ahora resultaba un poco odioso (el desorden de Tom¨¢s, su resistencia a usar agenda, la facilidad con que perd¨ªa las cosas, su impuntualidad y su desaprensi¨®n), no hab¨ªa ninguna se?al de alarma grave. Salvo ese peque?o detalle: cada vez que Tom¨¢s mencionaba un logro en su trabajo, ¨¦l, por alg¨²n motivo inexplicable (que prefer¨ªa mantener inexplicado), sent¨ªa irrefrenables ganas de hacer algo profundamente retorcido: de humillarlo.
Una noche, en la puerta de un bar, mientras fumaba, pens¨® que los seres humanos son m¨¢quinas de destruir: recuerdos, cosas, departamentos, gente
Lo que pas¨® fue algo que podr¨ªa parecer menor. Durante una cena con tres de sus clientes, Tom¨¢s mencion¨® un premio que hab¨ªa recibido y, minutos despu¨¦s, ¨¦l, con cualquier excusa, empez¨® a mostrar las fotos de las ¨²ltimas vacaciones que hab¨ªan pasado juntos. Tom¨¢s insinu¨® de manera elegante que no hac¨ªa falta (nunca hace falta que el cliente de una agencia de publicidad vea la foto del ejecutivo a cargo de su cuenta haciendo moh¨ªnes en traje de ba?o), pero ¨¦l insisti¨® y Tom¨¢s, en un gesto que tuvo su gracia, le quit¨® el tel¨¦fono y lo guard¨® en el bolsillo. Esa noche regresaron callados al departamento y, apenas abrir la puerta, Tom¨¢s dijo:
¡ªSos un hijo de puta.
?l se dio cuenta de que lo hab¨ªa dicho con un deleite gozoso y horrible y que, como en una de esas escenas en las que los personajes parecen movidos por una fuerza que trasciende su voluntad, ya no podr¨ªa parar. Tom¨¢s dijo cosas que eran como gotas heladas cayendo sobre rocas calientes, como martillazos sobre figuras de hielo: cosas que se romp¨ªan o cosas que se lastimaban al caer o cosas que ya no pod¨ªan reconstruirse, mientras oleadas de repulsi¨®n y odio chorreaban por las paredes de la casa como agua pesada y sucia. Tom¨¢s se fue esa misma ma?ana, con una decisi¨®n irrevocable que lo dej¨® aturdido ¡ªcomo un armario con las puertas abiertas¡ª, y se qued¨® deambulando por el departamento, sintiendo que quer¨ªa arrancarse el cuerpo, d¨¢ndose cuenta de que casi no hab¨ªa cosas que no fueran suyas: los muebles, los objetos, los discos, la ropa. Como si siempre hubiera estado solo.
A lo largo del mes que sigui¨® ¡ªun caj¨®n blanco donde bull¨ªa un silencio aterrador¡ª cumpli¨® con el calvario que se esperaba que cumpliera. Fue insomne, bebi¨® demasiado, ley¨® los libros que hab¨ªan le¨ªdo juntos, hizo cada una de las pat¨¦ticas, de las inconsolables cosas. Una noche, en la puerta de un bar, mientras fumaba, pens¨® que los seres humanos son m¨¢quinas de destruir: recuerdos, cosas, departamentos, gente. Cuando lleg¨® a su casa, ya tarde, encontr¨® a Tom¨¢s en la cocina. Qued¨® galvanizado y sin saber qu¨¦ hacer, pregunt¨¢ndose cu¨¢ntas veces un hombre puede ser un h¨¦roe.
Desde entonces han vuelto a estar juntos. Y todav¨ªa sigue siendo como andar en patines por el borde del and¨¦n o como caminar por la quietud de un bosque. Pero ahora es, adem¨¢s, como un hermoso objeto con una grieta oculta: los dos saben que la grieta est¨¢, y uno de ellos tiene much¨ªsimo miedo de tocarla y el otro, cada tanto, aprieta para ver qu¨¦ pasa.
Leila Guerriero, periodista y escritora argentina, es autora del libro Plano americano.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.