Pasado presente
La prudencia, tan desusada en nuestros medios hoy d¨ªa, es un agradable gui?o para el espectador
Confieso que me acerqu¨¦ con aprensi¨®n al programa de Informe Robinson titulado ¡®Pasado presente¡¯. Se centraba en las acusaciones por abusos sexuales de la gimnasta Gloria Viseras contra su antiguo entrenador Jes¨²s Carballo. Si algo repugna en los medios es que quieran erigirse en tribunales p¨²blicos o que confundan la obligaci¨®n profesional de informar con la de sentar juicios morales. Abrir el espacio con el v¨ªdeo en el que el entrenador, apartado por el Consejo Superior de Deportes de su cargo, que negaba todas las acusaciones y exig¨ªa un trato justo frente a las sospechas, adem¨¢s de incluir el testimonio de varias j¨®venes gimnastas que defend¨ªan a su entrenador de cualquier conducta impropia y que lo presentaban como alguien ejemplar, honesto y dedicado, ayudaba a disipar los temores.
La prudencia, tan desusada en nuestros medios hoy d¨ªa, es un agradable gui?o para el espectador. A partir de ah¨ª el programa era una caja de m¨²sica desasosegante, un juego de mu?ecas que sembraba de dudas cada esquina del tatami que levantaba para dejar mirar. La verdad judicial nunca alcanzar¨¢ a un asunto que se ha destapado con m¨¢s de tres d¨¦cadas de distancia, distancia traum¨¢tica y comprensible. Y habr¨¢ que respetar la prescripci¨®n si es el final del proceso, como as¨ª ha sucedido en dos ocasiones, por m¨¢s que la polic¨ªa considere el testimonio de algunas gimnastas como veraz y coherente.
El programa trascend¨ªa a sus propios protagonistas y arrojaba al espectador a unas arenas movedizas que se agradecen en tiempo de certezas. Pero la gimnasta Irene Mart¨ªnez, agarrada a su diario de los 14 a?os, escrito con mano de ni?a, pero cabeza de adulta, dejaba un regusto acre y doloroso. Y la ni?a Gloria Viseras fijada para el tiempo en una fotograf¨ªa de competici¨®n, con su ch¨¢ndal verde Adidas y el escudo federativo, pero con ojos de tristeza profunda bajo la belleza inocente de dos trenzas de lazo blanco, elevaban la televisi¨®n por encima de tanta sobreabundancia de imagen plana y sin valor. La verdad es ese pozo profundo y turbio, por m¨¢s que dese¨¢ramos que fuera un chorro cristalino que surgiera del manantial de nuestros medios. Tratar al espectador como un testigo inteligente requiere el cuidado y la destreza de un programa bien hecho.
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