Desde el campo de regatas
Para el almuerzo le llevaron una paella en la que el cocinero hab¨ªa escrito: ¡®Viva Franco. Arriba Espa?a¡¯ con pimiento rojo
A?O 1954. Antes de iniciarse la primera regata de la Copa Am¨¦rica de Vela en el puerto de Valencia, sentado en la terraza del espl¨¦ndido edificio Veles e Vents, entre gorilas y perros polic¨ªas, record¨¦ que en ese mismo lugar, en 1954, un viejo vend¨ªa cucuruchos de cacahuetes tostados. Ante su tenderete se le hab¨ªa formado una cola de marines de la Sexta Flota, parecidos a Popeye, que acaban de desembarcar. El viejo estableci¨® un doble precio de forma autom¨¢tica: a cada Popeye le cobraba un duro por el cucurucho; en cambio a los clientes aut¨®ctonos, parejas de novios, ni?eras y criadas les ped¨ªa solo un real, lo de siempre. Cuando la Polic¨ªa Militar Norteamericana se dio cuenta de la trampa, se produjo un grave altercado entre la primera potencia del planeta y un resistente ib¨¦rico. ¡°Vosotros os cre¨¦is los amos del mundo, pero a m¨ª me toc¨¢is los cojones¡±, gritaba el viejo mientras los polizontes yanquis forcejeaban con ¨¦l para derribarle a patadas el negocio.
En aguas de la Malvarrosa se hallaba fondeado el acorazado Coral Sea de la Sexta Flota y el general Franco hab¨ªa llegado a Valencia solo para subir a bordo de aquel imponente nav¨ªo de guerra, vestido de almirante como un ni?o en el d¨ªa de su primera comuni¨®n. A la hora del almuerzo le llevaron en una ca?onera hasta el acorazado una paella de pollo y conejo. Sobre la extensi¨®n del arroz el cocinero hab¨ªa escrito Viva Franco, Arriba Espa?a en letras may¨²sculas formadas con tiras de pimiento rojo, que brillaban al sol de mediod¨ªa. Aquella paella pareci¨® sellar el Pacto de las Bases, puesto que fue degustada en cubierta por el Caudillo y el embajador norteamericano Cabot Lodge, rodeados por los oficiales del nav¨ªo, bajo los acordes de los respectivos himnos nacionales.
Como s¨ªmbolo de aquel tiempo destruido, en la Malvarrosa se hallaba la residencia del escritor Blasco Ib¨¢?ez en estado de ruina, sin puertas ni ventanas, los cristales rotos, las cari¨¢tides decapitadas, el jard¨ªn a merced de las culebras y alacranes. Despu¨¦s de la guerra hab¨ªa sido incautada por las Flechas Navales de Falange y, abandonada luego a su suerte, fue tomada por vagabundos y drogadictos. De los cuatro leones mesopot¨¢micos que soportaban la mesa de m¨¢rmol travertino de la terraza donde Blasco Ib¨¢?ez escribi¨® S¨®nica la Cortesana, tres de ellos fueron utilizados como tr¨¦bedes para guisar paellas en un chiringuito.
No todo estaba perdido. En la playa de las Arenas quedaba en pie el balneario con el pabell¨®n de ba?os a modo de Parten¨®n pintado de azulete, la piscina con el trampol¨ªn modernista, el cine de verano, la pista de baile al aire libre, los chiringuitos y restaurantes donde serv¨ªan comidas bajo el sonido de acordeones. Aquel espacio conten¨ªa una felicidad preternatural, pero era un para¨ªso del que uno pod¨ªa ser expulsado sin haber mordido la manzana. Un d¨ªa el propio Jehov¨¢, bajo la forma de capit¨¢n general de la regi¨®n militar, llegaba con una formaci¨®n de soldados y mandaba desalojar a punta de bayoneta la playa y el balneario para ba?arse a sus anchas y tomarse una paella con sus amigos, protegido por una erecci¨®n de fusiles. Luego, a media tarde, semejante Jehov¨¢ regresaba a Capitan¨ªa, ah¨ªto de arroz.
A?O 2007. En ese mismo espacio, en los ¨²ltimos d¨ªas de abril de 2007 se disput¨® en Valencia la Copa Am¨¦rica de Vela en el campo de regatas en aguas de la Malvarrosa. Fue el a?o en que este pa¨ªs alcanz¨® la cima del falso esplendor econ¨®mico. La codicia lo pod¨ªa todo, hasta el punto que la divisa ol¨ªmpica, m¨¢s fuerte, m¨¢s alto, m¨¢s r¨¢pido, hab¨ªa sido sustituida por m¨¢s joven, m¨¢s rico, m¨¢s guapo. La Copa Am¨¦rica de Vela se convirti¨® en el paradigma de la fascinaci¨®n. Cochazos de alta gama con los cristales tintados cargaban a los peces gordos que acababan de hacer negocios redondos en la popa de los yates de 70 metros de eslora. La corrupci¨®n se hab¨ªa convertido en una manera de ser.
Las bases de los equipos de regatistas, instaladas alrededor de la d¨¢rsena, estaban plagadas de pijos y por los bares de dise?o y tiendas n¨¢uticas cruzaban chicas gal¨¢cticas, de cuerpo muy ondulado, acompa?adas de narcisos que se cre¨ªan dioses, porque flotaban agarrados como a un salvavidas a la marca de su ropa y se reflejaban en el dorado estanque, de un lujo incre¨ªble, de las embarcaciones, el Luna Rossa de los italianos, el BMW Oracle Racing, el Areva de Par¨ªs, el Team New Zealand, el Alinghi suizo, el Desaf¨ªo Espa?ol, el de los Emiratos ?rabes. Despu¨¦s vendr¨ªa el despilfarro de la F¨®rmula I. De pronto reventaron a la vez las cuatro ruedas de la econom¨ªa y todo se fue al diablo.
A punto de iniciarse la primera regata de la Copa Am¨¦rica record¨¦ a aquel viejo, que hace 50 a?os, vend¨ªa cacahuetes y cobraba un duro a aquellos Popeyes y un real a quien le daba la gana. ?Fue aquel viejo el germen de la corrupci¨®n o era solo un resistente? Tambi¨¦n pudo ser una premonici¨®n del remedio que el futuro reserva a los espa?oles para salir de todas la crisis: empezar de nuevo por abajo vendiendo cacahuetes.
Babelia
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