El sello que desperdici¨® a los Beatles
Dick Rowe ingres¨® en la historia como el cazatalentos que rechaz¨® a la banda Vee-Jay Records perdi¨® un contrato con el legendario grupo por sus trapacer¨ªas
Un error y tu reputaci¨®n se va al carajo. Recuerden: Dick Rowe fue uno de los pilares del sello Decca, pero ha ingresado en la historia como ¡°el cazatalentos que rechaz¨® a los Beatles¡±. Un pecado de diferente naturaleza cometi¨® Vee-Jay Records, discogr¨¢fica de Chicago que a principios de 1963 firm¨® un contrato para editar en Estados Unidos a los Beatles. Sin embargo, perdi¨® esa mina de oro por sus trapacer¨ªas.
A principios de 1963, en Capitol, sucursal californiana de EMI, nada quer¨ªan saber de los Beatles; ni siquiera entend¨ªan su pronunciaci¨®n. Desesperada, EMI cedi¨® sus masters a Vee-Jay, que buscaba fichar a un baladista, Frank Ifield; los Beatles entraron en un paquete de 2x1.
Nos cuentan la saga de los Beatles como una marcha triunfal pero, en muchos momentos, aquello pudo atascarse. A pesar de las buenas relaciones de Vee-Jay con las emisoras de Chicago, los primeros singles de los Beatles apenas sonaron. Ante el escaso entusiasmo, retrasaron su primer elep¨¦, Introducing The Beatles. Mientras tanto, Capitol hab¨ªa rectificado y preparaba una campa?a colosal para lanzar a ¡°los melenudos¡±. Con su visita de 1964, la beatleman¨ªa explosion¨® en Estados Unidos y, de rebote, en el mundo entero.
Ante la furia de Capitol, Vee-Jay vendi¨® millones de discos a partir del pu?ado de temas que controlaba, sacando elep¨¦s inveros¨ªmiles tipo The Beatles vs. The Four Seasons. Capitol alegaba que los de Chicago hab¨ªan perdido sus derechos por no pagar los royalties por las (escasas) primeras ventas en singles.
Con todo, Vee-Jay no resultaba una mala elecci¨®n para un grupo brit¨¢nico desconocido. Motown presume de que fue la primera discogr¨¢fica con propietario negro que triunf¨®; en verdad, Vee-Jay se adelant¨® por seis a?os a la compa?¨ªa de Detroit. Y cubr¨ªa un territorio mayor: grababa doo wop, jazz, blues profundos, g¨®spel, soul. Detr¨¢s, estaban dos locutores de radio, Vivian Carter y Jimmy Bracken, que asum¨ªan que una independiente multiplicaba sus posibilidades si atend¨ªa a diferentes mercados.
Vee-Jay pon¨ªa velas a Dios y al diablo. Lanzaba vibrantes grabaciones religiosas de Staple Singers o Swan Silvertones. Y trabajaba con bluesmen de colmillo retorcido. John Lee Hooker era irregular en sus ritmos y propenso a grabar bajo seud¨®nimo. Los problemas de Jimmy Reed eran m¨¢s serios: alcoh¨®lico, su mujer se colocaba a su lado en el estudio y le susurraba lo que deb¨ªa cantar.
Presidiendo Vee-Jay estaba Ewart Abner, disquero m¨ªtico. De vez en cuando, vaciaba la caja de la compa?¨ªa y se largaba a Las Vegas. Volv¨ªa con una sonrisa de oreja a oreja o farfullando excusas, los empleados tardar¨ªan en recibir sus sueldos. Le adoraban en las radios: en una convenci¨®n de locutores, mont¨® la hospitality suite con 15 prostitutas llegadas desde Escandinavia.
Al desatender sus compromisos financieros, Abner se qued¨® sin los Four Seasons o los Beatles. Con una reputaci¨®n deteriorada y acreedores esc¨¦pticos, Vee-Jay se declar¨® en quiebra en 1966. Abner, por el contrario, sigui¨® prosperando: salt¨® a Motown, imperio que llegar¨ªa a dirigir en los setenta.
Recopilaciones como Big boss man: the Vee-Jay story (Resistencia) muestran la extraordinaria racha de aciertos de la compa?¨ªa. Abundaron los one-hit wonders, como Gene Chandler (Duke of Earl), Betty Everett (It¡¯s in his kiss) o Gene Allison (You can make it if you try). Pero tambi¨¦n lanz¨® a Jerry Butler, Dee Clark, los Dells o Donnie Albert. Les perdi¨® la megaloman¨ªa, el intento de establecerse en Los ?ngeles. Y el tal¨®n de Aquiles de las independientes: el desfase entre gastos (como fabricar vinilos, pagados a tocateja) y los ingresos (los distribuidores, siempre tan remolones). Ni el fugaz toque de rey Midas de los Beatles fue suficiente para permitirles sobrevivir.
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