Se presenta Leandro, el fantasma de La Moncloa
Me gusta el despacho de de Mariano, que aunque huele a puro, est¨¢ muy limpio y ordenado
Pasan por delante de m¨ª, echan un vistazo al cuarto ese de las escobas y murmuran: aqu¨ª es donde estaban los ordenadores de B¨¢rcenas. Ya. Ah¨ª les gustar¨ªa a algunos y algunas ¡ªsobre todo algunas¡ª que hubiera estado mi despacho. Pero de eso nada, que el m¨ªo era bien guapo y adem¨¢s estaba en l¨ªnea con el del jefe, que menudo ventanal ten¨ªa. Luego, cuando se pusieron impertinentes, me mandaron al Sal¨®n Andaluc¨ªa, que era otra cosa, pero bueno, por all¨ª se pasaba Arenas y ech¨¢bamos unas bromas: ?Quiyo, eres un fen¨®meno, pisha, est¨¢s en mi tierra, campe¨®n! Tu tierra es un asco, le dec¨ªa yo con mala cara, que ya estaba viendo que me la iban a jugar, que hasta entonces reptaban cual gusanos a mi paso, mucho qu¨¦ alegr¨ªa Luis, da gusto verte, que siempre nos traes buenas noticias, je, je, d¨¦jalo ah¨ª, y ahora si te he visto no me acuerdo, yo no s¨¦ nada, no he recibido nada, ha sido ¨¦l.
Ya les advierto que esto de hacerme fantasma se me ocurri¨® un d¨ªa as¨ª a lo tonto, porque me di cuenta de que me encontraba con otros compa?eros en el aparcamiento, les dec¨ªa qu¨¦ tal, Pepito, buenos d¨ªas, qu¨¦ tal Julita, c¨®mo est¨¢s y como si no existiera, que aceleraban el paso para no coincidir en el ascensor. Era una situaci¨®n extra?a, que ve¨ªa c¨®mo se acercaba por el pasillo tal que Carlos Floriano, que ya es aparici¨®n, y justo cuando iba a decirle hola se met¨ªa en el primer despacho que pillaba. Y conste que no era por saludarle, que vaya badulaque de t¨ªo, que as¨ª son los nuevos, una panda de sinsorgos y zambombos. ?Les he hablado ya de Gonz¨¢lez Pons? ?Y de su sonrisa? ?No les he dicho tampoco de su bronceado permanente? ?En Valencia son todos as¨ª? Porque recuerdo ese que fue alcalde de Benidorm, s¨ª hombre, Zaplana, s¨ª, ese, Eduardo Zaplana¡ ?As¨ª que esas tenemos, me dije, quer¨¦is ignorarme, basurillas? Pues ahora voy y me hago fantasma.
<CL10.4>Pero no nos desviemos. Est¨¢bamos en el Sal¨®n de Andaluc¨ªa. Pensaba yo el mejor sitio para unos cuadritos que compr¨¦¡ Marinas y bodegones, por ejemplo, que a m¨ª me gustan mucho¡ Porque de cuadros, qu¨¦ les voy a decir que no sepan ustedes, soy un aut¨¦ntico experto. Un connaisseur, vamos. Pero eso lo dejaremos para otro d¨ªa, cuando ya tengamos m¨¢s amistad ustedes y yo, que no es cosa de irle contando las intimidades al primero que se conoce. No pude acabar la decoraci¨®n, que todo se precipit¨® a la velocidad del diablo y ahora estoy aqu¨ª, de fantasma-okupa. A mis a?os. Y con mi clase.
As¨ª que ahora, mientras intento quitarme el abrigo, que me tiene frito, me paso el d¨ªa probando despachos. Me gusta el de Mariano, que aunque huele a puro, est¨¢ muy limpio y ordenado, que a ¨¦l lo de los papeles le gusta poco. Alg¨²n d¨ªa ha abandonado La Moncloa y se ha pasado por aqu¨ª. A descansar. Y ha pasado una cosa rara, que ha sido entrar y echar un ojo por todo el despacho, como si buscara algo. De pronto se ha quedado mirando hacia mi lado, que me he dicho, a ver si todav¨ªa no me han hecho la liquidaci¨®n completa y me queda un trozo de pierna ¡ªo una oreja, qui¨¦n sabe¡ª visible.
Pero no, no, que enseguida encendi¨® el televisor y se puso a ver el Canal F¨²tbol de Canal +. O¨ª un trueno, sent¨ª un soplo y vi que ten¨ªa a mi lado a un caballero con un pelo imposible, una barba imposible, una nariz imposible e incluso un traje imposible. Vamos, a¨²n m¨¢s imposible que el bigote de El Bigotes, que ya tiene lo suyo. Pronto me di cuenta de que era cagadito a Leandro Alfonso Luis de Borb¨®n Ruiz, el hijo ¡ªde aquella manera¡ª de Alfonso XIII. Ya s¨¦ que los fantasmas no podemos asustarnos, qu¨¦ clase de ¨¢nimas en pena ser¨ªamos, pero es que el t¨ªo, as¨ª de cerca, impresiona.
¡ªTranqui, me dijo un punto solemne, est¨¢s ante Leandro, el fantasma de La Moncloa.
Me call¨¦, que todav¨ªa no sab¨ªa si era amigo a enemigo.
¡ªA m¨ª me gusta tratar a los nuevos, a?adi¨®, que siempre traen un aire nuevo a la fantasmagor¨ªa, que hay a?os que no logramos una cosecha decente.
¡ªBueno, yo¡ empec¨¦ a decirle¡
¡ªDeja, deja, no sigas. S¨¦ perfectamente qui¨¦n eres. Eres don Luis B¨¢rcenas Guti¨¦rrez, nacido en Huelva tal d¨ªa de tal mes de tal a?o¡
Y me recit¨® mi biograf¨ªa entera.
¡ªBueno, yo¡
¡ªCalla, te digo. Que ahora voy con lo otro. Lo de las cuentas suizas asciende a¡ lo de los sobres eran para¡
De esto, tambi¨¦n, lo sab¨ªa todo. Pero aqu¨ª intervine, claro, que ya est¨¢bamos en territorio serio.
¡ªVamos a llevarnos bien, pero a Ruz de esto ni palabra, le dije, que ya me hab¨ªa entrado un sudor fr¨ªo por el cogote¡
¡ªNi se me ocurrir¨ªa, que para eso somos qui¨¦nes somos. S¨®lo tendr¨¢s que guardar un principio b¨¢sico: cuando aprendas a materializarte, nunca, nunca lo har¨¢s ante Mariano. El presidente es cosa m¨ªa y ni se te ocurra entrometerte. Aqu¨ª soy el puto amo, dijo con acento portugu¨¦s y gesto amenazador¡
¡°Est¨¢ bien¡±, le dije. Y all¨ª les dej¨¦. Cuando sal¨ªa por la puerta, o¨ª decir a Mariano algo as¨ª como¡
¡ªA ver, Leandro, lo de la vice¡
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